Arbizu - Joseba Ezkurdia (Arbizu, 1991) vive el domingo su segunda final del Cuatro y Medio de forma consecutiva. Es el campeón en curso y el año pasado ya tumbó a Jokin Altuna (17-22). En esta ocasión, el amezketarra está deslumbrando en la distancia y el Navarra Arena, que registrará un llenazo, vela armas. El delantero navarro quiere volver a ser profeta en su tierra tras un torneo en el que no conoce aún la derrota. El de Sakana cimenta su juego en la velocidad que imprime a la pelota.

Regresa a la final del Cuatro y Medio después de un campeonato en el que le han salido muy bien las cosas. Quizás el trámite más complicado fue el de Unai Laso, cuando tuvo que remontar un 13-21, ¿no?

-Estoy muy contento. Estar otra vez en una final es algo muy grande para mí, es señal de que estoy haciendo las cosas bien. No se juega una final todos los días. Ha sido un campeonato duro tanto en lo físico como en lo mental.

¿Está en diferente momento de forma que el curso pasado, en el que arrasó?

-Me siento bien, con chispa. De piernas estoy muy bien. Quizás el año pasado anduve un puntito por encima o las cosas me salieron mejor. Hice un par de partidos más completos, más redondos. Sin embargo, en los encuentros duros que he hecho contra Laso, Jaka o Artola ha habido tramos en los que me he sentido muy bien. Me quedo con eso.

También le puede venir bien que le expriman.

-Sí. Un duelo duro siempre viene bien para saber cómo manejas la presión y cómo te sientes de piernas y de cabeza. Me he visto bien, la verdad.

Al término de la remontada ante Unai Laso mostró su enfado por cómo había jugado. En ese momento habló de realizar una lectura del partido para observar puntos débiles. Por otro lado, es un motivo para valorar cómo le dio la vuelta al choque.

-Sin duda. Ganar a Unai me dio mucha confianza. En cualquier caso, es mala señal ir perdiendo 13-21. Hasta el 12-14 me sentía que estaba dentro del encuentro, pero no estaba cómodo. No hice un buen partido. No tuve buenas sensaciones. Hay que sacar el lado bueno: fui capaz de darle la vuelta.

¿Fue más duro ese encuentro o la semifinal ante Erik Jaka (22-20)?

-Físicamente acabé más vacío en la semifinal. Creo que influía también la tensión del momento, ya que teníamos en juego un premio muy jugoso.

La llegada de Jaka también anuncia la competitividad en Aspe en la delantera, ¿no?

-Sin duda. Erik está haciendo las cosas bien. He tenido la suerte de ganarle y estoy contento. La pena fue que iba ganando 17-7 y no fui capaz de cerrar el resultado. De todas maneras, Jaka jugó mucho en la segunda parte.

Se pudo agarrar a la experiencia.

-Sí. De todo se aprende. En el último momento sabía que era el momento de sufrir. Lo hice. Tuve la suerte de terminar bien.

El domingo se enfrenta a Jokin Altuna en el Navarra Arena en la final del Cuatro y Medio. Repiten presencia. El amezketarra está a un gran nivel.

-Jokin está muy muy bien. Está con chispa, rápido y a gran nivel. Sé que tengo un partido muy difícil por delante, pero espero que él también. Habrá que jugarle muy bien. Su estado de forma provocará que me meta aún más en el partido. Está en un momento muy bueno.

¿Eso le preocupa?

-No. Todos sabemos lo que juega Jokin en las tres modalidades, pero en el Cuatro y Medio, todavía más. Es complicado. Todos los partidos que hemos jugado en contra han sido duros, con ritmo. Si consigo hacer lo mío, le pondré las cosas complicadas.

Con respecto al año pasado, la cosa ha cambiado. Usted realizó partidos de gran mérito en la fase previa y Jokin alcanzó la final con dudas, al haberse recuperado in extremis de una lesión. Le acabó ganando 17-22.

-Altuna llegó justo, pero con los quince días de descanso supe que iba a estar a ponerse al cien por cien. Salió un duelo exigente y físicamente muy duro. Llega mejor que en 2018 y con más chispa. Es la cuarta final consecutiva de Jokin y eso quiere decir mucho. Tengo que jugarle con cabeza.

El de Amezketa es competitivo al cien por cien.

-Compite en todo. Es mal socio. Es grandísimo. Que haya logrado todo lo que ha logrado con solo 23 años dice mucho de su talla como pelotari. Eso hace que mejore nuestro nivel.

¿Por dónde pueden ir los tiros para la final del domingo en el Navarra Arena?

-Lo del año pasado no vale para nada. Cada partido es diferente. Tengo que salir concentrado, hacer las cosas bien y poner el ritmo. Es lo que hice en 2018. Quiero quedarme a gusto con mi actuación. Tengo ilusión y ganas.

Es su tercera final en Primera. ¿Se va acostumbrando a todo el ruido que se monta alrededor: entrevistas, entradas, medios??

-¡Espero que sigan llegando más! Estoy contento, porque en las dos disputadas disfruté mucho, tanto el día de la final como los anteriores. Quiero aprovechar cada momento. Lo estoy consiguiendo.

¿Cómo calificarías cada una de las finales?

-La primera fue muy bonita, ya que la jugué con José Javier Zabaleta y llegamos después de hacer una de cal y otra de arena durante todo el Parejas. Tras un verano durillo, llegar a una final individual, la segunda de mi carrera, me hizo muchísima ilusión, porque hay más responsabilidad y exigencia. Fue un premio al trabajo. Este año, sin embargo, no me he metido presión por ser el campeón, pero quería consagrarme y demostrarme a mí mismo que podía llegar de nuevo. Era más una demostración personal.

Alude a la presión del campeón. ¿La ha sentido?

-Quizás te ponen más la vitola de favorito o en partidos contra jóvenes tienes la exigencia de ganar, pero no me he puesto presión. Me he limitado a hacer mi trabajo. No he sentido nada más.

Es un pelotari asentado, tiene 28 años, pero el curso pasado consiguió sus únicas txapelas. ¿Le cambia la vida siendo campeón?

-No. Sigo siendo el mismo. Antes entrenaba con la misma ilusión, con la intención de mejorar mi juego y ser mejor pelotari. Después, la gente quizás te exige más o te ponen a otro nivel, pero es bonito, porque tienes que hacer las cosas mejor.

Aun así, sí que es cierto que su estatus cambia.

-Eso sí que es cierto. Las txapelas lo cambian, pero es buena señal.

Tiene 28 años y, sin embargo, ha sido el pelotari de Aspe con más edad en tomar parte en el presente Cuatro y Medio. ¿Se siente un veterano?

-Las empresas han cambiado la filosofía. Si no estás en Primera en cinco o seis años, no te renuevan. Es triste. Antes, la mayoría de los que debutaban pasaba casi diez años en la pelota. Todo ha cambiado. Soy de los veteranos, pero espero seguir mucho más.

¿Ejerce de veterano?

-No. Hay una gran armonía en el vestuario. No existe esa figura.

Justamente usted tuvo la suerte de compartir muchos momentos con gente de peso como Aitor Zubieta, Abel Barriola o Juan Martínez de Irujo, quienes, además de veteranos, ejercían de ello.

-Cuando debuté, con 20 años, me sentí muy cómodo en el vestuario, pero sí que me daban mucho respeto. A los jóvenes de hoy en día yo no les impongo tanto.

¿Por qué?

-Todo ha cambiado. Quizás por mi manera de ser, que soy más vergonzoso, más calladico.

De todos aquellos primeros espadas aprendió cosas?

-Con Zubieta disputé mi primer Parejas de parte de Gonzalez. Después, me tocó jugarlo con Barriola. Fíjese, ha sido uno de los campeonatos que más he aprendido. Soy un afortunado por haber estado con una generación como la de Irujo, Xala y compañía.

¿Le toca dar consejos ahora?

-Doy mi opinión e intento ayudar, pero sin imponerme. Agradecía los consejos y ahora los doy con toda mi buena fe.

¿Se siente un figura?

-No. Hago lo que me gusta. Intento hacer las cosas lo mejor posible en el frontón y ya está. Sé que los jóvenes del pueblo se acercan y que en la escuela de pelota me tienen como referente, pero me siento una persona normal, cercana.

Pero es afortunado.

-Sin duda. Soy un hombre afortunado. Desde pequeño me ha encantado jugar a pelota y hacer lo que yo quiero y que me vaya bien es algo que me hace sentirme muy bien.

Ha cambiado también su perspectiva sobre usted mismo. No sé si las txapelas o los resultados tienen tanta trascendencia en eso.

-En los últimos dos años las cosas me están saliendo muy bien. En otras ocasiones me han preguntado si cambiaría alguna de las txapelas por algo que he vivido. No cambiaría nada de mi carrera, ni en aficionados ni en profesionales. He sido un afortunado desde que era un niño. Estoy contento. No he sido un pelotari que explotó desde el debut, pese a que me pusieron partidos importantes pronto. He ido poco a poco, paso a paso. Cada uno tiene su camino. Estoy muy contento del camino que he hecho y del que estoy haciendo.

¿Se siente orgulloso de sí mismo por haberse demostrado que puede levantarse a pesar de los golpes del destino?

-Sin duda. Cuando hay batacazos piensas en si haces las cosas mal, pero he continuado confiando en mi entorno y en mí. Este es el camino y hay cosas que mejorar.

A los 28 le llega la madurez plena.

-Me siento muy bien en todos los aspectos. Controlo más el juego. Me siento en el mejor momento de mi carrera. Doy mucha importancia a mantener una misma línea durante todo el año. Estoy contento. Después del Cuatro y Medio, jugué el Parejas con Ladis Galarza y, pese a no llegar a semifinales, ha sido uno de los torneos que más he disfrutado.

¿Quizás le gustaría tener más oportunidades en verano?

-Sin duda. Los pelotaris queremos tener partidos en verano. En julio jugué cinco y en agosto otros tantos. Creo que hice méritos para jugar. El comienzo del verano fue bueno, pero a partir de agosto no tuve muchos compromisos. Después de La Blanca hay torneos en Gipuzkoa y Bizkaia y en la empresa tenemos a pelotaris como Altuna III, Irribarria, Elezkano II o Jaka, que también se merecía una oportunidad. Ha sido una pena para mí, y el año pasado me sucedió algo parecido. Son decisiones que toma la empresa y yo ni pincho ni corto. Intentas cogerlo de la mejor manera posible, pero se sufre al ver que tus compañeros tienen bastantes partidos y tú estás en casa. No gasto energías en cosas que no puedo controlar yo mismo.