En una de las paredes del bar Ensanche de la Parte Vieja, durante muchos años, estuvo expuesto un cuadro de Josean Olabe (Donostia, 1967) que se convirtió en icónico, tanto de la taberna como del propio autor. En el lienzo, unos percebes gigantes brotaban del Kursaal aterrorizando a los viandantes. El autor de cómics donostiarra ha querido recuperar a estas criaturas en su nuevo trabajo, La rebelión de Santa Clara, que se encuentra ya a la venta en las librerías de la capital, en el Euskal Itsas Museoa, el Aquarium y en la página web del artista.

A diferencia del cuadro del Ensanche, en la nueva obra gráfica de Olabe –es su cuarto cómic–, sus percebes no toman la zona de la Zurriola, sino la bahía de La Concha. “Cuando aparecieron por primera vez no se sabe por qué lo hicieron, pero ahora les he buscado una motivación histórica”, cuenta Olabe en una conversación con este periódico y reconoce que cuando imaginó estos cirrípedos enormes no era consciente de la “repercusión que iban a tener”. Olabe creo aquella imagen como si fuese una gran viñeta y cada vez que la veía especulaba sobre qué origen podían tener, algo que ha acabado plasmando.

El factor tiempo es determinante en La rebelión de Santa Clara. Así, sin destripar demasiado su contenido para que el lector se sorprenda a medida que pasa las páginas, se puede contar que el relato se divide en dos partes. La primera está ambientada en Venezuela, en el siglo XVIII, y se centra en las cuitas de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, con patente de corso, con los Holandeses, sus competidores, en lo que se refiere al mercado del cacao. Olabe es aficionado a cómics históricos ambientados en el mar y también a los veleros de época. Estos “tienen una estética muy bonita” para representar en viñetas –en su casa tiene varias maquetas que le han servido de inspiración–. De esta manera, vio muy apropiado relacionar su pasión por estas embarcaciones y el relato sobre la Real Compañía y su flota corsaria, que en muchos casos es “desconocida”.

La segunda, en cambio, avanza años en el futuro. Incluso, sobrepasa la barrera de 2024, dado que sitúa los hechos que siguen en una Donostia en un futuro cercano, quizá, de aquí a “10, 20 o 30 años”. En una de las viñetas se observa cómo el tráfico de La Concha ha sido soterrado y cómo, incluso, se proyecta una estación de Metro en la propia isla Santa Clara. Estas “ocurrencias” que ha incluido en el cómic, matiza Olabe, ni un deseo, ni tampoco una crítica, sino que se enmarcan dentro del tono humorístico, irónico y “gamberro” que ha querido imprimir en la obra. 

¿Y cómo conectan el pasado y el futuro? Con un elemento, una semilla, que quedó olvidada en el siglo XVIII y que resurge en la sociedad moderna: “He intentado plantear situaciones que parezcan una cosa pero que, finalmente, sorprendan al lector”.

Un cómic con mucho cine

Las referencias cinematográficas, además, tienen una gran peso en la obra, desde El planeta de los simios hasta La invasión de los ultracuerpos. El propio cómic mantiene un desarrollo muy cinematográfico, que recuerda a las películas con grandes kaijus: los percebes siembran el terror desde la isla Santa Clara y son las diferentes fuerzas –las militares internacionales, por supuesto, pero también las políticas, económicas y mediáticas– quienes maniobran ante una situación y una amenaza del todo inesperada. “Podría ser el embrión para una película de corte fantástico”, dice. Quién sabe, quizás en un futuro sus percebes, además de cuadros y viñetas, conquisten las salas de cine de la ciudad.