recomiendan tener al menos una batalla para contar al entrar en un bar. Una historia con la que unirse a la conversación entre el jefe y un cliente habitual. Un cuento con el que pelotear con la rubia del fondo. Un prospecto de medicamento del que hablar a la desesperada a quien sea. Salvo en junio del año pasado, el Bidasoa pisa pocos bares en los últimos años.
Y no por falta de historias que casi siempre empiezan y acaban en los años 90. Con 25 años ganó su primera Liga y al poco de cumplir los 30, miró a Europa desde la cima, que era mirar al mundo desde lo más alto. Historias de todos los colores. Tardes épicas de lanzadores que ni en el desembarco de Normandía. Gestas defensivas en las que Juantxo Villarreal asomaba del banquillo disfrazado del general Zhúkov en Stalingrado. Arbitrajes como el de Augsburgo. Piques con Juan de Dios Román o Valero Rivera.
Historias que no alimentan, porque un bar que sea bar no alimenta, pero que están ahí. Pocos hablarán de cómo fue bajar de la cumbre, que es donde está el álter ego del partido de hoy. Donde a orillas del Caspio Rusia guarda una de sus grandes bases navales, hace 17 años el Bidasoa cayó 30-22 contra el Dinamo de Astrakhan en la ida de una eliminatoria que parecía blanca.
“El equipo estuvo de pena en todas sus líneas, porque nadie jugó bien, aunque ha habido mala suerte en el lanzamiento”, zanjó el entonces presidente del Bidasoa, Javier Sesma, en declaraciones realizadas a El Mundo Deportivo y que se asemejan mucho a las que el hoy entrenador amarillo, Jacobo Cuétara, realizó al volver de Benidorm con un 28-21 que ni el irunés más pesimista contempló. Y pasó.
Contra un Benidorm que, con la eliminatoria de cara, saltará hoy a Artaleku con el objetivo de mantener esas buenas sensaciones en clave de supervivencia liguera, el Bidasoa vuelve al bar como se vuelve en los momentos delicados. Y con historias que contar. Conversa y mira los periódicos. Recuerda Astrakán. Los hermanos Aginagalde fueron dos de los protagonistas de aquella remontada. El más polaco de los dos protagonizó otra gesta inexplicable en la última final de la Champions, cuando su Kielce levantó nueve goles en contra en los últimos 14 minutos de partido. El mayor de los hermanos se sentará en Artaleku (por ahora en la grada) convencido de que es posible.
No será el único. Ni las medidas recaudatorias de la directiva ayudarán ni el factor sorpresa existe con siete goles de distancia ante un equipo que entrena Zupo Equisoain, pero hay quien piensa que el espíritu de Astrakán puede, pese a difícil, repetirse. Lo dijo Sesma: “Ellos han estado mejor de lo que pensaba, pero a nada que juguemos como sabemos, remontaremos la eliminatoria. Estoy convencido de ello”. Y 28-19. Si aún duda en ir a Artaleku, vaya, no vaya a ser que...