“Justo puedo andar”
Paul de la Cuesta asume que es “prácticamente imposible” volver al esquí de élite tras una grave lesión sufrida hace trece meses -rotura de tibia y peroné- que le ha hecho perder la movilidad del tobillo izquierdo y que le hace seguir cojeando.
hace poco más de trece meses, Paul de la Cuesta (Donostia, 28 de noviembre de 1988) afrontaba con la máxima ilusión una temporada de esquí en la que planeaba dar un salto adelante y brillar, por ejemplo, en los Mundiales que iban a tener lugar en Estados Unidos. Sin embargo, todas sus esperanzas se truncaron el 13 de enero de 2015, cuando sufrió una brutal caída en Wengen (Suiza), rompiéndose la tibia y el peroné de su pierna izquierda, a la altura del tobillo. Una lesión grave, pero cuyas consecuencias están siendo mucho peores de las esperadas para el guipuzcoano, que desde entonces ha pasado cuatro veces por el quirófano y que sigue cojeando ostensiblemente debido a la falta de movilidad de la articulación. De hecho, hasta hace bien poco tenía que ayudarse con una muleta para caminar.
“Es jodido, pero qué le voy a hacer”, reconoce Paul de la Cuesta al salir de una de sus sesiones de rehabilitación en el gimnasio Equilibrium de Donostia. El donostiarra asume con una enorme entereza que su vida deportiva, salvo milagro, ha llegado a su fin cuando no ha cumplido ni los 28 años. Antes, el esquiador era un portento, una bestia entrenando. “Podía con todo”, dice. Un físico poderoso al servicio del esquí, con el objetivo de colarse en la élite mundial: el top 30, o el top 20, quizás el top 15. En ello estaba cuando en los entrenamientos de la prueba de Wengen perdió el control de sus esquís y se dio un tremendo golpe que le costó la citada rotura de tibia y peroné. Una lesión grave, aunque quizás no tanto como se ha revelado después.
cuatro operaciones Pasó dos veces por el quirófano en Donostia, pero la rehabilitación no marchó según lo previsto. Él mismo lo cuenta: “Cojeaba muchísimo, no conseguía recuperar y empecé a moverme por mi cuenta a ver qué podía pasar. Me operé otras dos veces en Barcelona, se me desinflamó bastante la articulación y gané algo de movilidad, pero no conseguía recuperar del todo. Ahora estoy con un tratamiento de células madre que me hice también en Barcelona”. Un tratamiento cuyo resultado es una incógnita. “Desde que te hacen la inoculación de las células, son siete meses hasta ver un resultado. Hay que tener paciencia. El problema es que en el tobillo no hay un número de casos suficientemente significativo como para saber seguro cuál será el resultado. En principio, es un tratamiento para prevenir una mayor pérdida o deterioro del cartílago, no para recuperar la movilidad”, explica.
Los problemas derivados de todo este proceso son dos. El primero, el dolor debido a la pérdida de cartílago. “El dolor va por días”, comenta Paul de la Cuesta. “Si lo de las células madre va bien, conseguiría no seguir perdiendo tanto cartílago. Viene sobre todo de hacer la rehabilitación cuando el tobillo no estaba preparado. Me machaqué el cartílago y tengo una artrosis brutal. Ahora, cuando ando, voy pegando hueso contra hueso y voy desgastando ese cartílago, el objetivo con el tratamiento de células madre es tratar de minimizar esa pérdida”.
El segundo “y principal problema” es “la falta de movilidad del tobillo”: “No muevo el tobillo normal. Ahora ya estoy empezando a andar disimulando bastante el gesto. Hasta el 5 de enero seguía con muleta. Un impacto brusco, como correr, es imposible, porque no tengo la movilidad suficiente como para echar la rodilla adelante e impulsarme. El tobillo no tiene movilidad, está bloqueado. Si pudiese moverlo normal y sintiera dolor, pues podría tirar, el problema es que no tengo esa movilidad. No puedo ni correr ni saltar, justo puedo andar”.
“pelear la movilidad” Su lesión ha entrado en un estado en el que es difícil progresar. “Estoy intentando recuperar movilidad y también músculo. He perdido diez o doce kilos de músculo y tengo una atrofia tremenda en la pierna. De no usar, he perdido muchísimo músculo. Creen que puedo recuperar algo más de movilidad, tengo que seguir peleándolo, porque apenas ha pasado un mes desde que he vuelto a empezar a andar sin muletas. No voy a dejar de entrenar y hacer la rehabilitación, pero me encuentro en una fase en la que siento que poco más puedo mejorar”.
Algún médico le propuso incluso someterse a una artrodesis, que básicamente es renunciar a la movilidad de la articulación para así evitar el dolor producido por el desgaste del cartílago: “Es hacer un bloqueo del tobillo. Pero consultamos con otros médicos y pensamos que para eso ya tenemos tiempo. Si hay que hacerlo, lo haremos, pero antes vamos a luchar por recupera la movilidad lo máximo posible”.
Tanto el proceso vivido como su situación actual son difíciles de asimilar para un deportista de élite como es Paul de la Cuesta, que con 26 años había participado ya en cuatro Mundiales de esquí alpino y en dos Juegos Olímpicos (Vancouver 2010 y Sochi 2014). Pero él no pierde ni la sonrisa ni el buen humor, que le han ayudado a llevar mejor todos estos duros tragos: “Bueno, tengo mucho carácter, ¿eh? Igual se lo han “comido” más los de casa. Estoy bien. No me he vuelto loco en ningún momento, asumiéndolo todo. Tampoco le doy muchas vueltas. Tengo asumido que casi seguro no voy a poder recuperar del todo, así que todo lo que venga a partir de ahora será positivo. No voy a dejar de entrenar y hacer la rehabilitación. Ahora mismo, recuperación plena para mí sería poder hacer una vida normal, poder andar”.
sin calzarse los esquís ¿Y volver a esquiar? “De momento no puedo. No lo sé, lo veo complicado. Igual sería capaz de controlar el movimiento en una bajada. Pero sería un impedimiento por ejemplo si cojo un bache o se me quedan clavados los esquís. Cualquier gesto en el que la rodilla se me vaya para adelante de forma brusca me dolería mucho”. Así que volver a la que era su dedicación, el esquí profesional, es muy difícil de visualizar: “No es que lo tenga descartado, es que lo veo prácticamente imposible. Estaba en mi mejor momento y veía que podía tirar adelante. Se presentaba un año bonito. Bueno, unos años bonitos, porque pensaba que antes o después podía llegar un resultado importante. Todos los esquiadores sufren lesiones graves, de pasar por el quirófano, pero otros han recuperado bien y yo no voy a poder”.
El vídeo de su caída sigue colgado en su página web personal: “He visto varias veces las imágenes, no tengo problema. ¿Si podía haber sido peor? Claro, una caída de esas... pero también podía haber sido mejor. En su momento pensé que había tenido suerte de no romperme la rodilla, porque la rodilla podía haber saltado en cualquier momento. Pensé que mejor haberme roto el hueso que los ligamentos, y mira”.