Donostia. El rugby, y más concretamente la Copa del Mundo de 1995, jugó un papel providencial en la biografía de Nelson Mandela y en la historia de la nueva Sudáfrica nacida tras el apartheid. El momento en el que el líder africano y del capitán de los springboks, François Pienaar, se estrechan las manos tras conquistar el torneo se convirtió inmediatamente en un icono de la reconciliación entre los blancos y los negros de aquel país y en el símbolo de los valores de respeto y convivencia que transmite el deporte. Y es que Mandela, de forma absolutamente consciente, transformó aquel Mundial y aquella selección en un instrumento de unión entre todos los sudafricanos.
En su libro El factor humano, de 2008, el escritor y periodista John Carlin relata aquellos días en Sudáfrica. En la presentación de esta novela en Donostia, el escritor y periodista inglés explicó en su día a NOTICIAS DE GIPUZKOA que "la final de la Copa del Mundo fue la pieza final del puzzle. Nunca antes blancos y negros habían tenido un objetivo compartido. De repente, todos se unieron, y esa creación de un sentido de nación fue muy importante. Blancos y negros ocupaban el mismo espacio, pero eran dos o más países". "Mandela evitó una guerra o, como mínimo un movimiento terrorista blanco. En ese momento había blancos que pensaban tomar las armas contra el régimen democrático, pero, tras ese partido, simplemente no se podía, porque vieron que no contarían con ningún apoyo".
Hasta aquel torneo, el rugby interesaba únicamente a la población blanca de Sudáfrica. Para Carlin, en aquel país este deporte "fue un símbolo de división racial para los negros, y lo fantástico fue cómo Mandela transformó este ejemplo de división, de odio y de racismo en un instrumento de reconciliación. El rugby era el único deporte capaz de dar semejante vuelta, y en cierto modo eso simboliza ese cambio y todo el paso del apartheid a la democracia".
El escritor explica que "los negros no tenían acceso a la primera división. Tenían sus pequeñas ligas, y un negro no podía jugar en la selección. Además, el rugby es un deporte violento, físico, y en cierto modo ejemplificaba la mano dura contra los negros, que detestaban el rugby y a los springboks. Para los blancos, por el contrario, era casi una religión. Mandela utilizó el rugby y la final del Mundial como herramienta para unir, a pesar de que entre los quince jugadores que disputaron este partido solo uno no era blanco, y era un mestizo que había sido sargento en el Ejército, con lo cuál no era precisamente un activista anti apartheid".
El líder sudafricano consiguió que la población negra también apoyase a los springboks, que los considerasen su equipo, y conquistó la simpatía de los blancos al apoyar a la selección. En el libro de Carlin, que sirvió de inspiración para la película Invictus de Clint Eastwood, se narra también cómo, instantes antes de la final, cuando el entonces presidente de Sudáfrica salió al césped a saludar a los jugadores vestido con la camiseta de los springboks, el público de la final, blanco casi en su totalidad, comenzó a vitorear a Mandela.
Para poner el final perfecto a este estado de comunión, Sudáfrica conquistó la Copa del Mundo en un desenlace épico, gracias a un drop en el tiempo añadido frente a la todopoderosa Nueva Zelanda del gran Jonah Lomu (15-12). El equipo sudafricano ganó así el título en su primera participación, después de haber sido excluido del torneo en 1987 y 1991 a causa del apartheid.
Minutos después de alzar el trofeo, el capitán de los springboks, Pienaar, aseguró a pie de campo que habían ganado este título no solo para los 60.000 aficionados presentes en el estadio de Ellis Park, sino para los 43 millones de sudafricanos. Algo había cambiado en Sudáfrica.