“Lo pasé francamente mal”, analiza el joven zaguero de Nájera, soleado el pueblo mientras el color teja corona la localidad a media tarde. Habla el manista de La Rioja de cuando estuvo lesionado, pero también de lo que pasó antes. En junio de 2013, el najerino se coronó en el Labrit de Iruñea con la txapela del Manomanista de Segunda ante Danel Elezkano (22-15) y se le abrieron las puertas de muchas opciones. La más importante fue la de San Mateo.

Cecilio y él tuvieron la suerte de contar con un billete para el torneo. “Me marcó mucho lo que pasó, me llevé un palo increíble. Era una oportunidad que quería aprovechar y todo se torció”, confiesa. El riojano estaba citado junto a Aimar Olaizola, que en las semanas previas se rompió el bíceps en Bermeo, así que cambiaron su pareja y le colocaron un mixto con Xala. “Tenía muchas esperanzas puestas en la feria y todo se truncó”, admite Untoria. Y es que, en el arranque, empatados a 14 ante Irujo-Cecilio, la espalda del zurdo lapurtarra sufrió un pinchazo y quedaron varados en ese cartón.

El delantero no volvió y tomó su puesto en el siguiente duelo Jon Jaunarena ante Idoate-Barriola. Cayeron 22-7. “Aquello me afectó demasiado. No me dejó seguir. Consideraba que era una oportunidad muy importante y que se me iba cerrando. Eso me dejó tocado. Y luego vino lo del brazo”, argumenta.

Su empresa no confió en él para el Parejas de 2014 y sí en Andoni Aretxabaleta, que llegó a la final por méritos propios y este campeonato, casualmente, le ha cedido su sitio. Entró en Segunda y una contractura en el brazo no le permitió encontrarse. El riego le falló y la mano no recuperaba. “Un calvario”, define. Un mal año. Sin confianza, sin ritmo, sin posibilidad de entrenar. “Se me juntó todo”, especifica.

Los médicos no conseguían encontrar la razón de que la mano estuviera tan justa y todo venía de un problema muscular. “Me dolía el cuello, pero no le daba importancia”. Le cogía el brazo, la mano, el cuello? En dos semanas pudo ir reencontrándose, pero costó dar con la clave. Hasta vivir un sueño: arrancar en Segunda, aterrizar en Primera e irrumpir en las semifinales y la final del campeonato junto al mejor Oinatz Bengoetxea. Eso es el pasado.

En el bar de sus padres, donde Álvaro, su padre, guarda diariamente los recortes de prensa de pelota, a Untoria ya le ha tocado de vez en cuando echar alguna que otra tarde. “En fiestas y así, si toca venir a ayudar, vengo. Normalmente, cuando hay jaleo”, afirma el guardaespaldas, mientras observa los cuadernos de pelota familiares.

En una de las páginas aparece la crónica de la final que ganaron Xala-Lasa III a Olaizola I-Patxi Ruiz. “Una vez venía de jugar con Matute y se pasó media tarde mirando estos libros. Poca gente puede tener toda esta información”, analiza. Álvaro padre asiente, mientras atiende a los parroquianos, liados entre partidas de mus. El zaguero es el centro de atención. Varias fotos suyas decoran la pared del bar. Una de ellas con Rico IV. Antes de debutar, Untoria fue campeón del mundo individual, de España y de la Copa del Rey. Cuenta el zaguero que mucha gente le dice que parece que ahora está más fino, pero que pesa lo mismo que entonces. “Siempre he sido grande, fuerte, pero los últimos meses metí más carrera. Suelo salir a correr tres días a la semana y creo que mi cuerpo lo ha notado en el frontón”, recita Untoria.

Afuera, en la parte de atrás de la sociedad Círculo Católico está la parroquia de Santa Cruz. “Aquí di bastantes de mis primeros pelotazos. Si se fija, tiene hasta una marca como si tuviera una chapa”, revela. Por entonces era un crío Untoria. “Recuerdo que un día, tendría yo entre tres y cuatro años, estaba merendando dentro del bar y vino Domingo Sacristán, que llevaba la escuela de pelota, y les dijo a mis padres: a este me lo llevo yo al frontón, luego os lo traigo. Fui el primer día y nunca lo dejé. Mis padres se quedaron un poco asombrados de que se llevaran a un chaval tan pequeño a jugar con ellos”, certifica. También influyó en su pasión que en Baños de Río Tobía “mi tío llevaba el frontón y mi abuelo tiene una pasión terrible”. Mariano Hervías le acompaña a todos los partidos. Su abuelo es su primer fan.

Su hermano, Santiago, de 31 años, coqueteó con la pelota, pero se decantó por el fútbol al final. “Era un buen zaguero. Yo le seguí en todo lo que hizo en deportes. Si él se apuntaba a pelota, yo iba al frontón. Jugando era puro nervio. Muchas veces me dice que ahora se apena, que haber qué hubiera pasado si seguía en la pelota”, señala Untoria.

Además, el pequeño Álvaro siguió a Santiago a la escuela Los Topos de patinaje y aún lleva un par de patines en el maletero. “En Nájera siempre ha movido gente ese deporte. Había desde hockey patines, que jugué, hasta patinaje artístico. Tenía tirón, estaba muy arraigado. Mucha gente del pueblo ha pasado por allí”, añade. Se llegó a romper la muñeca derecha el de Asegarce saltando una rampa. “Me tocaba ir al frontón a jugar con la derecha escayolada. Solo le daba con la izquierda”, recita. Pero jugó además a baloncesto, llegando a la final de un torneo 3x3 en Logroño, al que fue directo de un partido en Fuenmayor, quitándose los tacos en el coche de los padres. “Siempre me ha gustado el deporte y me defiendo en la mayoría”, sostiene. En fútbol, es del Barcelona y “todos los días me toca aguantar a David Merino, que es del Madrid”.

Bendita locura La escuela de Nájera de pelota tiene un frontón precioso, verde oscuro, bastante moderno, con un aroma interesante. Comenta el najerino que “lo inauguró Julián Retegi, pero no recuerdo si llegó a jugar aquel día”. Fue en el 98. “Yo tenía ocho años y jugué de blanco”, evoca. Por entonces, Alberto del Rey, quien fuera profesional con Aspe, ejercía de entrenador y aún se recuerdan cosas de cuando Untoria era crío. Alberto trabaja en una inmobiliaria en Nájera, muy cerca de la parroquia de Santa Cruz. El zaguero pasa por allí después de hacer el paseo de los puentes, que es el “recorrido que hago siempre antes de los partidos”. Todo el mundo le para y le recuerda el “bendito lío” en el que se ha metido.

Un lío en el que lleva desde que le dijeron que iba a subir hacia arriba y Andoni Aretxabaleta, un chaval honesto “de los pies a la cabeza”, renunció a tomar parte en la competición porque las lesiones no le daban tregua. Desde entonces se ha jugado el tipo en cada jornada hasta la final. “Mucha gente me preguntaba si iba a cambiar mi modo de afrontar los partidos siendo suplente o titular. A mí eso me da igual. Yo salgo siempre a tope. Hay que demostrar en cada choque”, revela. Y para eso, según él, Oinatz ha sido el mejor compañero. “Tengo mucho que agradecerle, ha sido mi mejor apoyo”, apuntilla el de La Rioja.

Nájera ya ruge con ganas ante la cercanía de la final y el regreso de un riojano a la búsqueda del cetro del Parejas este domingo en el Bizkaia de Bilbao. “Se está armando mucho revuelo. Algún autobús ya saldrá de aquí a Bilbao para ir a verme”, anuncia el guardaespaldas.

Lo cierto es que la juerga está prácticamente asegurada, porque en Nájera se celebran Sanprudencios y el próximo lunes se lanza el txupinazo que da el pistoletazo de salida a los festejos. “Todavía no me han llamado para dar el pregón, esperarán a ver si consigo la txapela o no”, dice de broma Untoria. No pierde la sonrisa. Y menos después de su resurrección.