El cambio constante ha acompañado a la banda guipuzcoana desde su formación hace cuatro años, pero quizás ahora, con la reciente paternidad de Tom Lizarazu y el paso de la formación de quinteto a trío, este sea más notable que nunca. Lejos de aminorarse, Bulego regresa a los escenarios con una nueva propuesta que, promete, dará mucho que hablar.

Han realizado dos conciertos previos en Bruselas y París, pero oficialmente la gira arranca en el Kursaal y con todas las entradas agotadas desde hace tiempo.

Sí, estamos expectantes con lo que va a pasar. Hemos empezado la gira de una manera diferente en Bruselas y París. Somos un grupo al que siempre nos ha gustado salir de nuestra zona de confort. Han sido dos conciertos a escala pequeña, enpetit comité, que nos han servido para tomar la temperatura al setlist y ajustar cosas de cara al Kursaal. Para nosotros es una fecha muy importante y nos sorprendió que las entradas se agotasen tan rápido. Nos daba un poco de vértigo anunciar que la gira iba a empezar ahí. Visitamos la sala y nos impresionó ver los 1.800 asientos vacíos, pero la compra de entradas ha superado todas nuestras expectativas y hemos estado trabajando muy duro para ofrecer un buen show. 

A pesar de ese vértigo, ya han tocado para más de 10.000 personas en Sagüés.

Llevamos cuatro años y poco a poco nos estamos estableciendo, pero también es verdad que hemos tenido experiencias que muchas otras bandas tardan en conseguir. Hemos estado en Sagüés, hemos hecho conciertos grandes en fiestas de Bilbao, en festivales como el Sonorama, el BBK Live, con giras internacionales en Japón y Finlandia… Acumulamos bastantes experiencias, pero el Kursaal es un sitio señalado. Ha sido una apuesta bastante grande para el grupo y ver cómo han ido las entradas y lo que estamos recibiendo de la gente es una muy buena señal.

¿Cómo les influye el espacio a la hora de tocar? No es lo mismo una sala que un Kursaal o un festival.

No, no es lo mismo tocar en un Sagüés, donde la gente está de fiesta en un ambiente más nocturno, que en el Kursaal, con un ambiente más solemne y más de presentación de disco. Pero hemos querido dar un paso más hacia adelante en todos los sentidos, tanto a nivel de diseño como musical o estético, y queríamos que eso se reflejase también en el directo. Y no hay mejor sitio para presentarlo que el Kursaal.

"Hemos querido dar un paso más hacia adelante en todos los sentidos, tanto a nivel de diseño como musical o estético, y queríamos que eso se reflejase también en el directo"

El concierto también será su presentación como trío. ¿Han tenido que adaptarse mucho al cambio?

Siempre hemos estado en un cambio constante y parte de ello es la formación de la banda. Ahora estamos Rubén Lizarralde, Xabi Arrieta y yo al frente del proyecto, pero hay que decir que Bulego no solo somos los músicos que subimos al escenario. Desde el principio hemos hecho una apuesta por ser un proyecto multidisciplinar y nos hemos rodeado de gente que nos acompaña en todos los sentidos. Aunque en el escenario haya tres personas, el show lo está creando un gran equipo humano y profesional. Para este gira están Igor Iglesias al sonido, Fermín como técnico de monitores, Joel Crespo, que es un técnico de luces que está trabajando con artistas como Mikel Izal, Morgan o Shinova… y todos hacen su aportación. Nuestro objetivo no es subir al escenario y tocar un concierto, queremos ofrecer algo más, un show, y estamos esforzándonos un montón para que ese más sea lo más profesional posible y para que el público se vaya del Kursaal, o de cualquier otro concierto que vayamos a dar, con la sensación de que han visto algo más que solo un concierto.

Tanto el disco como esta nueva gira versan en torno al cambio constante. No sé si ha sido algo premeditado o no.

El cambio es algo inherente a todos y nosotros vivimos en un cambio constante. La fuente de inspiración para componer el disco ha sido mi paternidad. Es algo que me ha hecho reflexionar un montón. Creo que tenemos que abrazar el cambio y hay que saber aprovecharlo para tomar las riendas de ese cambio y hacerlo a mejor. Estamos viviendo una época muy intensa de ensayos y preparativos, pero nosotros somos músicos y llevamos prácticamente desde octubre sin pisar un escenario. Están siendo meses de mucho trabajo, pero de disfrutar poco con el público. Aún sí, es un trabajo que va a merecer la pena porque vamos a llegar al escenario con un cambio muy grande y la gente va a notar un salto en todos los niveles.

¿Ha cambiado la paternidad su forma de ver el mundo?

Sí y no. Hay algo que cambia muy adentro. En mi caso personal, he desarrollado una nueva sensibilidad y una nueva forma de apreciarlo todo, pero a su vez, la paternidad, y el disco habla de eso, me genera un cierto miedo a que todo cambie y a perder mi esencia. He llegado a la conclusión de que, aunque cambian muchas cosas, sobre todo a nivel funcional, no creo que la paternidad cambie la esencia de una persona. Somos cambio constante y tenemos que aceptarlo. Es algo bonito que nos hace evolucionar. 

No obstante, a la hora de iniciar una nueva gira, ¿cambia la forma de abordarla?

Es difícil de compaginar. Antes trabajaba de ingeniero con un horario de oficina y sin duda eso más fácil de compatibilizar con la vida familiar, pero hay un dicho en euskera que dice Gustoko tokian, aldaparik ez (Donde estás a gusto, las cuestas casi ni se notan). El oficio de músico tiene esa cara b de perderte muchos momentos o que cuando todo el mundo está disfrutando tú estás trabajando, pero también es verdad que entre semana tenemos más flexibilidad de horarios para poder hacer otras cosas. En casa todos somos conscientes de mi oficio y todos hacemos piña. Luego hay que tratar de compensar de alguna manera entre semana esos vacíos que se pueden generar en algunos momentos.

"Se han dejado de lado muchos prejuicios que había no hace mucho con respecto a ciertos géneros. Parece que si no hacías rock o ska se te hacía la cruz y hoy en día estamos yendo a un panorama mucho más rico y diverso"

Además de Bruselas y París, van a tocar en Lisboa, Santiago de Compostela, Santander… ¿Ya no hay barreras para el euskera?

Esa ha sido nuestra filosofía desde el inicio. Como euskaldunes, tenemos inseguridades o quizás sean prejuicios. Muchas veces pensamos, generalizando, que por cantar en euskera tienes que quedarte en Euskal Herria y no tienes que salir, porque si vas fuera a nadie le va a gustar ni nadie lo va a entender. En cambio, nuestra filosofía es que el euskera es un idioma como otro cualquiera. Cuando éramos niños escuchábamos música en inglés, no entendíamos nada y la disfrutábamos igual. Hoy en día apenas hablo francés y me encanta Stromae. La música es un lenguaje que no entiende de idiomas. Queremos intentar llegar lo más lejos que podamos y tocar todas las puertas. La gira de Japón fue muy bonita porque es el sitio en el que más lejos hemos estado y, a su vez, donde mejor trato hemos recibido. Cuando vamos a Madrid, a Santander o a sitios así nos preguntan que por qué no hacemos una canción en castellano o en inglés porque así llegaríamos mucho más lejos, pero en Japón nos dimos cuenta de que, al explicarles quiénes éramos y cuál es nuestro idioma, se generaba cierta curiosidad que posiblemente si cantásemos en castellano o en inglés nos llevaría a ser una banda más. El euskera ha sido algo que, lejos de cerrarnos puertas, nos las ha abierto.

Da la sensación de que esa filosofía la comparten con toda una nueva generación de músicos vascos.

Sí, sin lugar a dudas. Aparte de músicos, en Bulego somos muy musiqueros y nos gusta mucho ir a conciertos. Estamos viviendo una época dorada en el panorama euskaldun porque se han dejado de lado muchos prejuicios que había no hace mucho con respecto a ciertos géneros. Parece que si no hacías rock o ska, se te hacía la cruz y hoy en día estamos yendo a un panorama mucho más rico y diverso. Me encanta poder ir a un concierto de Merina Gris y escuchar música electrónica oscura, al día siguiente ver a Nøgen haciendo folk un poco más indie y luego a Neomak con algo más de raíz y tradicional. Estamos conviviendo en un mismo lugar y es bonito. Que vayamos derrumbando prejuicios siempre es algo positivo porque nos permite ser más libres tanto a la hora de crear como de consumir.