EN La Guerra de las galaxias, la saga fílmica concebida por el genial George Lucas, Pep Guardiola habría tenido sin duda el papel de un Jedi de cuajo. Sabio, irónico y reflexivo, pero también con un punto de picardía. O mejor dicho. Una cosa es ser todo eso; sabio, reflexivo, elegante, poderoso y guardián de las esencias futbolísticas, y otra parecer con semejante ramillete de virtuosismo un soso del cuerno. Seguramente Lucas le habría dado a Guardiola cierto matiz de Han Solo, aquel Harrison Ford con un punto pendenciero, como también lo tiene el técnico del Barça.

Porque el Guardiola modelo, triunfador, dandy del deporte, resulta que también tiene un lado oscuro, aunque sin llegar, ni mucho menos, a la tipología malvada del siniestro Darth Vader en la celebérrima odisea de George Lucas.

Por ejemplo. El técnico de Santpedor ha sido, junto a Hristo Stoichkov, el jugador con más expulsiones en toda la historia del barcelonismo. Guardiola vio nada menos que ocho tarjetas rojas con la camiseta azulgrana. Y sigue sin corregirse, pues en su corta trayectoria como entrenador ya ha sido expulsado en cinco ocasiones. La sombra del dopaje también le ha perseguido, desde que dio positivo por nandrolona el 21 de octubre de 2001, cuando militaba en el Brescia italiano.

Si como técnico es un lince, y su sagacidad para sacar talentos de la cantera es proverbial, no lo es tanto a la hora de realizar los fichajes, donde ha pinchado en hueso en bastantes ocasiones, dejando en las arcas del club azulgrana un agujero de proporciones considerables.

El follonero

Récord de expulsiones

Pep Guardiola, desde luego, nunca fue un jugador violento, sino todo lo contrario. Y sin embargo ha pasado a la abigarrada historia del club azulgrana como el futbolista que más veces ha sido expulsado. Nada menos que en ocho ocasiones, las mismas que el delantero búlgaro Hristo Stoichkov, compañero de fatigas en aquel Dream Team que construyó Johan Cruyff a comienzos de los años noventa, aunque con distintos baremos. Stoichkov era un auténtico guerrero. Le daban, pero también pegaba. Y se calentaba con los árbitros. Una de sus expulsiones fue por pisar al colegiado Urizar Azpitarte. Guardiola, ya entonces, ejercía de entrenador sobre terreno de juego, donde era la extensión de Cruyff. Y no paraba de hablar. A sus compañeros, a los contrarios ("hablaba hasta por los codos; parecía como si quisiera hasta ordenar el tráfico de los rivales", comenta al respecto un ex futbolista). Y con los árbitros, a quienes además recriminaba constantemente, circunstancia que sacó de quicio a más de uno. De ahí el récord de expulsiones por doble amonestación. Como la última, ejecutada por el asturiano Díaz Vega el 29 de mayo de 1999, en un Athletic-Barça (1-3) de la antepenúltima jornada liguera, con el equipo azulgrana, entonces dirigido por Van Gaal, con el título de campeón ya en el bolsillo.

Lo cierto es que Guardiola era incapaz de dar una patada, pero perdía, y pierde, el seny con frecuencia, atacado por una vehemencia incontenible. Para muestra, un escenario propicio para la combustión: un Real Madrid-Barça. En su último clásico, el de la campaña 2000-2001, en el Bernabéu, el colegiado, Losantos Omar, anuló en el tiempo añadido, con un empate en el marcador (2-2), un gol a Rivaldo a instancias de su juez de línea por fuera de juego posicional de Kluivert. Guardiola, que había sido sustituido momentos antes, saltó desde el banquillo. Se acercó al árbitro, puso la nariz junto a su cara y le dijo: "¿Sabes qué has hecho? ¡Has jugado con el sentimiento de un país!". Eso recordó Sergi Barjuán, su compañero, pendiente de aquella acción por si la cosa iba a mayores: "Estaba muy cabreado, porque jugamos muy bien y no ganamos por un error del árbitro. Y a Pep las injusticias le indignaron siempre, tanto en los campos como en la vida", ensalza el ex lateral.

Años después, Losantos Omar, en una charla informal en Lezama, rememoró aquel episodio. No recuerda aquella frase , pero sí que "Guardiola era muy respetuoso con los árbitros, por lo menos lo fue conmigo. Siempre fue el líder de su equipo, nos comentaba mucho las cosas, pero siempre con respeto".

"Más que hablar, retransmitía el partido", señala con sorna Fernando Hierro, quien tantas batallas libró contra Guardiola en el Madrid, aunque también lo tuvo de compañero en la selección, donde consolidaron su amistad.

Semejante actitud hacia la grey arbitral no la supo domeñarla con el paso de los años, sino todo lo contrario. Por eso le acusa, con razón, de pedir respeto para los colegiados y a la vez ser el primero en saltarse a la torera la su moralizante discurso.

No en vano, Guardiola ha sido expulsado en otras cinco ocasiones ejerciendo de entrenador, dos en su corta y exitosa carrera con el Barça B, y tres en sus dos primeras campañas dirigiendo al equipo blaugrana. Y no es que su pelea sea con los trencillas españoles, pues en su primera y triunfal temporada, en un partido de Liga de Campeones frente al Bayern de Munich, fue expulsado por pedir airadamente un penalti sobre Messi. Luego, tras el encuentro, en frío, pidió disculpas. "Un entrenador del Barça no puede hacer estas cosas. Me tengo que comportar, pero no soy capaz. También soy así". El lado oscuro.

Y no hay manera. Rubinos Pérez le mandó a la caseta por aplaudir la expulsión del canterano Muniesa, que debutaba ante Osasuna con la Liga ya ganada. En la quinta vez armó un follón de miedo. Fue en Almería, en plena galopada final hacia el título en dura pugna con el Madrid. Clos Gómez puso en el acta: "Y me dijo, pitas todo al revés", "no te enteras de nada", palabras que dirigió al pinganillo del asistente. Guardiola acusó a Clos de mentiroso. Según el técnico, su expresión fue "¡Le empuja, le empuja, árbitro! ¿No has visto que le empuja?".

Tras el altercado, el entrenador azulgrana no puso objeción a su expulsión, pero decidió recurrirla. ¿Otra vez el Guardiola rebelde y combativo? "Yo me equivoco y me voy a la grada, vale. Pero ellos mienten (por Clos Gómez y el asistente) y lo saben", aseguró con firmeza.

Lo cierto fue que el colectivo arbitral cerró filas y denunció al técnico ante el Comité de Competición, que le impulso una multa de 15.000 euros por llamar mentiroso al trencilla. Sanción que el Comité Español de Disciplina Deportiva rebajó a 1.500,3 euros meses después del incidente.

Guardiola se mantuvo en sus trece desatando, de paso, la polémica. Lo cierto es que en una filmación de Canal Plus se podía leer de sus labios que su versión era cierta.

El dopaje

La sucia mancha del positivo

Pese a sus cuitas con los árbitros, consecuencia de la pasión con la que siempre ha vivido el fútbol, y una vez refrescado por la ducha en la caseta, Pep Guardiola siempre ha presumido de dignidad y ética. Pero cuando acabó su periplo en el Barça y se enroló en el Brescia, ansioso de vivir nuevas experiencias en otras ligas, el fútbol se convirtió en un néctar amargo. La noticia resultaba difícil de creer: Guardiola había dado positivo de nandrolona en los controles antidopaje a los que fue sometido al termino de los partidos ligueros Piacenza-Brescia, el 21 de octubre de 2001, y Lazio-Brescia, del 4 de noviembre. Esa mácula persiguió al preparador blaugrana hasta el 29 de septiembre del pasado año, cuando el Tribunal Antidopaje de Italia, dependiente del Comité Olímpico Italiano (CONI), zanjó el tema al desestimar el recurso planteado por la Fiscalía Antidopaje contra la sentencia que absolvió al ex futbolista.

El técnico ha estado ocho años soportando la acusación de tramposo que implica un proceso por positivo. El jugador luchó con todo lo que tuvo a su alcance para demostrar su inocencia, que la maquinita en cuestión también mentía. Con su cuerpo delgado y longuilíneo, ¿para qué necesitaba la nandrolona? ¿Acaso se había puesto cachas?

Guardiola fue condenado a cuatro meses de inhabilitación, más una multa de 50.000 euros. Pero cumplida la sanción, Guardiola no paró hasta demostrar su inocencia, lo que finalmente lograron sus abogados tras la sentencia dictada por el Tribunal de Apelación de Brescia del 23 de octubre de 2007.

Los fichajes

Pocos príncipes, muchas ranas

Seis títulos, todos los posibles, Liga de Campeones incluida, en su primera temporada. Nueve en sólo dos campañas, con dos ligas, y encima humillando al Real Madrid, para regocijo sublime de la hinchada culé. El Barça ha tocado el cielo con él.

Es decir. Guardiola tiene licencia para equivocarse, y ¡vaya si se ha equivocado con los fichajes! De los diez realizados por el Barça en sus dos primeras temporadas la mando de la nave, sólo tres (Piqué, recuperado del Manchester United; Dani Alves y Keita, ambos del Sevilla) han triunfado. Los otros siete (Hleb, Cáceres, Maxwell, Henrique, Kerrison y sobre todo los más caros, Chigrinsky e Ibrahimovic) han sido un fracaso, de tal forma que el Barça, en un año, ha tirado 35 millones de euros en tan sólo dos jugadores: diez en el caso del central ucraniano, que regresó al Shakhtar, y 25 en el del delantero sueco, traspasado al Milan.