El dúo MGMT se pasó por el Bilbao BBK Live hace justo una década, cuando el éxito masivo de pelotazos de pop indie y lisérgicos como Kids y Electric Feel comenzaba a declinar. Aún así, demostraron el poder de una propuesta que busca la armonía entre el brillo pop y un gusto personal por la experimentación y los arreglos excéntricos, siempre con un revestimiento ácido y psicodélico. Y ahí siguen, ajenos a impulsos y tendencias externas en su quinto álbum, Loss of Life (Mom + Pop/Popstock!), cuyo repertorio críptico y existencial entre la vida, el amor y la muerte viaja entre múltiples ritmos y estilos, del britpop al glam, lo progresivo y las baladas pop. Y todo regado con su psicodelia habitual.

Hubo un tiempo, a finales de la primera década de este milenio, en el que MGMT, el friki dúo formado por Andrew VanWyngarden y Ben Goldwasser, reinó en las listas de éxito y copó puestos de honor en estadios y festivales musicales. Y todo gracias a hitazos incontestables como Kids, Electric Feel y Time to Pretend, llenapistas de pop lisérgico incluidos en su debut, Oracular Spectacular, y que bailaron millones de personas y despertaron los elogios de la crítica y de compañeros como los indies Weezer y los más cercanos Berri Txarrak, que ofrecieron versiones en vivo de Kids.

Agobiados por el éxito, MGMT ofrecieron un viraje en sus dos discos posteriores, Congratulations y MGMT, ahondando en su faceta más heterodoxa y, lógicamente, desaparecieron del radar de las listas y festivales. Y cuando ya nadie esperaba el resurgimiento comercial, les llegó con su cuarto álbum, Little Dark Age. A pesar de su aspecto sombrío, su canción titular se convirtió en un éxito en Tik Tok años después, durante la pandemia, ya que fue banda sonora de cinco millones de videos de temática diversa: justicia social, derechos trans, anime, la guerra en Ucrania y, aunque resulte increíble, hasta apología del nazismo.

Tras un reciente disco en directo, 11–11–11, editado en 2022 y con el que pusieron banda sonora onírica y lisérgica a una exposición del artista multidisciplinar italiano Maurizio Cattelan en el Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York, MGMT regresan este fin de semana con su quinto disco oficial, primero en casi seis años y producido por ellos mismos junto a Patrick Wimberly, Daniel Lopatin, James Richardson y Brian Burton, y el colaborador de siempre, Dave Fridmann (The Flaming Lips, Spoon), un técnico obligado cuando se trata de añadir efluvios psicodélicos a la música.

“Bromas aparte, estamos muy orgullosos de este álbum y del hecho de que haya sido un parto relativamente indoloro tras un largo período de gestación. Estamos felices de lanzar este bebé al mundo”, explica el dúo, que ha contado con la colaboración de la francesa Christine & The Queens, seguidora de MGMT, de “su libertad y talento, su límpida composición y sus paisajes sonoros asesinos”, según la creadora de obras como Cris, La Vita Nuova y el reciente Paranoïa, Angels, True Love.

Amor, vida y muerte

Loss of Life es un disco plagado de mensajes existenciales –a menudo crípticos– pero con la pátina de ironía de un grupo pop que no está escribiendo un tratado filosófico sobre la vida, el amor y la muerte, sino entregando canciones de cuatro minutos sumergidas en una amplia paleta de referencias que acaba trascendiendo los géneros. “Musicalmente hablando, nos estamos moviendo en torno al 20% de género contemporáneo adulto y no más”, explica el dúo.

Si se refiere al magma más accesible del álbum, quizás el porcentaje sea superior. Resulta evidente en Dancing In Babylon (la colaboración con Christine & The Queens), un claro guiño a la década de los 80 entre sintetizadores que crepitan y que recuerdan a Depeche Mode. Puro pop electrónico a ritmo de balada cantada por chico y chica. Y no menos accesible resulta Phradie’s Song, nana acariciante y espacial entre guitarras acústicas, una voz dulce como la ambrosía y arreglos ensoñadores que concluyen con un pasaje dramático.

Tomarse una biodramina resultará conveniente para evitar el mareo ante el resto de propuestas: el guiño glam al Bowie/Ziggy Stardust en Bubblegum Dog; la melancolía folk a lo Simon & Garfunkel de Nothing to Declare; el guiño britpop a Oasis en Mother Nature; la evocación jazz de People In The Streets; y el torbellino de la espectacular Nothing Changes, balada oscura con guitarras a lo The Cure con una melodía dulce hasta que surge una tuba, unos sintetizadores lounge, un arreón psicodélico beatle y en tu imaginación aparece Burt Bacharach dirigiendo a una orquesta. Y todo bañado en ácido y psicodelia.

Elegía que desafía los límites del pop adentrándose en un territorio inexplorado donde se dan la mano la épica, fríos sintetizadores, cuerdas de psiquiátrico, metales de fanfarrias a lo Sgt. Peppers y nudos cósmicos, Loss of Life, cuyos versos se revelan crípticos y sugieren más que muestran, dispara un torbellino de reflexiones existenciales centradas en la naturaleza, el poder del amor, los ciclos de la vida y la inevitabilidad de la pérdida y la muerte. “Cuando el mundo nace y la vida termina, entonces aprendes a amar tu pérdida de vida/cuando llega la mañana y la vida termina, cualquiera puede amar”, canta VanWyngarden, al igual que “las aguas me invitan a bucear, puedo decir que la perla está ahí, y aún así, no encuentro nada”. Al final, la vida sigue. Es cuestión de seguir buscando.