el billar, juego de salón, muy lejos de los aros olímpicos, sirve para ilustrar la naturaleza del mecanismo que articula el engranaje del dopaje, la lacra del deporte. "Como ocurre con el billar, el dopaje es una cuestión de carambolas (efectos que se pretenden). La primera no es la importante para obtener el resultado deseado, lo son las que vienen después, las otras carambolas (los efectos secundarios) son las que sirven para lograr el objetivo, los resultados que el tramposo quiere y que nosotros tratamos de detectar. Por eso resulta tan complicado rastrear la trampa", expone un médico deportivo que trabaja en esa lucha perpetua, en esa historia interminable contra el fraude deportivo, la sombra más oscura de la competición, su lado tenebroso. La luz de la linterna que intenta iluminar esas siluetas negras, esa manchas que pringan el deporte, resulta cada vez más poderosa. Los métodos de detección son cada vez más exactos y efectivos. A pesar de esos avances, la sofisticación del dopaje -un negocio que mueve mucho dinero- alimenta una carrera de la que no se intuye el final, aunque las distancias con los infractores se han recortado en los últimos tiempos. "En el caso del control antidopaje la diferencia se va reduciendo a pasos agigantados. La distancia es corta, cada vez más, pero haberla, la hay", explicaba Jordi Segura, director del laboratorio antidopaje de Barcelona y miembro de la comisión médica del COI (Comité Olímpico Internacional) en una entrevista a este periódico.

Por esa distancia, tal vez una grieta, corta en cualquier caso según las autoridades contra el dopaje, se infiltran los tramposos y la historia de un equipo de reporteros alemanes que recientemente ha obtenido una muestra de una sustancia prohibida en el mercado negro en el marco de una investigación periodística. La sustancia, desarrollada al parecer por un científico ruso, fue adquirida por los reporteros, que posteriormente la remitieron a unos laboratorios de Colonia especializados en la lucha contra el dopaje para su análisis. Mario Thevis, un experto en la materia, desentrañó la muestra de un producto conocido pero que en su nueva versión (cambios en el peso molecular), dispone de otros matices desconocidos que la harían, de momento, indetectable. La sustancia en cuestión es una variación de la Mechano Grown Factor, conocida por sus siglas (MGM), un producto muy extendido en el mundo del culturismo y en deportes en los que manda la fuerza. Sin embargo, su evolución, su nuevo disfraz, dificulta su rastreo. "Para llevar a cabo los controles y poder detectar las sustancias prohibidas, lo fundamental es saber qué se busca. Si no sabemos lo que se busca es como si habláramos de algo indetectable", matiza un médico deportivo presente en infinidad de controles antidopaje.

¿Pero qué es y para que sirve la MGM de nueva generación? "Digamos que es una variación del IGF-1 (Insulin-like Growth Factor 1, factor de crecimiento insulínico de tipo 1) que producen los músculos cuando se ven sometidos a resistencia mecánica (hacer pesas por ejemplo), y he ahí su nombre de Mechano Growth Factor (su nombre más real sería IGF-1Ec). De alguna manera activa las células satélite de los músculos ayudando a su reparación tras un entrenamiento que produzca daño muscular. Estimula también la retención de nitrógeno y la síntesis proteica y digamos que es uno de los factores clave que deciden si un músculo crece o no", radiografía Jordan Santos, doctor en Biología y miembro del grupo de Investigación de Ciencias del Ejercicio y Medicina del Deporte de la Universidad Sudafricana de Ciudad del Cabo.

hacer crecer al músculo Facilitar la captación de nitrógeno en las células es un proceso básico para formar proteína y después poder fabricar nuevas fibras musculares. Esa acción es natural, la produce el cuerpo. Sin embargo, la sustancia aceleraría el proceso de forma artificial. "¿Maneras de que tus músculos crezcan? Pues entrenar y producir MGF por nosotros mismos... o pinchártelo y dejar que haga su magia. Hasta donde yo sé los culturistas lo usan, pero lo de Sochi era la primera noticia que tenía respecto a su posible uso en deportes olímpicos. El problema es que sería indetectable ya que ¿cómo demostrar que el MGF no viene de estar entrenando o haciendo pesas?", se pregunta Jordan Santos sobre un producto, todavía indescifrable para las agencias antidopaje, y que se sospecha podría estar presente en los Juegos Olímpicos de Sochi, un escenario al que habría llegado después de pasar varios filtros porque, dicen los expertos que los "experimentos se hacen con gaseosa. Al mercado de las grandes citas las sustancia prohibidas suelen llegar muy "perfeccionadas" tras haber sido probadas tiempo atrás en deportistas de menor nivel y en competiciones no tan rutilantes. "Nadie se arriesga a ser una cobaya o a probar algo nuevo en un gran evento, cuando mayor es la vigilancia y mejores los métodos de detección. Eso es arriesgarse demasiado", estiman los estudiosos.

Estos sostienen que el punto de unión entre culturistas y deportistas que, a priori, se encuentran en las antípodas de la orgía de la hipertrofia muscular, lo ofrecería la MGF, capaz de aproximar a deportistas tan dispares. "El desarrollo de la fuerza es muy beneficioso para todo tipo de atletas. Uno piensa en un esquiador de fondo y se imagina a alguien delgado y resistente. Pero no es menos cierto que una mejoría en el porcentaje muscular le favorecería en el esfuerzo a realizar porque disponer de un mayor proporción de masa muscular es muy importante", agrega un médico deportivo que apuntala su tesis en algo más cotidiano: "A las personas mayores también se les recomienda que desarrollen la fuerza para mejorar el equilibrio o evitar caídas. Ser fuerte es bueno".

un método de detección El reto que se presenta para los rastreadores del fraude es dar con un sistema capaz de detectar la trampa, como antes se hizo con los tests que desenmascararon la EPO, los anabolizantes o los esteroides, entre otras sustancias prohibidas. Si la nueva MGF cristaliza, en el horizonte de las autoridades contra el dopaje se impone desarrollar un método eficaz y válido que encienda las alarmas sobre la ganancia muscular de mentira, sobre la fuerza alimentada artificialmente camuflada como si se tratara de un proceso orgánico. "El protocolo, como en otros casos, siempre es el mismo. En primer lugar se tiene que saber qué es lo que se busca exactamente para poder conocer las propiedades de la sustancia en cuestión y así poder tener la mayor información posible para saber cómo actúa, cuáles son sus mecanismos y sus efectos. Una vez que se conocen las particularidades de la sustancia, se trata de dar con un método que, por ejemplo, muestre las diferencias entre lo natural y lo artificial. Esa es una vía. Pero no es la única. Para saber si un producto prohibido ha sido utilizado también se puede acudir a los marcadores, que nos avisan de que un producto se ha empleado porque al analizarlo se detecta la presencia del marcador que ha sido agregado a la sustancia (como los billetes marcados)". En Sochi, de momento, los únicos billetes que circulan son los rublos, a la espera de que, tal vez, se empiece a jugar al billar.

1886. Es en ese año cuando se presenta al parecer la primera muerte relacionada con el dopaje. Un ciclista, Arthur Linton, fue el primer fallecido.

1904. El maratoniano Thomas Hicks empleó una mezcla de brandy y estrictina para competir en los Juegos Olímpicos de San Luis (Estados Unidos).

1930. Se producen las anfetaminas que sirvieron como sustituto de la estrictina. Su éxito fue absoluto.

1950. Los soviéticos comienzan a utilizar hormonas masculinas para ganar en resistencia y potencia. La respuesta norteamericana, los esteroides.

1952. Varios patinadores enfermaron en los Juegos Olímpicos de invierno por el uso de anfetaminas.

1960. El doping se cobró la vida de otro deportista en los Juegos Olímpicos de Roma. El ciclista danés Kurt Jensen, por una sobredosis de anfetaminas.

1964. El aumento de la masa muscular en los JJ.OO de Tokio llama la atención.

1967. La muerte de Tom Simpson, por anfetaminas, en el Mont Ventoux enciende las alarmas. El COI empieza a enfocar el dopaje como un gran problema.

1968. El COI pasa de las palabras a los hechos y establece un listado de sustancias prohibidas. Comienza la lucha contra el dopaje. En los Juegos Olímpicos de México se recogen muestras para ser analizadas.

1988. 20 años después se produce un hito. Ben Johnson da positivo por anabolizantes en la prueba estrella del atletismo, los 100 metros, de los JJOO de Seúl. Despojado de la medalla de oro, fue suspendido con dos años. Lo más importante es que cambió la percepción social sobre el dopaje.

1998. El escándalo Festina, del Tour, fue otra vuelta de tuerca en la lucha contra la trampa. Los 90 fueron los años dorados de la EPO.

2002. Con esa sustancia dio positivo en los Juegos de Invierno de Salt Lake City el esquiador español Johan Mühleg.

2003. Estalla el caso Balco, el del THG, un esteroide sintético. Caen atletas de la talla de Marion Jones, Tim Montgomery...

2006. En los Juegos de Invierno de Turín aparece el caso Humanplasma. Unos laboratorios están implicados en las transfusiones de sangre.

2007. El Comité Olímpico Alemán compensa a 157 exatletas de la antigua RDA. Entre 1970 y 1989 10.000 atletas fueron dopados siguiendo un programa nacional.