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Volver al origen del caserío para preservar su futuro

La exposición 'Baserria, madera, piedra, mito, presente' podrá visitarse en el Instituto de Arquitectura de Euskadi hasta el 14 de septiembre

Volver al origen del caserío para preservar su futuroRuben Plaza

El caserío datado más antiguo de Gipuzkoa se halla en Olaberria. Se trata de Bengoetxe Txiki, fechado dendrocronológicamente –ciencia de datación que se basa en el análisis de los anillos de la madera de las vigas y de otros elementos constructivos– en 1401. En la década de los 70 del siglo pasado se derribó la mitad del edificio original y se construyó otro anejo de hormigón que, en pensamiento de la familia, respondía mejor a las necesidades de la sociedad vasca en los albores del nuevo milenio y también de la actividad económica que desarrollaban: la producción de txakoli. Al mismo tiempo, y quizá pensando que en lo que hacían había algún tipo de pequeño pecado, el clan que habitaba Bengoetxe Txiki encargó una pintura que capturase la imagen original del baserri para que aquello no se llegase a perder del todo.

El caso de Olaberria sirve de ejemplo de la transformación de esta infraestructura tradicional, casi mítica o mitificada, de Euskal Herria. Y es de ello de lo que habla la exposición Baserria, madera, piedra, mito, presente, organizada por el Instituto de Arquitectura de Euskadi (IAE), donde se podrá visitar hasta el 14 de septiembre.

Pintura del caserío 'Bengoetxe Txiki' de Olaberria, el más antiguo de Gipuzkoa, antes de su demolición parcial.

Los investigadores de la EHUIbon Telleria y Jon Arcaraz, comisarios de Baserria, han presentado la muestra este martes en la sede del IAE, en el antiguo convento de Santa Teresa de Donostia, acompañados del director de la institución, José Ángel Medina. La exposición se basa, en parte, en la tesis doctoral de Telleria titulada De la producción a la habitación. Nueva aproximación al origen del caserío vasco a través del caserío-lagar medieval, y en la que concluye que durante siglos el caserío-lagar, destinado en un inicio a la actividad comercial agrícola, era resultado de un proceso “estandarizado” de la construcción, a partir de sectores gremiales.

Baserria se organiza de una forma cronológica, pasando de las construcciones de madera a las de piedra, al abandono de la “unidad constructiva” por la “imagen” idílica y solo estética de la época regionalista del caserío a principios del siglo pasado, hasta llegar a los “crímenes” de aquellas construcciones que se enmarcan en el “neobaserri” y que, bajo el tejado de dos aguas, albergan desde gasolineras hasta paradas de autobús, pasando por supermercados.

Todo el discurso expositivo lleva a reflexionar también sobre el presente y el futuro. En este sentido, los comisarios han recordado que una enorme cantidad de caseríos-lagar de Gipuzkoa con siglos de antigüedad se encuentran deshabitados, pero se mostraron optimistas con las nuevas políticas de la Diputación de Gipuzkoa al respecto. Así, han opinado que quizás puedan recuperarse para su uso habitacional.

La madera y la roca

La primera sala de la exposición se centra en dos materiales constructivos: en la madera y la roca. En el espacio central se levanta una enorme maqueta de madera del esqueleto de un caserío-lagar, desarrollada por el equipo de Fablab de la Escuela de Arquitectura de la EHU. Aunque ahora parezca desnuda, futuras intervenciones sobre esta maqueta irán representando las distintas fases de su evolución. Se trata de un “modelo ideal” de una estructura de pórticos estandarizada de los caseríos del siglo XV.

En el primer tiempo, en la Edad Media, los caseríos se construían con madera. Los pilares, vigas, tornapuntas y ligazones que se exhiben, fruto de las investigaciones dendrocronológicas de la Fundación Arkeolan –concretamente de Josué Susperregi–, dan buena muestra de ello.

A su vez, el desarrollo económico y un cambio de uso del caserío, pasando de su orientación comercial al autoabastecimiento familiar, se tradujeron en profundas modificaciones arquitectónicas y la colonización progresiva de las fachadas y de varios aspectos de la planta baja. Así, se exhiben varias piedras labradas, con distintas funciones en el edificio.

La imagen y el futuro

La segunda sala arranca con un cambio de paradigma: el del declive económico de los caseríos en el siglo XIX a causa de varios conflictos como las Guerras Carlistas. Al mismo tiempo, en Europa surgió el Romanticismo, que también tuvo su efecto en este tipo de edificios.

Por ejemplo, se exhibe el alzado detallado de la Villa Arnaga, ubicada en Kanbo (Lapurdi), encargada por Edmond Rostand, autor de Cyrano de Bergerac, al arquitecto Joseph Albert Tournaire, quien diseñó una de las primeras casas de estilo neovasco, de corte palaciego, algo muy alejado del espíritu tradicional del caserío.

En este apartado se habla también de cómo la esencia del baserri o de “su unidad constructiva” se dejó atrás para centrarse solo en una imagen mitificada en cuadros, postales, carteles, libros u obras como la zarzuela de Guridi y sus adaptaciones a la gran pantalla.

A su vez, cedidas por Gordailua, se exhiben las pinturas que el diplomático francés Didier Petit de Meurville hizo de varios de estos edificios, incluyendo del caserío Astiñene, en la orilla del Urumea, hoy cerrado y en estado de ruina.

Baserria, madera, piedra, mito, presente concluye con un apartado centrado en ejemplos de trabajos de reforma de estas construcciones tradicionales; con el proyecto Neoberri, de Réflex y Atari, que han confeccionado un calendario que fuerza los límites del caserío en el presente; y con unas reflexiones sobre qué hacer o a qué destinar el ingente patrimonio construido de miles de caseríos, habida cuenta, además, de que “las regulaciones vigentes condenan el modelo –de producción y vivienda– a la desaparición en su forma original”.