"En el Giro viví el mejor día de mi carrera"
A sus 28 años, el donostiarra Iban Mayoz -"pocos saben que nací y viví casi dos años en Azpeitia"- ha completado un gran Giro: fue 22º en la general "al no reventar ningún día", estuvo en la fuga de L'Aquila (14º) que marcó la carrera y fue tercero en Cesenatico. Ahora quiere ir al Tour
Donostia. ¿Ha hecho algo especial desde que acabó el Giro? No. Tras la crono, los directores nos invitaron a una copa de champán, y luego fuimos al hotel, porque el lunes me levantaba a las cinco y media para coger el avión. Al llegar a casa, aproveché para descansar y estar con mi mujer, Irene, y mis hijos, Lucas, que va a hacer dos años, y Claudia, que nació en diciembre.
¿Toda la celebración fue una copa? (Risas). El Giro sólo lo acabamos cuatro corredores y todos los auxiliares eran italianos, así que cada uno se fue a su casa y en el hotel sólo nos quedamos un austriaco y yo. Los dos cenamos ensalada y solomillo, algo ligero, porque llevábamos un mes desayunando y cenando pasta.
¿Había ganas de acabar el Giro? ¡Sí, sí, sí! Se ha hecho larguísimo, porque era un Giro muy duro, con etapas larguísimas y se ha ido muy rápido. El primer descanso fue tras las tres primeras etapas, y luego empalmamos doce etapas seguidas de doscientos kilómetros, duras y con mal tiempo. Estábamos más cansados justo antes del segundo día de descanso que tras la última etapa.
Esos doce fueron sus mejores días, porque luego era difícil dejarse ver... Sí, eran los que mejor me iban, porque eran de media montaña. Al final no había terreno para mí. Iba bien, pero ahí sólo se mueven los gallos.
Debió de verse muy fuerte para coger dos fugas en tres días, ¡y vaya fugas! Está claro. Si en una carrera como el Giro no estás bien, no te mueves del sitio: vas suplicando para que se haga una escapada y así se vaya más tranquilo detrás. Si no estás bien, vas persiguiendo todo el día y sólo piensas en llegar a meta. Para hacer poco, tienes que estar a un nivel aceptable.
¿Cómo fue la escapada de L'Aquila? Era la etapa más larga. De salida había uno de esos puertos que no son puntuables. Tenía diez kilómetros, con porcentajes siempre del 3-4%. Antes de coronar, se hizo un corte de unos treinta, con pocos segundos, y, aunque el director me había dicho que ese día fuera tranquilo, me animé a entrar, porque era un grupo amplio, que siempre te exige mucho menos que una fuga de cuatro o cinco. A menos de un kilómetro de coronar contacté, y arriba, donde había un túnel de un kilómetro, se sumó gente. Pensé que era el pelotón, pero al salir del túnel vi que íbamos los 56 ciclistas y al pelotón no se le veía. Se metió gente buena: Arroyo, Sastre, Wiggins, Porte... Todos tenían bastantes compañeros y se pusieron a tirar en el kilómetro 15, y fueron a tope hasta meta, en el 162. Fue increíble cómo tiraba el Sky, me dejaron asustado. Cogimos casi 18 minutos, y llegamos con doce o trece. La fuga marcó el Giro, y a partir de ahí fue una lucha de Liquigas contra todo el mundo. Todos los días endurecían la carrera al máximo para que al final las diferencias fueran mayores.
¿Qué se decían entre los fugados? Varios nos preguntábamos qué pasaba atrás. No tenía otra que dejarme llevar. Me acordaba de la fuga de Pereiro en el Tour. Tiraban los compañeros de los líderes que iban delante, que serían diez o doce ciclistas. Íbamos enfilados, y no podíamos ni coger la bolsa de avituallamiento. De salida nos mojamos y ya no nos quitamos el chubasquero. Llegué a meta helado. En el autobús, algunos compañeros venían peor, porque si yo con la tensión de disputar la etapa pasé mucho frío, el que viene en una grupeta sin más preocupación que llegar a meta, ése lo pasa mucho peor. Al final había dos o tres puertos, y en el último había nieve en la cuneta. Fue un día muy duro para todos.
Por cantidad de ciclistas, kilometraje, trascendencia y minutada, nunca habría vivido una fuga igual. Qué va. De ésas no se dan muchas, y menos en etapas de 260 kilómetros.
¿Por qué el director le había dicho que no se moviera en una etapa de media montaña que le podía ir bien? Porque se suponía que se haría una fuga de ocho o diez corredores, que en los tres puertos a mitad de etapa la carrera se rompería y sería difícil que la fuga llegara. Lo lógico es que la gente se moviera más tarde, pero al ver que era un grupo grande, decidí meterme porque iba a gastar prácticamente lo mismo que en el pelotón, y mejor ir delante que detrás.
¿Entendían que Liquigas o Astana dejaran tanta ventaja a la fuga? Lo lógico hubiera sido que el líder, Vinokourov, hubiera entrado delante cuando vio que se iban sesenta tíos. De no hacerlo, Liquigas y Astana debían haber reaccionado antes. Entre tira tú que a mí me da la risa, se les fue la carrera y casi el Giro. Si en vez de con doce minutos llegamos con quince, Arroyo gana el Giro.
Dos días después hizo tercero tras otra escapada. ¿Lo previó de salida? El director también me había dicho que no me moviera demasiado, pero era uno de los dos o tres días que sabes que la fuga va a llegar. No quería coger un grupo pequeño, y cuando vi que se estaba haciendo un grupo grande, arranqué y conseguí enlazar con otros dos ciclistas. Llegamos a meta, y ahí estuvimos peleando.
Belletti y Henderson no eran los mejores compañeros para jugársela. Éramos diecisiete, y así siempre es difícil ganar. Si el final hubiera sido duro, habría tenido más opciones, pero tras el último puerto, a 40 ó 50 kilómetros, todo era bajada y veinte kilómetros llanos. Lo intenté a doce de meta con otros tres corredores, pero nos cogieron a falta de tres o así. Al sprint, me ganaron los dos más rápidos. No pude hacer más.
Desde casa, se vio a uno de los mejores Iban Mayoz. Ante grandes ciclistas, atacó en el último puerto, también al final y fue capaz de esprintar. Sí. Sobre todo, por la repercusión que tiene el Giro, sí fue el mejor día de mi carrera, aunque en otras pruebas menores haya podido andar similar.
¿Al día siguiente acusó el esfuerzo? Un poco sí, porque los dos días siguientes se subían Monte Grappa y Zoncolan. Si hubiera tenido un día o dos más llanos, me habría recuperado, pero el día de Monte Grappa perdí veinte minutos. Sin eso, igual hubiera terminado algo más arriba. Aunque supongo que otros también habrán tenido días malos.
¿Qué le parece el Giro como carrera? Durísima. Es una carrera espectacular, pero con puertos durísimos. Ahí están las diferencias en la general, con diez minutos entre un corredor y otro. Yo hice el 22º, pero el 21º me sacó 18 minutos. En la Vuelta no se dan esas diferencias. En Italia, el Giro se vive mucho. Para los italianos, no hay nada como el Giro, es increíble cómo lo viven y el tirón mediático de la carrera. El corredor lo agradece, porque en otros sitios te parece que vas sufriendo en mitad de la nada. Las etapas de Holanda, donde la bicicleta forma parte de sus vidas, también fue una pasada.
¿Le reconocía la gente? ¡Ostras! Los últimos días, tras las escapadas, había gente que me llamaba por mi nombre. Hombre, está claro que no soy Basso, pero sí me llamó la atención que me conocieran.
Ha dado un paso al frente como ciclista; ha acabado entero el Giro. En otras carreras he podido dar un nivel similar, pero si lo haces en una carrera como el Giro, parece que andas el doble. He sido regular y, a mi nivel, he andado bien, sin exhibiciones, pero cerca de los gallos. Si he sido el 22º en la general ha sido por no reventar ningún día.
Algún día que apretó el culo, ¿habría preferido coger la 'grupeta'? Claro, porque en la grupeta vas más tranquilo. Pero me veía ahí adelante y, aunque la general no era un objetivo, intenté hacerlo lo mejor posible.
¿Miraba la clasificación a diario? ¡Claro! Pero si vas el último, igual. Mi misión era coger fugas. Si me llego a centrar en la general, igual podría haber acabado más arriba, pero ser 18º o 22º no va a ningún lado.
Al final, ganó el más fuerte: Basso. Sí. La etapa de L'Aquila marcó el Giro. Arroyo cogió mucha diferencia, y casi se lleva el triunfo, aunque ganó el más fuerte y el mejor equipo.
¿Cómo convive el pelotón con el dominio que muestra un equipo como Liquigas? ¿Siente impotencia? Sí, sobre todo en montaña: sabes que si vas escapado no vas a llegar y si vas en el pelotón te vas a quedar.
Su escuadra no tuvo suerte... No. El sprinter, Merlo, se retiró pronto por una tendinitis y enseguida se retiró más gente. Aun así, cogimos muchas escapadas.
Era el único ciclista estatal en la formación. ¿Cómo lo llevó? Bien. Estábamos cinco italianos, dos austriacos, un danés y yo. Había mucho auxiliar español para hablar, pero con los ciclistas al final ya chapurreaba algo de italiano.
Sobre todo el 'porca miseria'... (Risas). Sí, eso sí. Y alguna expresión más del estilo, también. Con algo de inglés, también te arreglas.
¿Se hace más larga una gran vuelta al convivir siempre con extranjeros? No, porque tampoco tienes tanto tiempo: te levantas, desayunas, vas a la etapa, corres, vas al hotel, masaje, cenas, y a dormir.
Los italianos darían ambiente... Son más animados que nosotros, pero al final sólo estábamos dos austriacos, un italiano, Corti, y yo. Había más auxiliares que corredores. Cenábamos en una mesita de cuatro como ésta ¡y éramos todo el equipo! (Risas).
Corti, por cierto, fue último. Nunca había visto a un ciclista sufrir tanto para terminar una carrera. Es joven, era su primera grande, y quería acabar. Le echó mucho valor. Fue último, pero 50 ó 60 se retiraron.
¿Y a partir de ahora qué? Ahora me siento cansado, así que esta semana descansaré, saliendo a rodar entre dos y tres horas, suave. Luego haré Vuelta a Suiza y estoy entre los reservas para el Tour.
Con el Giro aún en el retrovisor, ¿pensar en el Tour no le da para atrás? Si me preguntas subiendo el Gavia, te digo que me voy para casa, pero, ahora, me haría ilusión conocer el Tour. Llevo tres Giros y una Vuelta.
Está completando un bonito año... Sí, comencé en País Vasco, aunque antes corrí alguna carrera de un día. En País Vasco cogí una fuga pero acusé la falta de competición, luego hice Castilla y León, que gané la montaña, estuve delante en Llodio y La Rioja, y después, el Giro. No he corrido tanto, pero donde he estado lo he hecho bastante bien.