Donostia. La Clásica recuperó el estigma que la hizo grande. Lo reencontró en Jaizkibel, que volvió a ser decisivo en su segunda pasada al separar, como antaño, la paja del grano. Y entre los granos, tres pepitas de oro: Luis León Sánchez, Alexandre Vinokourov y Carlos Sastre. Tres representantes de dos generaciones. El murciano es el presente y el futuro. Kazajo y abulense son el presente... y el pasado: debutaron en profesionales en 1998, el año que Francesco Casagrande ganó la primera de sus dos Clásicas, en la época dorada de la prueba. A ambos, sin embargo, les batió al sprint Luis León.
El muleño, de 26 años, halló en el Boulevard la gloria que se le negó en el Tour, a él y a su Caisse d"Epargne, un equipo que es presente y, por ahora, aún no tiene futuro. "En el sprint, a rueda de Vinokourov, me acordé de Casar", el hombre que se le cruzó en la meta de Saint Jean de Maurienne. Ayer, en cambio, el kazajo hincó la rodilla y, junto a Sastre, dio lustre a un podio algo ajado en los últimos años. Cuando Jaizkibel había dejado de resultar decisivo.
El coloso, una de las tres joyas del ciclismo vasco junto a Urkiola y Arrate, reverdeció su leyenda con una criba como las de toda la vida. Y, como toda la vida, escogió a los hombres que vienen del Tour de Francia. Así, la carrera se la jugaron entre diez ciclistas: Samuel (4º en el Tour), Gesink (6º), Hesjedal (7º), Purito (8º), Luis León (11º), Roche (15º), Vinokourov (16º), Sastre (20º) más Zubeldia y Porte, los únicos que no sufrieron en la ronda gala para adquirir el golpe de pedal que ayer marcó la pauta de la prueba, como cuando vencían Indurain, Bugno, Armstrong, Alcalá, Dekker, Bettini o Jalabert. Jaizkibel volvió a ser Jaizkibel, una catapulta; y Arkale es un excelente trampolín. O una tumba, como la que ayer se tragó a Javier Moreno, el de menor pedigrí entre los once que eligió Jaizkibel.
Schleck, "cansado" Por el contrario, el dorsal con más galones en el último Tour, Andy Schleck, ni siquiera llegó al primer paso por Jaizkibel. Como el año pasado, cuando se cayó, ayer echó pie a tierra en el avituallamiento, sin llegar siquiera a Urnieta. El luxemburgués "está cansado", aseguraron en su equipo. La víspera había ganado un critérium en Sint-Niklaas (Bélgica) por delante de Jurgen van den Broeck y Vinokourov. En el avión privado de un amigo, viajó junto al kazajo. Aterrizaron en Vitoria pasada la medianoche y le fueron a buscar a Hondarribia, donde pernoctaba su compañero de viaje. "Llegó al hotel a las dos y media de la madrugada", lo excusaron. Poco más durmió Vino. Pero éste, como siempre, dio el callo.
Para cuando el kazajo despertó la bestia que lleva dentro, la Clásica ya había cumplido su guión habitual. Ocurre que los kilómetros en los que se hacía la escapada del día pero nunca pasaba nada -en 2008 la selección buena se hizo entre el descenso de Garate y el ascenso a Azkarate- se han recortado con el nuevo recorrido. En ellos, buscaron su protagonismo Pierre Cazaux (FDJeux), Jorge Martín Montenegro (Andalucía) -que en 2009 ganó como amateur las clásicas de Aiztondo y Santikutz- y Xavier Florencio (Cervélo), vencedor en el Bule en 2006.
Al de Iparralde, con calambres, lo electrocutó Jaizkibel. A los otros dos los cazaron Gorka Verdugo (Euskaltel), Juanma Garate (Rabobank) e Iván Gutiérrez (Caisse d"Epargne), lanzados a espera de que sus líderes, Gesink, Samu y Luisle, afrontaran el tamiz de Jaizkibel.
Gesink, a destiempo Con los aficionados volcados en más número que otros años, con el fuerte calor como testigo, pero sin la asfixia que padecieron durante el julio francés, afloraron los hombres Tour. Sin Contador ni Schleck, Samuel ejerció de capo. A unos cuatro kilómetros de la cima, al asturiano sólo le siguieron Vinokourov, Roche, Purito y Sastre. Radio-Vuelta anunció 15 segundos. Podían haber bastado si no lo remedian Hesjedal y, sobre todo, Gesink. El holandés, otra vez, fue demasiado impetuoso y, de nuevo, a destiempo.
Los gigantones de Holanda y Canadá arrastraron a sus ruedas a Porte, Moreno, Luis León y Zubeldia. Soberbio el usurbildarra, que a base de tras moto y de rehabilitar por las tardes su muñeca, exhibió casi las revoluciones que sólo el Tour da.
Los once se juntaron a falta de 800 metros para coronar y, aprovechando la breve pausa tras la batalla, apenas unas pedaladas de sosiego para recuperar el resuello, Luis León, en uno de esos ataques tan característicos de él, al filo de una cima para lanzarse para abajo, arrancó desde atrás, donde había subido agazapado. Cualquiera que le conozca un poco, habría esperado ese demarraje. Pero sólo lo olieron, o al menos fueron los únicos con fuerza para responder, Vino y Sastre, supervivientes de aquella época en la que Jaizkibel lanzaba al ganador.
Con esa inercia, Luis León, Alexandre y Carlos no perdieron velocidad. Sólo las descomunales arrancadas de Gesink acercaban a los perseguidores. El trío no frenó. Incluso, Vino aceleró en Miracruz. Luis León crujió, pero no se rompió. Se recompuso, volvió a agazaparse tras el kazajo, y asomó a cien metros de la meta sobre la catapulta de Jaizkibel.