La carambola maldita
El Manresa gana en Madrid y manda a la LEB al GBC, que perdió en Zaragoza y culminó así un pésimo final de curso con nueve derrotas en las últimas diez jornadas
donostia - Acabó sucediendo lo que nadie esperaba. La carambola impensable terminó siendo la carambola maldita para el Gipuzkoa Basket. Derrota en Zaragoza y victoria del Manresa en su visita al Real Madrid. Lo primero era previsible, dado el flojísimo nivel que exhibe desde hace tiempo el equipo de Jaume Ponsarnau cada vez que juega fuera de Illunbe. Lo segundo no. El conjunto manresano rompió todos los pronósticos y fue capaz de vencer en la cancha del líder de la ACB y el reciente campeón de la Euroliga. En el campo donde nadie había ganado esta temporada. Hasta ayer. Increíble. Al 72-65 encajado por el GBC en el Príncipe Felipe se unió el doloroso 80-90 del Manresa en el Palacio de los Deportes de Madrid. La consecuencia es que el Gipuzkoa Basket acaba la temporada penúltimo y jugará la próxima temporada en la LEB. Un descenso traumático y muy duro por inesperado y por todo lo que puede suponer.
Hubo una excesiva tranquilidad en el seno del GBC a lo largo de esta pasada semana. La plantilla estaba convencida de que el Manresa perdería en Madrid. “Es lo lógico. Es más fácil una derrota del Manresa que una victoria nuestra en Zaragoza”, decía Jordi Grimau, una de las voces más autorizadas del vestuario. Tan sincero como desolador. El propio equipo, consciente de que desde hace semanas -básicamente desde la marcha de Taquan Dean- no tiene nivel para ganar a nadie, se daba por vencido antes de jugar en Zaragoza. Total, ya ganará el Real Madrid. Un pensamiento que se ha revelado como un error de consecuencias catastróficas. En una última jornada puede pasar de todo, incluso lo que sucedió ayer. El GBC jugó con fuego y se quemó totalmente. Se cayó a la hoguera de la LEB.
Lo fácil sería ahora estar enfadado e indignado con el Real Madrid y sobre todo con su entrenador, Pablo Laso. Durante la semana se bromeó con ese cruce de llamadas con el extécnico del GBC. Serían algo así como: “Ya ganaréis al Manresa, ¿no? Pablo, haznos ese favor. Ja, ja. Por los viejos tiempos”. Menudo sopapo. Fue el último servicio de Laso al basket guipuzcoano. Si antes ya era poco querido por la afición, ahora... Pero el de ayer fue solo un partido y el GBC ha sido el segundo peor equipo de la ACB durante 34 jornadas. Acaba penúltimo por deméritos propios. Solo el Fuenlabrada ha quedado por detrás. La clasificación no engaña.
Dejando a un lado el calentón del momento y pensándolo fríamente, es un descenso, además de merecido, lógico. Por recursos económicos y calidad de la plantilla, el Gipuzkoa Basket era uno de los dos peores equipos de la Liga ACB. Sin discusión. Durante muchas semanas pareció capaz de desafiar su destino y, de hecho, hace dos meses y medio, estaba prácticamente salvado. Entonces tenía nueve victorias, pero en las diez últimas jornadas solo ha sido capaz de ganar un partido. Una racha fatal cuyo origen está en la marcha a traición de Taquan Dean. Su fuga dejó al equipo sin su mejor anotador y sin ese jugador que daba sentido a todo el juego, sobre todo el ofensivo. Taquan, el hombre cuya historia de superación personal conmueve, ya es un nombre maldito en Illunbe.
La cuesta abajo experimentada por el GBC ha sido terrible en las diez últimas jornadas. Incapaz de competir a domicilio, solo ha podido ganar un partido, de forma milagrosa contra el Tenerife. Mientras el equipo de Ponsarnau se apagaba, los rivales iban fichando y mejorando sus prestaciones. Y el margen ha ido menguando hasta desaparecer, con el desenlace que nadie quería. Aquí debería entrar también la autocrítica del club. Con un presupuesto bajísimo, hizo bien los deberes en verano. Pero falló por completo a la hora de reforzarse durante el curso. Llegaron Huertas -por la lesión de Motos- y Abercrombie -por la marcha de Dean-. Ambos han sido fichajes fallidos. Han dado muy poco y la competitividad del equipo lo ha notado. Ponsarnau no tenía mimbres. Resulta irónico, por no decir algo peor, que Abercrombie hiciera un partidazo justo ayer, el día del descenso. Metió 23 puntos. Tarde, muy tarde. Dos refuerzos que empujaron un poco más al equipo al pozo.
angustia creciente El partido de ayer fue una muestra más del pésimo nivel con el que el GBC ha alcanzado la recta final de la temporada. Sin chispa, con un banquillo cuya aportación es prácticamente nula y un núcleo duro que no ha llegado en forma al final de la temporada. No funcionaron ni Jordan, ni Grimau, ni Dani Díez, ni Doblas. Algo habrán hecho mal el club y el cuerpo técnico para que este equipo haya llegado con las reservas al límite al tramo decisivo del curso. Cogido con pinzas. Sin capacidad de reacción en cuanto el marcador se ponía en contra. Porque una cosa es que se haya ido Taquan Dean y que el equipo sea más bien justo y otra es ir arrastrándose por las canchas cuando está en juego no solo continuar en la ACB, sino sostener un proyecto.
La tarde decisiva de la campaña parecía marchar con tranquilidad porque el GBC, pese a estar haciendo un partido pésimo en Zaragoza (25-15 mediado el segundo cuarto), tenía el colchón de que el Manresa perdía con claridad en Madrid. Hasta quince puntos de ventaja llegaron a tener los de Laso en la primera parte. Pero poco a poco los catalanes fueron metiéndose en el partido y al descanso llegaron solo siete por debajo (39-32), cuando el GBC perdía por diez en Zaragoza (35-25).
En la reanudación llegó el único momento de lucidez del equipo guipuzcoano, que amasó un parcial de 0-12 gracias a los ocho puntos de Abercrombie y los cuatro de Jordan. Pero mientras eso sucedía, la tarde empezaba a torcerse en Madrid. El equipo blanco, muy relajado, daba alas al Manresa, que mediado el tercer cuarto, gracias a un triple de Devin White, se puso 41-42. Pánico absoluto entre la afición del GBC y, por lo visto, también entre los jugadores. Pese a ser conocedores de que el Manresa estaba muy vivo en su partido, los hombres de Ponsarnau fueron incapaces de aferrarse a su propio encuentro. Presa de los nervios, ninguno fue capaz de tirar del carro. Todos desaparecieron y al término del tercer cuarto el marcador señalaba un duro 52-42. Mientras, en Madrid, el Manresa ganaba de seis en el minuto 30: 49-55.
Un parcial de 8-2 en el inicio del último cuarto dejó ya el partido imposible en Zaragoza (60-44). Del esperanzador 35-37 a un desolador 60-44. Un hundimiento increíble, inexplicable, que deja en muy mal lugar a los jugadores. Con Dani Díez en el banquillo por unos problemas físicos sin concretar, ¿dónde estaban Jordan, Grimau y Doblas? Por no hablar de los demás, claro. Que Abercrombie sea el mejor no era una buena señal. La única esperanza ya era que el Madrid se pusiera las pilas y remontara al Manresa. Pero no sucedió. Los minutos pasaban y los de Pedro Martínez seguían ganando. El 76-83 a tres minutos del final hacía que se mascara una tragedia que se consumó con el 80-90 definitivo. Un año sin perder en casa y justo fue a hacerlo ayer el equipo de Laso, ese amigo del club...
La jornada apuntaba a salvación agónica, pero salvación y al fin y al cabo, y acabó con un descenso que duele en el alma después de una tarde angustiosa. Ahora vienen esos días en los que toca esperar a que los equipos que suban de la LEB -el Burgos y el ganador de la final entre Ourense y Lugo- decidan si pueden hacer frente a los estratosféricos gastos que supone entrar en la ACB. Por ello, puede que el GBC siga en la elite, tal y como sucedió hace dos años, cuando bajó en la pista y se salvó en los despachos. Pero el batacazo de ayer requiere de una reflexión más profunda. ¿Merece la pena seguir con un proyecto cuyos cimientos económicos se tambalean y que en las tres últimas temporadas ha bajado dos veces? Al Gipuzkoa Basket y en general a todo el baloncesto del territorio le esperan unos días intensos y decisivos.