Del Guggenheim Bilbao se dijo que no se podía construir, que iba a servir de almacén para el arte que no quería Nueva York, que era una concesión al imperialismo americano, el Hiroshima cultural... Se han cumplido más de 26 años de su apertura y la intención del Guggenheim de ser revulsivo cultural, social y económico se mantiene intacta. Los datos así lo avalan. Después de lograr la mayor afluencia en verano de su historia, ha cerrado 2023 con récord de visitas. Juan Ignacio Vidarte –que desde el inicio de las negociaciones para crear en Bilbao un museo en colaboración con la Fundación Guggenheim de Nueva York estuvo en contacto con el proyecto– explica hacia dónde se dirige el museo.

Esta pasada semana se conoció el balance definitivo de visitantes, que supone un récord absoluto en la historia del museo.

–2023 ha sido un año estupendo, tanto desde el punto de vista de visitantes como de la programación. Hemos tenido la exposición más visitada de la historia en términos de visitas diarias, que fue la que se dedicó a la artista japonesa Yayoi Kusama, con más de 5.800 personas al día de media. Y hay dos exposiciones, la de Kokoschka y la de Lynette Yiadom-Boakye, que se han convertido en la tercera y la cuarta en el ranking del Guggenheim en cuanto a número de visitantes totales. 

Entonces, ¿se han recuperado los niveles de actividad que tenía el museo antes de la pandemia?

Estos datos nos dan una idea de que no solo se han recuperado, sino que se han superado. Lógicamente, en parte es porque nos beneficiamos de una ola favorable en cuanto al turismo, pero también porque nosotros, frente a los vaticinios que había muy agoreros en la pandemia de que había que cambiar el modelo y olvidarse de determinados planteamientos, como tener planes expositivos ambiciosos, pensamos que eso no era así, que la situación iba a volver a recuperarse. Y decidimos apostar por retomar una programación ambiciosa, con calidad, con seis o siete exposiciones anuales. Ahora estamos viendo que esa apuesta que hicimos en aquellos momentos de crisis está teniendo sus frutos. Pudimos superar aquel momento muy complicado –en el que perdimos un 70% de los visitantes y más de un 30% de los ingresos– sin déficit con los ajustes que hubo que hacer en la programación o en la operativa. Creo que gracias a eso también hemos sido capaces de salir de la pandemia sin tener esos lastres.

Incluso se van a poder dedicar casi 4 millones de euros de las subvenciones a la compra de obra para la colección. 

Es una circunstancia absolutamente muy excepcional, aunque ya se produjo el año pasado también, pero este con mayor magnitud. Vamos a poder dedicar casi 4 millones de euros de las subvenciones previstas para la operativa a la adquisición de obra para la colección gracias a que las instituciones, Gobierno Vasco y Diputación, apoyaron esa medida, lo que ha sido fantástico. Además, vamos a acabar también con unos índices de autofinanciación que se encuentran ya cercanos al 80%, lo que significa que cuatro de cada cinco euros que el museo necesita para su funcionamiento proceden de la propia operativa del museo y de las aportaciones privadas, lo cual nos da una gran garantía también de sostenibilidad. 

¿El Guggenheim Bilbao sigue jugando su papel inicial?

–Creo que, afortunadamente, sigue cumpliendo los objetivos para los que se creó. Además de ser una institución cultural de proyección internacional, sigue sirviendo como catalizador de ese proceso de cambio, que tiene efectos, sociales, culturales, económicos y de todo tipo, pero no solo para Bizkaia sino también para Euskadi.

¿Hacia dónde va el museo?

Hay un objetivo importante que es el de mantenerse, porque no hay que dar por hecho que estos resultados se van a seguir consiguiendo simplemente por inercia. Por lo tanto, lo fundamental es que el Guggenheim se mantenga fiel a los objetivos para los que se creó hace 26 años, lo cual no es sencillo en un mundo cambiante y donde hay que seguir manteniendo esa proyección y esa resonancia internacional que tiene el museo. Hay que seguir apostando por esas claves de funcionamiento, de ambición, de calidad, de ser un referente en cuanto a la programación, pero también en cuanto al modelo de museo para seguir atrayendo todos los años en torno a un millón de visitantes.

¿Cuáles son los nuevos retos que afronta estos próximos años el Guggenheim?

Hay que tener además una atención especial a todos los aspectos relacionados con la diversidad, con la equidad, con la accesibilidad, con esa dimensión tan importante que entendemos que tiene el arte desde el punto de vista de la salud física y mental de las personas... Hay que ir asumiendo cosas que cada vez van adquiriendo una relevancia especial. Desde hace ya unos años, ha adquirido una dimensión muy especial nuestra responsabilidad en cuanto a la sostenibilidad ambiental. Somos un museo que ha apostado por intentar ser una referencia en el ámbito de la sostenibilidad ambiental en el mundo de los museos. Nos hemos marcado como objetivo que en 2030 seamos una institución neutral desde el punto de vista del impacto y eso implica, y ya lo llevamos haciendo hace unos años, una serie de cambios en nuestro funcionamiento

Encima de la mesa se encuentra también el proyecto de ampliación del Guggenheim Urdaibai. 

Está desde 2007, dentro de la reflexión que hicimos a partir del décimo aniversario, cuando empezamos a definir lo que entonces denominamos Visión 2020 para el museo, y dentro de esa definición planteamos muchas iniciativas estratégicas que se han ido desarrollando, entre ellas el tema medioambiental, la transformación digital del museo, la renovación del acuerdo con Nueva York, que todavía entonces estaba pendiente... Y uno de esos aspectos que se analizaron fue cómo abordar la ampliación del museo. El proyecto del Guggenheim Bilbao fue objeto de una reducción relativamente sustancial de su dimensión, podía funcionar perfectamente con esa reducción, pero no dejaba de ser una limitación de partida. Cuando empezamos a pensar en la necesidad de la ampliación, decidimos que más que hacer una tradicional, cuantitativa, de más metros cuadrados y unida al museo existente, era mejor apostar por la discontinua, que fuera más cualitativa que cuantitativa, que permitiera contar no solo con más metros cuadrados, sino sobre todo, con metros cuadrados que permitieran actividades y ampliar la oferta del museo en ámbitos distintos a los que se podían desarrollar aquí.

¿Una ampliación es necesaria para el éxito del museo hoy en día?

Es un proyecto en el cual el museo sigue creyendo y está en nuestra visión estratégica para un futuro. Es verdad que el tiempo pasa y no pasa en balde y lo que nos hemos planteado a lo largo de estos dos años, que va a durar el plan estratégico que se aprobó en el Patronato en diciembre, ha sido que en este bienio 24-25 tenemos que llegar a una resolución en un sentido o en otro. Tomar la decisión de desarrollarlo definitivamente, o si no se dieran las condiciones para que esto ocurra, analizar una alternativa porque la ampliación del museo sigue estando sobre la mesa y para 2030 el museo tendrá que hacer algo. Y si no es esta vía, habrá que analizar otra.

¿En qué momento se encuentra actualmente el proyecto?

Ha habido avances muy positivos en el ámbito administrativo. El museo ha actualizado el estudio de necesidades que se hizo en su momento para adaptarlo a estas dos nuevas ubicaciones, Gernika y Murueta, de forma que podamos dar el siguiente paso si se decide, pero sigo insistiendo, todavía estamos pendientes de que ese proyecto pase a ser ya una iniciativa con un calendario, con un presupuesto... Los pasos que se han dado son condiciones necesarias para que se desarrolle pero no son suficientes porque todavía no hay, en primer lugar, una aprobación por parte del Patronato y, en segundo, una estructura de financiación que permita abordarlo. Además, este es un proyecto que no se puede desarrollar si no hubiera un consenso entre las tres instituciones fundadoras del museo, la Fundación Guggenheim, la Diputación de Bizkaia y el Gobierno Vasco. Ese consenso institucional todavía no está ahí y tampoco creo que hay que poner la presión en el Gobierno Vasco, porque las instituciones tienen sus propias prioridades, tienen sus ritmos. Además, el Gobierno Vasco no se ha opuesto al proyecto. El Guggenheim Urdaibai, asimismo, tiene sentido fundamentalmente como proyecto enmarcado en una estrategia de desarrollo territorial de esa comarca, que es una zona, a pesar de las apariencias, desde el punto de vista cultural y socioeconómico, deprimida. Estas cosas hay que verlas con una visión de conjunto.

El proyecto está teniendo reticencias por parte de movimientos ecologistas. ¿Qué opina de estas críticas? ¿Qué les diría como director general del Guggenheim Bilbao?

Para nosotros son un poco sorprendentes en el sentido de que este es un proyecto que para el museo solo tiene sentido desde una perspectiva de sostenibilidad. Estamos comprometidos con la preservación del medio ambiente. Una de las prioridades estratégicas de nuestro museo es convertirse en una referencia en el ámbito de la sostenibilidad ambiental en el mundo de los museos y estamos entre los que tienen una posición más avanzada en este ámbito, somos pioneros. Esta ampliación solo tiene sentido en la medida en que sea coherente con esa estrategia

En el boceto del nuevo museo la entrada se establece por Gernika y en Murueta estaría el nuevo edificio con el espacio expositivo.

De momento, solo hay un boceto, el diseño definitivo se realizará tras la convocatoria de un concurso interdisciplinar de arquitectos, paisajistas, artistas... Porque no se trata de hacer un edificio más o menos icónico, esa no es, en absoluto, la idea. Se trata de una actuación integrada en el paisaje y en el ecosistema, con una movilidad sostenible. Es una Reserva de la Biosfera, no es un parque natural, lo que quiere decir que hay que hacer actuaciones que permitan la convivencia entre la naturaleza y el hombre. Pretendemos mejorar lo que ya existe con esa perspectiva medioambiental. Puede haber alguien que diga que no se debe tocar nada, pero en ese caso yo le preguntaría qué actividades socioeconómicas se pueden desarrollar en ese entorno para mantener esa coexistencia entre el hombre y la naturaleza. Creo que mucha gente que se opone, por un lado, no conoce el proyecto, y, por otro, son posiciones que no responden a lo que el proyecto realmente ofrece.