Fiesta y rebeldía. Historia oral del rock radical vasco (Liburuak) le ha llevado casi tres años de trabajo al crítico musical Javier Jerry Corral. Ha sido un arduo trabajo que incluye 70 entrevistas directas, muchos kilómetros, escuchas y análisis de mitos como Hertzainak, Kortatu, La Polla Records o Eskorbuto, para cerrar la ya conocida como “la Biblia del RRV”, un texto enciclopédico que supera las 800 páginas y que llegará a las librerías de todo el Estado el próximo día 13. Tras mucho “indagar, escuchar y confrontar”, el periodista vizcaino asegura que el movimiento de los 80 “fue el resultado lógico y contundente de un tiempo y un país”, y que “hoy forma ya parte de nuestro folklore”.
Me consta que en tiempos del rock radical vasco disfrutó más de otras tribus y músicas. ¿Puede que vivirlo con cierta distancia le ayude a analizarlo con objetividad?
Seguir la escena vasca desde la revista Muskaria y el programa Dios salve a los maravillosos grupos locales hasta hoy, es decir, unos 45 años, me ha permitido tener una visión bastante global. Con tanta pasión melómana como eclecticismo, lo que ayuda a relativizar algunas cosas y colocar esa distancia. El éxito de los grupos punteros del RRV era bienvenido, pero a la vez lamentábamos que otras propuestas no lo tuvieran. Y no me refiero a que una cosa fuera consecuencia directa de la otra, porque siempre ha pasado. En el pop triunfaba Duncan Dhu, pero no lo hacían otros. Por ejemplo, esta semana programo un podcast (Amor Libre) con 30 discos vascos de 2024 que empieza con Benito Lertxundi, Ben Yart o Bobbie Relac, y termina con Sal del Coche, Txoteko Ezpata o Verde Prato. Lo sencillo sería quedarse sólo en lo mayoritario o de moda, pero esa creo que no es la labor del especialista.
¿Cuál sería la suya con el libro?
Englobar el RRV dentro de un contexto histórico de rock y música vasca. Por otro lado, quizá tenía que quitarme algo de peso ante un encargo que me lo tomé con la mayor exigencia y dentro de lo que cabe, sí, cierta objetividad. Pero mi papel era más el de indagar, escuchar y confrontar.
Más de 800 páginas, decenas de entrevistas presenciales, kilómetros a destajo, buceo y análisis... Una labor mastodóntica ¿no?
Ha sido mucho esfuerzo con sus partes divertidas y áridas. Fue muy bonito visitar a los protagonistas en su propia casa, algo literal con Fermin Muguruza en Irun, o Pedro Espinosa y Elena López Aguirre, de Potato, en Durana. O el bar Otxoa de Agurain con Evaristo, donde nació La Polla Records. También los estudios Garate de Andoain de Kaki Arkarazo y el de Uoho en Sopela, o el local donde ensaya Anari con Mikel Abrego de BAP! Inolvidable la tarde en un txoko de arrantzales en Murriku con los Delirium Tremens, la mañana con Josu Zabala en la radio del Kafe Antzokia, o la taberna de Arrasate con Loles Vulpes y Txerra RIP. En total han sido once localidades, incluida Madrid, donde entrevistamos a Ramoncín, Manolo UVI, Jesús Ordovás o Servando Carvallar. Cuantificar en datos el resto es complicado, pero han sido tres años, con varios meses de parada.
Conocida como la ‘Biblia del Rock Radikal’, ¿llegó a asustarse por la expectación que sentía ante el anuncio del libro?
Ya publicado, que sea lo que Dios quiera. Que un medio especializado y estatal como MondoSonoro lo haya elegido como el quinto mejor libro musical del año a nivel nacional es una alegría y una recompensa a tanto esfuerzo. En la Azoka también funcionó muy bien. Y como decimos en broma, somos best sellers en Power Records de Bilbao. Este 13 enero llega a las librerías de todo el Estado y después a Latinoamérica. Todos los mensajes han sido positivos, de gente que dice que lo ha devorado en pocos días.
¿Cómo y por qué decidió abordar el trabajo como “una obra coral”?
Sí, lo más coral posible. La primera lista de posibles entrevistados rondaba los 120, que luego redujimos a la mitad y al final se quedó en 70. Complicaba el trabajo, pero a la vez lo enriquecía porque era interesante conocer el mayor número posible de opiniones y visiones, de los que lo protagonizaron, pero también de los que, entre comillas, lo pudieron “sufrir”. Y de generaciones anteriores y posteriores al fenómeno, y de músicos contemporáneos, para conocer su repercusión actual.
Vayamos a lo importante. ¿Qué le puede decir del movimiento a un profano que no ha escuchado nunca a La Polla o Kortatu?
Que fue un momento histórico irrepetible, con el final de una dictadura, el inicio de una transición democrática para muchos insatisfactoria, la recuperación de la identidad de un país y su lengua, una crisis económica brutal, la llegada masiva de drogas, ETA y GAL, el punk como tendencia, los colectivos sociales, la insumisión, los medios alternativos…
¿Sin la existencia del punk, la crisis económica y la reivindicación nacionalista habría sido posible?
Todo creó un caldo de cultivo en este país que tuvo su banda sonora en este fenómeno y una decena de bandas esenciales que convirtieron el rock vasco, hasta entonces underground, en algo popular y masivo. El contexto fue básico.
¿Realmente existió el movimiento como tal? Los propios grupos lo dudaban, ni siquiera aceptaron la etiqueta, y aglutinó a gente muy heterogénea.
La etiqueta siempre es posterior a la acción en sí. Y a nadie le gusta que le etiqueten, pero ayudó mucho a la propagación en el exterior. Y también a la gente que se acerca a posteriori a las cosas cuando le impulsa un foco mediático. En ese sentido, fue un acierto. El movimiento hay que darlo por bueno, lo que no implica que significara un solo estilo o una única filosofía. Pero ahí radica parte de su interés para analizarlo ahora. Lo contrario sería incluso insano. Pero con etiqueta o sin ella, Kortatu, La Polla Records, Hertzainak o Barricada habrían triunfado igual. Y el mito punk de Eskorbuto, RIP, Cicatriz o MCD seguiría existiendo.
El libro lanza datos y preguntas, pero ¿resuelve dudas? Un ejemplo es su utilización por la izquierda abertzale o la supuesta introducción de la droga como activo político para la “intoxicación programada”.
Son temas muy sensibles. Cada uno lo ve bajo su prisma y la función del libro está en reflejarlo. Resolver la duda de la “intoxicación programada” supondría probablemente desclasificar documentos. La intervención de la izquierda abertzale es obvia, lo de la utilización es ya más subjetivo. Cada uno que saque sus propias conclusiones.
Si vamos a lo musical, resulta inevitable hablar del RRV como el mayor movimiento sucedido en Euskadi tras Ez Dok Amairu. ¿Qué lugar cree que ocupa en la escena musical popular de Euskadi de las últimas décadas? Francis (Doctor Deseo) lo califica como “flojo” en lo artístico, y Kaki Arkarazo le da un mayor significado, más social que musical.
Su valor fue importante tanto en lo musical como en lo social, porque contó con unas cuantas bandas indiscutibles y abrió caminos al rock local hasta entonces vetados. El circuito de gaztetxes, envidiado en otros lugares, unas infraestructuras a nivel técnico y personal... Hay que situarse en los años 80, cuando no existían muchas cosas que hoy damos por asentadas. Francis fue muy crítico al principio, pero luego su opinión fue cambiando. No es el único caso.
Le da también voz a los disidentes que se vieron apartados por tal oleada, de Lavabos Iturriaga a Baxter, Mikel Erentxun, Doctor Deseo, Yo Soy Julio César...
Unos se quejan más que otros, pero esto sí que es complicadísimo dilucidar. ¿Por qué triunfó Duncan Dhu y no Los Santos? No creo que el público del punk se hubiera decantado por el tecno experimental de Lavabos Iturriaga, de no existir el RRV. Otra cosa es que algunos ayuntamientos se inclinaran por ellos y olvidaran al resto. Pero pasa siempre, eligen al que creen que les va a llenar la plaza.
También es reflejo de su época en la escasa representación femenina que tuvo, excepción hecha de Las Vulpes o en la formación original de Zicatriz.
Por fortuna ha cambiado mucho. Hoy día, tanto a nivel vasco como internacional, mucha de la música más creativa y avanzada en el rock, el pop, el folk y el mainstream, está protagonizada por mujeres. Pero veníamos de donde veníamos. Ana Arsuaga (Verde Prato) es la primera que desde su visión de mujer joven de ahora hace hincapié en ello. Es imposible no coincidir.
El RRV fue coetáneo de la Movida Madrileña. ¿Uno fue el reverso del otro?
Habría que analizar qué fue la Movida, porque también englobaba cosas distintas, pero en un plano generalista es obvio que tenían aspectos casi opuestos. En Madrid la explosión fue más hacia conquistas personales que sociales. Pero generalizar suele ser pobre e injusto. Como dice Atxaga, generalizar es una entelequia, y tenemos derecho a hablar en concreto, al menos de lo que conocemos. Era entendible también que músicos vascos, como Poch o Alejo de Derribos Arias, Iñaki Glutamato, Angel Altolaguirre o Rafa Balmaseda emigraran. También se cuenta en el libro. Recuerdo que me llegaron a la vez los discos de Kortatu y Nacha Pop. Tenía enorme querencia por los dos. Y ahora probablemente haya mucha gente que lo entienda.
¿Qué marcó la muerte del RRV?
El desgaste de los grupos, los cambios sociales, la llegada de nuevos sonidos, la reiteración… El paso del tiempo, en definitiva.
¿Qué poso cree que ha dejado? Algunos aseguran que abrió “una autopista” por la que se sigue circulando.
Quizá el poso principal es que ya forma parte de nuestro folklore, que en cualquier fiesta popular pueda sonar Sarri, Sarri, incluso por encima de ideologías e interés puramente musical. Pudo significar un arranque en muchos sentidos.
Queda claro en la segunda parte del libro con las entrevistas personales –La Polla, Las Vulpes, Eskorbuto, Potato, Hertzainak, Kortatu, Los Zika...–, quiénes fueron los protagonistas principales. Quizás habría que incluir ahí a la generación posterior, a Negu Gorriak.
Probablemente el paso de Kortatu a Negu Gorriak fue algo tan radical en sí mismo que marcó el final del RRV. Otros destacan también que Hertzainak hiciesen un baladón como Aitormena. La segunda generación es algo muy difuso y de mucho menos interés, por eso he preferido continuar con el punk de Buenavista, el rock alternativo de Getxo o la ironía de Lendakaris Muertos, y centrarlo en la época gloriosa del RRV dentro de un continuum histórico de música vasca.
Le pide usted a sus actores que dejen un epitafio. ¿Cuál sería el suyo?
Fue el resultado lógico y contundente de un tiempo y un país.