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Trece veces Aimar

Olaizola II suma su sexta txapela del Cuatro y Medio de San Fermín en una final de matices y resistencia, cargada de calor, ante Jokin Altuna, que cometió una falta de saque clave

Trece veces AimarFoto: Iñaki Porto

donostia - Solamente queda un manista en activo que haya conocido la pelota profesional de blanco antes del inicio del siglo XXI, Aimar Olaizola. En el tránsito de diecinueve años en la brecha, en la que ha conocido la miel y las espinas, las loas y el dolor, su figura se erige gigantesca. Coloso de Rodas. Aimar de Goizueta. Si bien grandilocuente, como su palmarés, la firma se le derrocha en las facetas más cortas. Trece veces Aimar en la jaula: calabozo de pegadores y paraíso de artistas. Trece dentelladas. Trece txapelas en la vitrina. Al final, pase lo que pase en el Cuatro y Medio, siempre está Aimar. Eterno Aimar.

Ocurre que el de Goizueta tiene alma de cazador, cerebro de arquitecto y cuerpo de obrero. A sus 37 años, el único deudor de la mano del siglo XX, marcada por un material distinto, el frenetismo desbocado y el cambio físico del personal, sigue a lo suyo. Tan genio y tan seguro. Jokin Altuna probó de su medicina ayer en la matinal del Labrit de Iruñea, recibiendo una derrota que más que un título vale un aquí estoy yo. Olaizola II puso otra pica en Flandes a base de seguridad y de consistencia de una propuesta que crece a medida que el partido se endurece. 37 noviembres a sus espaldas le han convertido en un delantero que ha demostrado una capacidad cada vez mas diésel, pero que se crece con el traqueteo hasta convertir los duelos en rodillos físicos. Aimar, el genio del gancho, abre la fábrica al llegar al tanto once, a mitad de tajo, porque le vale con aguantar, calentar el partido y despegar. Aimar es un monstruo que siempre acecha en la nuca. Leviatán.

más músculo que brillo El derroche de músculo más que de brillo fue una constante en una final del Cuatro y Medio de San Fermín de matices, marcada por el calor de un Labrit que en julio se convierte en un crematorio, el cansancio acumulado en 262 pelotazos a buena y los yerros de Altuna III en la segunda mitad del choque, incluida una falta de saque vital en medio de la revuelta final, cuando el luminoso marcaba un 20-16. Además, Olaizola supo jugar al amezketarra, adalid del buen gusto en las posturas y el remate, al encontrarle las fisuras en el pelotazo largo a la zurda, con dos resultados posibles: tanto o regalo. Y a bailar. Lo que sí tuvo el choque por el título sanferminero fue emoción y ciertas dosis de cambio generacional, que no cumplieron las expectativas de efervescencia cerca del frontis al ser de la partida dos rematadores natos.

De cualquier modo, el joven guipuzcoano de Aspe tuvo el marcador a favor hasta la primera decena -exceptuando una tacada de Aimar que le llevó del 1-4 al 5-4- y acabó penando el poder maratoniano de su rival. Jokin no terminó de sacar lustre a su lámpara. Aimar maniató al duende y supo domarlo con sentido común. Fuera de su órbita de acción, el amezketarra, clarividente, no pudo hacer más.

La cuestión es que, después de trazar un inicio duro y repartirse más tantos que yerros, el trabajo surtió efecto para el de Goizueta a partir del abrazo a diez. En ese punto, listo Aimar, lector de sueños, supo interpretar las carencias de Altuna con pelotas cortadas y cargas de profundidad. Veterano en la liza, la traducción fue un estirón que supo a cemento y selló las arenas movedizas iniciales. Las dudas desaparecieron. 16-10.

Sin embargo, un gancho a la chapa puso oxígeno en la mascarilla de Altuna, que aprovechó para mover a su adversario. Purasangre Olaizola no frenó la sangría. Jokin se puso 16-15 y erró un dos paredes. Y no hubo especulación. La misma historia, el mismo guion. Dos ganchos sirvieron de pértiga a Aimar. El cansancio hizo mella. Un gancho de Jokin devolvió el guante y falló el saque (21-16). Clave. Olaizola II, a un centímetro de meta, solo tuvo que esperar su oportunidad. El veterano erró su primera bala con un saque-remate a la chapa. Pero la txapela llegó con una buena defensa ante un rival arrebolado y desarmado, a la desesperada (22-18).