hendaia. ¿Cuál es el secreto de su longevidad?
Una vez, le leí a Martín Fiz decir que una vez que cumples los 40 años, si te lesionas, es fundamental parar e intentar recuperarte de esa lesión, porque si no las vas arrastrando. Y yo que cumplo 50 y arrastro varias lesiones, al final tienes que convivir con el dolor, con las molestias... Y cuidarte en los pequeños detalles, en la alimentación, en estirar...
Evidentemente, le merece la pena.
Claro. Sé lo que es entrenar con malas sensaciones o ir a competir cuando al levantarme por la mañana no podía ni andar y me decía ¡a dónde vas! Pero el día que ese dolor pasa a molestia o esa molestia incluso desaparece, ese día corres que vuelas y la sensación es magnífica.
¿Eso es cuestión de carácter o edad?
Todo. Tengo gran espíritu de lucha. Puedo estar muerta y seguir sufriendo. Es algo que me ha dado la veteranía. Lo veo en las jóvenes que tienen más calidad que yo pero les falta esa capacidad de sufrimiento en el momento clave, en ese momento en que te estás muriendo, pero sigues mientras otras igual se van quedando. Ese espíritu de lucha, esa moral, esa motivación, no se me han ido. Y es lo que me ha llevado hasta aquí.
En su caso, le ha ayudado el apoyo familiar. Si no, sería impensable.
Es fundamental. Mi pareja (Josetxo Vaqueriza) hace atletismo, él me entrena y yo le entreno. Hasta hace poco, era mi manager, las niñas hacen deporte... Y también está el estilo de vida que llevamos. Nos cuidamos, somos vegetarianos, vivimos en un ambiente lo más natural que podemos. ¡Respiramos atletismo! No es fácil, y menos para una mujer, ir acarreando con tu pareja e hijos a las carreras. Conozco muchas mujeres que se casaron, tuvieron hijos y dejaron el atletismo. Pero cuando la pasión es compartida, es más fácil.
¿Cómo se organizan el día?
Solo los domingos entrenamos o competimos juntos. Él trabaja en San Sebastián, de siete a una en Auzmendi, y vuelve a casa ya entrenado. Yo, en cambio, llevo a las hijas al colegio a las ocho y media y me voy a correr. A las once y media las recojo y vamos a comer. Mi momento es de ocho y media a once. El resto del día ya estoy a disposición de ellas.
¿Sobrelleva la soledad del atleta?
Desde jovencita estoy acostumbrada a entrenar sola, aunque cuando comencé en el Club Atlético Urumea de Hernani, nos juntábamos varias.
¿Por qué se inició en el atletismo?
A través de mi hermano mayor, Paco, que un día me dijo que en su cuadrilla había una persona que entrenaba a alguna chica, y como yo era muy activa, siempre jugando con el balón o la pala, fui a probar, y me enganchó. Aquel entrenador era Evaristo González, y con él estuve los diez primeros años de mi carrera deportiva y fui campeona de España de cross junior y de maratón y bajé de tres horas. Le estoy muy agradecida.
Siga, siga con su vida atlética.
Después estuve con Eugenio Hernández Galán, con el que formamos un equipo, el Laister, en el que estuve muchos años. Yo era la secretaria del club y trabajaba en la tienda, pero más que una tienda era un consultorio, porque todo el mundo pasaba a contar sus problemas o lesiones. Después, desde que estoy en Hendaia, mi marido y yo tenemos los suficientes conocimientos como para autoentrenarnos por sensaciones. Quién me va a decir a mí que hoy debo hacer series si resulta que estoy fatal o que mis hijas se han puesto enfermas y no he dormido en toda la noche. He bajado mucho el volumen de entrenamiento: procuro competir todos los domingo y entre semana limitarme a hacer unos cambios el miércoles. Muscularmente no recupero como antes, pero salgo todos los días. Con eso, con mi amor propio y mi sufrimiento, tiro para adelante.
¿Apuntaba sus entrenamientos o se limitaba a hacer lo que le decía el entrenador sin pensar en el porqué?
¡Uff! Ahora ya no, pero antes sí tenía mi carné de corredor y apuntaba mis entrenamientos. He sido maratoniana, pero hacía de todo, cross, pista, 400 metros, 800, 1.500... Apuntaba todo: mis entrenamientos, los kilómetros semanales y mis sensaciones, que era lo más importante. Eso lo aprendí con Eugenio, y yo que soy muy metódica disfrutaba anotando.
Incide mucho en sus sensaciones. ¿Ha utilizado el pulsómetro?
Josetxo sí lo ha usado alguna vez, pero yo, nunca. Y eso que he ganado alguno en alguna carrera. Conozco también mi cuerpo, que sin reloj sé a qué ritmo hago cada kilómetro. Claro que hay atletas de elite que lo utilizan, pero sobre todo lo veo interesante para los atletas populares que no llevan mucho tiempo en esto y que no controlan bien los ritmos.
¿Cuándo debutó en el hipódromo?
No lo sé. El otro día encontré una foto de 1978, así que en aquella edición ya estuve. Tenía 17 años, y me tuve que retirar. Quitando alguna lesión o algún embarazo, habré corrido más de treinta años. Entonces, Lasarte y una serie de crosses eran obligatorios para aspirar a ir con la selección española. Ese año 1978 ya fui internacional en Agen (Francia). Creo que mi mejor puesto en Lasarte fue un octavo. Para mí, que soy de Hernani, Lasarte era una segunda casa.
Como le oiga Odón Elorza...
Sí, bueno, es el Cross de San Sebastián, pero para mí está en Lasarte, que bien de veces fuimos andando desde Hernani. El cross de Elgoibar me gusta por el circuito, que es precioso, y en 1981 fui segunda en el circuito de Lerín. Los crosses de Eibar, Errenteria, Hernani... me gustaban, pero Lasarte es muy entrañable.
¿Qué recuerdos le vienen?
Sobre todo ahora recuerdo cuando casi me rompí el tendón de Aquiles en 2004. A falta de un kilómetro me dio el pinchazo y no podía andar. La última recta llegué coja, llorando con el gemelo roto, y al salir en ETB tuvo mucha repercusión en el mundillo. Pero el cross de Lasarte nos ha dado muchas páginas bonitas y lo tenemos que cuidar. Hace unos años, cuando solo salieron cuatro o cinco atletas (fueron cinco), parecía que esto se nos moría, pero entre todos debemos sacarlo adelante. Es más, mi hija, que este año es alevín, me ha dicho: "ama, voy a correr porque es tu cumpleaños", y me hace una ilusión terrible. No la podré ver mucho, porque compite justo antes que nosotras y estaré en cámara de llamadas. Además, me pongo muy nerviosa.
¿Nerviosa a su edad?
¿Viéndole correr a mi hija? ¡Mucho! Bueno, y corriendo soy de dar de comer aparte. Cuando era joven, me tenían que decir que iba a competir la víspera de la carrera o dos días antes. Si no, era incapaz de comer ni dormir en toda la semana. Y eso no se cura con el tiempo. Vas madurando y controlando un poco más, pero el retorcijón ese que te sale en el estómago no se cura. Siempre quiero dar lo mejor de mí. Si no estoy bien, quiero hacerlo lo menos mal posible; y si estoy bien, también quiero hacerlo. Nadie me exige más que yo misma.
El gusanillo que se te pone la víspera o el día de la carrera, sigue ahí. Quizá sea esto lo que me hace mantener la chispa. Va con el carácter.
¿De qué cita está más satisfecha?
De muchas. Yo fui la primera campeona de España junior de cross, en Alsasua. Corrimos con las seniors, y fui la novena en la general, con gente como Carmen Valero, Amelia Lorza, Pilar Fernández... Era imposible quedar más arriba. Dos semanas antes, en el mismo circuito, se disputó el campeonato vasco-navarro-riojano, y fue catastrófico. Me ganó gente que no lo había hecho nunca. Por eso, hacer novena, fue una gran alegría. Me fui a la ducha y ni sabía que era la campeona junior. En el podio coincidí con Carmen Valero y Mariano Haro, y esa carrera me marcó mucho. Al año siguiente quedé sexta, y ya empecé con los maratones. Quizá di el salto al maratón demasiado pronto. Debí aguantar más en distancias cortas, pero corrí la maratón de San Sebastián con 17 años y batir el récord de España, algo irrisorio porque era 3h27, nos entró un poco la ansiedad, a mí y al entrenador, de querer hacer cosas en el maratón, dejando de lado otras cosas que podía haber explotado más.
Fue la primera campeona estatal de maratón, en Oiartzun. Una pionera.
¡Qué tiempos! Entonces, las mujeres corríamos por un lado y los hombres por otro. He corrido maratones con cuatro mujeres en la salida, y era desolador. Era darse el ¡pum! y ya cada una de las cuatro iba por su lado. ¿Sabes lo que es hacer 42 kilómetros sola desde el pistoletazo? Y qué circuitos. En Oiartzun, era subir y bajar por el mismo circuito ocho veces. ¡No sé cómo no se nos fueron las ganas de correr! Era insufrible.
Al menos, le permitió viajar...
Recuerdo la maratón de Londres, en la que salí con intención de bajar de 2h50 para que me dieran una beca nacional. Hice 2h48, pero corrí en la carrera popular porque para acceder a la carrera elite femenina pedían menos que mi marca, que era 2h56. Hice 2h48 pero no me dieron la beca porque decían que como corrí con hombres populares, me habían ayudado. ¡Eso era incentivar a las atletas! Y mira ahora, que puedes correr con los hombres y te ponen hasta liebres. Ese mismo día, (la madrileña) Icíar Martínez hizo 2h49 que sí le valieron porque corrió con las mujeres. Entonces, tenían mucha prioridad las que entrenaban en Madrid.
Y claro, una hernaniarra tan txiki...
Mira Amelia Lorza, que tenía una calidad impresionante, pero siempre vivió aquí y era como el patito feo. Yo también pude haber ido a Barcelona o Madrid e igual hubiera llegado más lejos, pero preferí hacer mis cosas aquí, con mi familia, en mi mundo.
¿Cómo recuerda aquellas concentraciones en Madrid siendo tan joven?
Solíamos ir en Navidad y Semana Santa. La primera vez fue cuando gané ese Campeonato de España. Era una niña, y entre que era muy tímida y me veía rodeada de estrellas que parecían gigantes, me quedaba callada. Me llamaban la mudita, pero me trataban muy bien. No era como ahora, que al Mundial o al Europeo van juniors, sub"23 y seniors. Entonces, todas corríamos en la misma categoría y solo iban las seis primeras.
¿Hablamos de premios?
Aquella época eran todo regalos, sobre todo relojes de todos los tipos: de pulsera, de mesa, de pared... En Elgoibar daban cafeteras, cuchillos, relojes... En Lasarte recuerdo un juego de café. Llegabas a la meta y te daban un número que luego canjeabas por un premio, un reloj, una tetera... Lo de los premios en metálico llegó más tarde. Pero no veas lo contenta que te ibas a casa con tu cafetera o tus trapos de cocina.
Es una de las últimas románticas...
Desde luego, todo ha cambiado. Para mí lo importante era quedar a gusto con la carrera. Y si luego, en la crónica de Hernani, ponían algo de ti, eras más feliz. Para eso, Evaristo era un número uno elogiando a sus atletas. Con 14 años, ¿qué vas a pedir?
Eran otros tiempos...
¡Y tanto! Dices de mí, pero ¿qué dirán Mariano Haro, Mamo Wolde y compañía si hubieran cogido esta época? Se habrían hecho millonarios, aunque algún dinero ya les llegaría.
¿Siente que le echan del atletismo?
Al contrario. Muchas veces digo que el año que viene me jubilo, y me dicen que cómo me voy a jubilar si sigo ahí. Y, por un lado, es cierto. En 2008 fui campeona de Gipuzkoa. ¿Que no hay nivel o gente corriendo? De acuerdo, pero las atletas vienen y van, como Itziar Urdangarin, Iratxe Aranburu y otras, y yo sigo ahí. ¿Que se han lesionado?, ¿que han sido madres? Es lógico, pero yo también he tenido lesiones y he sido madre. También podía haber dicho que lo dejo, pero sigo ahí.
¿Alguna vez ha dicho que lo deja?
Decirlo, muchas veces (sonríe). En 2004, cuando me lesioné en el Aquiles, estuve año y medio medio parada. Quise recuperarme rápido porque el Mundial de veteranos de 2005 era en San Sebastián. Me precipité al volver demasiado pronto, y ya corrí en Lasarte, aunque fuera de forma. Estuve que no podía andar, pero le di la vuelta y en 2008 gané el Campeonato de Gipuzkoa y todos los crosses. Cuando pienso en jubilarme, me río yo sola, porque si lo hago, se van a quedar solas (risas).
¿Ha conocido muchas promesas que se han quedado por el camino?
Muchas. En Gipuzkoa, me acuerdo sobre todo de Carol Rossel, de Irun, que también quedó campeona de España junior de cross (en 1981 en Madrid), y no llegó ni a promesa. Lo dejó asqueada... Sus motivos tendría. O Jordi García... Ahora hay muchos chavales en escolares o cadetes, pero luego, cuando tienen que sacrificarse, lo dejan porque prefieren estar con los amigos o un deporte menos sacrificado. El atletismo es una actividad de todos los días, de seguir, seguir y seguir, y si estás bien, a disfrutar; y si estás mal, a echarle narices y seguir. Yo he pasado momentos malísimos, de estar insoportable, de no sentirme atleta, de decir, jo, ahora debo ir a entrenar, o de volver a casa desanimada a los veinte minutos. Pero es mejor ir a correr a 5 minutos o a 5:30, que nada. Siempre queda un poso para el día siguiente. Hace dos años, en mi último año con el Goierri Garaia, le llamé a Santi Pérez para decirle que no iba a ir al Campeonato de España de clubes. No podía ni salir de casa. Estaba muerta. Al final, se lesionó Ainhoa Sanz y no fuimos. Pero de pronto un día salí me sentí mejor y le di la vuelta. Quince días después de no poder ni correr, fui al Campeonato de España con Euskadi. Necesito el pelo de una mosca para motivarme.
(...)
Y en carrera es igual. Cuántas veces estás a punto de rendirte, pero se trata de superar ese momento, de pensar qué vas hecha una mierda pero la de al lado igual va peor. Lo más cómodo es retirarse, pero las pocas veces que lo he hecho he tenido remordimientos.
En el último campeonato vasco no pensaría en la retirada...
Hice una gran carrera. Me benefició que se corrió a ritmo, y eso me benefició. No tengo el nervio para ir rápido, pero a ritmo aguanto lo que sea. No me quedo en que el bronce me lo impidió una madrileña (con licencia guipuzcoana), sino en el cuarto puesto, que me ha dado alas, aunque igual en Lasarte no ando ni para atrás. A mí lo que me mueve ahora es la motivación, y si estoy motivada, que se aparten las demás. Yo busco mis motivaciones, y la principal ahora ya no es el puesto, sino correr bien. Pero si mañana puedo ser campeona o segunda de Gipuzkoa... Es que no hay muchas más y Ainhoa Sanz, que me recuerda mucho a mí por sus ganas y su genio, está lesionada. Luego por aquí andamos Pili Bodegas, Alizia Olazabal, Penélope Baños que tiene licencia guipuzcoana, no sé si Itziar Urdangarin... Ahora mismo no es difícil ser campeona de Gipuzkoa, porque somos poquísimas, pero si gano, qué le voy a hacer; somos las que somos. En el de Euskadi superé a cuatro que tenían que haberme ganado: Aparecida Augusto, Belit Solar, Eider Ares y Pili Bodegas.
Le tengo que preguntar por un tema de triste actualidad, el dopaje.
Hoy en día, el nivel está tan alto, la exigencia es tal, que la gente no tiene escrúpulos para hacer cualquier cosa con tal de conseguir fama y dinero. Me da mucha pena, porque en mis inicios no existía todo eso. He vivido todas las épocas, desde correr con zapatillas baserri, hasta la época de los mánagers, que en muchos casos sacan más que los propios atletas. Y para llegar a ese nivel, la tentación está ahí. Pero no solo para los atletas de elite, sino incluso en populares. Pero, ¿de qué sirve ser campeona de España si te has dopado? Los periodistas también tienen culpa, porque se somete a una presión... Mira (Hicham) El Gerrouj, que lo dejó saturado por no poder aguantar la tensión. Estos días he leído que Serhiy Lebid defraudó en su último año en Lasarte. ¿Defraudar? ¡Pero si la víspera estaba con cuarenta de fiebre! Y tampoco hay derecho a la nula presunción de inocencia. Mira los palos que se ha dado a Marta Domínguez o Nuria Fernández. ¿Han dado positivo? No. Para mí, son tan limpias como cualquiera, porque nadie ha demostrado nada. Y cuando vea a Nuria en Lasarte, la saludaré. Olé por ella, y olé por la organización por invitarla, porque no se ha demostrado nada contra ella y ahora mismo es inocente. Ahora se ha llegado a un punto en que se piden sanciones a perpetuidad, pero creo que si uno cumple una sanción, le quitan las medallas que le tenían que quitar, tiene todo el derecho para volver, aunque tú no te creas sus resultados o los pongas en duda. Eso es lo triste, que se ha llegado a un momento en que se duda de todo, en ciclismo, en atletismo, en tenis... Este no es el atletismo que conocí. Y me pilla muy lejos.