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El 'mal de manos' de Iparralde

Gonzalez y Xala, que ayer jugaron por un puesto en la final del Parejas con triunfo para el de Lekuine, disertan sobre la realidad de la mano al otro lado de la muga.

El 'mal de manos' de IparraldeFoto: Pablo Viñas

Le duelen las manos a Iparralde de tanto aplaudir, de celebrar el espumoso ascenso de Yves Sallaberry, Xala, campeón del Parejas en 2002 y 2007, y Sebástien Gonzalez, campeón del Cuatro y Medio en 2009, hijos de Lekuine y Azkaine, a las cumbres manistas de aspecto himalayesco. Las que gobiernan desde tiempos inmemoriales el perfil de Hegoalde, su orografía de frontones zurdos, con la pared a la izquierda, muy alejados de los recintos abiertos de la plaza libre o de los cubículos que dibujan los trinquetes. Ocurre que a Iparralde también le duelen las manos de puro sufrimiento, de padecimiento. "No es fácil ser pelotari en Iparralde", confiesan Xala y Gonzalez desde la bancada azul que atornilla la leyenda catedralicia del vestuario del Astelena, frío el frontón como un témpano. El discurso analítico de Yves y Sebástien, mitad crítico, mitad esperanzador, lo abotonan la presencia de Ramontxu Garmendia -incrustado el esqueleto dentro de una pelliza- soporte actual de Gonzalez, y el padre de Xala, al otro lado, en la otra orilla del refugio, que sonríe con aire de galán alrededor del hornillo, la lumbre de la caseta.

Después del duelo que midió el domingo a Gonzalez y Laskurain con Xala y Zubieta, con triunfo para estos últimos -ya tienen asegurada su presencia en la final del Parejas, mientras que Gonzalez y Laskurain se jugarán el otro puesto el domingo contra Titín III y Pascual-, la caseta, donde las palabras se sinceran, sirve para desentrañar con visión periférica el mapa pelotístico de Iparralde, donde cada pelotari es una aventura en sí mismo. Pura generación espontánea, algo en lo que "tiene que ver el destino", señala el delantero de Lekuine.

En la otra acera del Bidasoa, donde la vida transita con las manos en los bolsillos y una melodía silbante, alejada de los bocinazos apresurados, el hilo conductor, el vínculo que teje la sociedad, es la familia. Iparralde respira, susurrante, en cada casa, no en el alborozo de cada plaza. "Para ser pelotari tienes que tener a alguien que te anime, que te cuide y que esté contigo", expone Sebástien Gonzalez. La figura paterna es principio y final de las historias de los dos manistas más efervescentes de Iparralde. El motor y el alimento. El consejo, la exigencia y el apoyo. "Yo soy pelotari gracias a mi padre Txomin. También me han ayudado Trenche, Pampi y ahora Ramuntxo, pero fue mi padre el que me inició y en el que me apoyé desde el principio", recalca el azkaindarra, convencido de que el viaje hacia el profesionalismo en Iparralde es demasiado áspero como para soportarlo en soledad, sin un soporte tan sólido, por el apocalíptico paisaje que emerge en el horizonte. "El mundo del pelotari es muy solitario y eso lo complica todo".

Yves mira a su padre cuando rebobina su biografía y rescata del archivo los fotogramas de su amanecer en la especialidad. "Mi padre es el que siempre ha estado ahí. También me ayudó mucho Pampi, que es el que nos introdujo en la pelota de Hegoalde, pero si no tienes a alguien en casa con afición, que esté dispuesto a ayudarte, es muy complicado salir adelante porque es un deporte muy individual y muy duro". "En Iparralde la pelota tiene muchas cosas en contra para hacer camino, pero también es verdad que cada vez se habla más de pelota y ya llega hasta Las Landas. Hay afición, pero que salgan pelotaris es más complicado", explica Gonzalez. Xala, al que aún le extraña el bullicio "porque la gente en vez de hablar parece que grita" -fue lo que más le impactó al aterrizar en los vestuarios y los frontones de Hegoalde-, refuerza la tesis que maneja Sebástien. "La pelota tiene que competir con varias cosas. Por ejemplo muchos jóvenes que empiezan, llegados a una edad, sobre los 14 ó 15 años, suelen dejar la pelota para jugar al rugby, que en Iparralde tiene muchos seguidores. La mayoría de los jóvenes quieren jugar a rugby".

El impacto del balón oval El rugby es una religión en Iparralde, comparable al impacto del fútbol en Hegoalde, que en apenas unos kilómetros a la redonda cobija dos reinados, dos potencias superlativas del rugby: el Biarritz Olympique y el Aviron Bayonnais. Ambos clubes engullen la despensa de los sueños, ilusiones y esperanzas competitivas de la juventud. "No hay que olvidar que el rugby es un deporte de equipo y a los chavales les gusta estar con los amigos y el rugby te ofrece esa posibilidad. Eso en la pelota es muy complicado porque el camino se hace en solitario", añade el azkaindarra, convencido de la importancia que tiene el tercer tiempo, cuando los jugadores de rugby aprovechan "para tomar unas cervezas después del partido y hacer algo de parranda, conocer chicas...". El calor de la manada, del grupo, de los amigos, contra el frío de la soledad del individuo. "Cuando empecé a jugar a pelota recuerdo que éramos unos veinte pelotaris y al de unos años quedábamos tres o cuatro. Llegados a una edad muchos de ellos lo intentaron con el rugby o simplemente lo dejaron por la dureza de la pelota", enmarca Xala, que sabe del efecto tractor del balón oval entre sus vecinos. La elección de unos colores, de una bufanda, de un estandarte que seguir es algo natural, "aquí o eres del Biarritz o del Baiona", apunta Gonzalez, que en sus años mozos también practicó el rugby hasta que su padre le aconsejó que lo dejara y que dedicara sus esfuerzos a la pelota. "Él tuvo una lesión grave en la rodilla y no quería que me pasara a mí y me convenció".

Decantarse por la pelota es un asunto traumático en sí mismo por el poder intimidatorio de la propia pelota. Una piedra con traje de cuero, sin aristas, un canto rodado, un elemento que muerde con crueldad cada vez que se impacta. "Al final no dejas de pegarle a una piedra", es una de las frases de cabecera de los manistas, que asumen que la modalidad implica dolor y "la gente no se quiere hacer daño practicando un deporte cuando tiene tanto donde elegir sin necesidad de sufrir por ello. Ahora mismo pueden practicar cualquier deporte, ya sea rugby, fútbol, baloncesto, balonmano o tenis. Jugar a pelota duele y muchos chavales de 8 ó 10 años que al principio no usan tacos, porque es lo que han oído de la gente mayor, acaban dejándolo porque simplemente sienten dolor cuando pegan a la pelota", indica Gonzalez, que defiende con ardor guerrero la necesidad de que los más pequeños "tienen que jugar con tacos y que estén bien puestos", "porque luego", prosigue, "llega el mal de manos" y la búsqueda de un remedio "entre los masajistas y siempre en solitario".

Escasa competición Emerge nuevamente la soledad, siempre presente en la conversación, con el espíritu maratoniano que sustenta la gota malaya. "Es que hacen falta más infraestructuras y mejor organización para que el pelotari no se vea solo. El mayor problema es que falta estructura. No ocurre como en Hegoalde, donde los pelotaris se sienten más arropados por los clubes; eso en Iparralde es muy diferente de momento", disecciona Yves, que también echa de menos un calendario competitivo más extenso, con más citas en las que hacer tantos. "En Iparralde hay muy poca competición y así es difícil mantener el interés de los chavales. Si te eliminan en un torneo, puedes estar dos meses sin jugar hasta que llega el próximo y eso no es bueno porque los chavales pierden motivación". Carga entonces Gonzalez con un sotamano de convicción contra los trofeos que se reparten en las escasas competiciones que recorren la geografía de Iparralde, que según él tampoco ayudan al desarrollo de la mano. "Los trofeos tienen que ser atractivos para los chavales, pero aquí cuando ganan les dan una copa y ya está. Estaría bien que al ganador, además de la copa, le dieran un chandal bonito o unas buenas zapatillas porque eso influye en los chavales que luego comentan esas cosas entre los amigos y a esas edades los comentarios de los amigos influyen mucho y eso puede ayudar a la pelota".

Aunque la situación de la pelota no es del todo saludable porque "hay mucho trabajo por hacer y el camino es largo y duro", Yves y Sebástien reconocen el esfuerzo de varios agentes de la sociedad, entre ellos, de EPB, la empresa que gestiona la pelota profesional en trinquete, la modalidad estrella al otro lado del Bidasoa, de donde partieron Yves y Sebástien hacia el sueño del profesionalismo en Iparralde y sus extraños frontones. "Con EPB han mejorado las cosas y los pelotaris pueden ver ahí una salida profesional porque antes todo era amateur. También ha sido buena la irrupción de Waltary -el trinquetista cubano número 1 de la especialidad-, para que la gente preste más atención al trinquete", sugieren ambos, que han multiplicado exponencialmente el considerable legado de Pampi Laduche, el pionero, debido a la exitosa andadura por Hegoalde tanto del lekuindarra como del azkaindarra. "Nuestra presencia -lo dicen con humildad y remarcan que no quieren que se malinterpreten sus palabras- también ayuda. Podemos ser unos referentes para los chavales en el sentido de que saben que con trabajo se puede llegar lejos porque a nosotros nos ha costado mucho llegar hasta aquí".

Presencia televisiva Iparralde no es tan diferente como para librar el gaznate del alcance de los medios de comunicación y el vitaminado impulso de la televisión -donde la presencia de Xala y Gonzalez es notable porque palpitan con fuerza en la zona noble de la disciplina- una catapulta para la pelota, una modalidad cuyos márgenes resultan estrechos por su centralización en Euskal Herria. "La gente sigue mucho los partidos por ETB y luego hablan de pelota. Eso es bueno para que haya afición", conviene el lekuindarra. Se suma Gonzalez a la reflexión de Xala, pero es más crítico con la falta de empuje de los ciudadanos de Iparralde a la hora de acudir a los frontones. "Estamos oyendo que jugamos siempre lejos y por eso no nos siguen tanto en los frontones y les entiendo, pero luego resulta que cuando hemos jugado en Iparralde (el Parejas recaló hace escasas fechas en Donibane Lohizune) la gente no llena el frontón porque no se qué del horario, de esto o de lo otro".

A pesar de todo, la pelota está cogiendo bote en Iparralde gracias al trabajo de muchas personas que desarrollan su tajo en el anonimato, en la sorda tarea de los clubes, fuera de la alfombra roja. Tanto es así que la pasada semana unos 300 chavales se reunieron en Angelu en torno a la pelota, una gratísima noticia de cara al porvenir de una especialidad con enorme arraigo en el acerbo cultural de Iparralde. Xala, que se jugaba el domingo los cuartos en el Adarraga de Logroño, y que al igual que Gonzalez ve unido su futuro a la pelota, se acercó para entregar los trofeos e iluminar con un gesto simple, pero de profundo calado, las miradas de los pequeños para que en su horizonte una pared de piedra no signifique un muro infranqueable ni una frontera insobornable, aunque de cuando en cuando padezcan mal de manos.