El proyecto aHUTSAK HARTUa (traducción libre del euskera, tomar el vacío, cubierto por el polvo, tomada por la voz) nació como una propuesta del artista sonoro Xabier Erkizia y la bertsolari y escritora Maialen Lujanbio junto con el Bellas Artes de Bilbao durante el confinamiento a causa de la pandemia en 2020. “Se trataba de registrar los ecos del museo vacío. El proyecto se expandió y desarrolló durante tres años hasta fusionarse con otra situación también extraordinaria en la historia del museo, como es la ampliación que actualmente se está llevando a cabo. Dos excepcionalidades que han provocado a su vez situaciones inéditas, el vaciamiento temporal de los espacios del museo, la ausencia de sus visitantes, en el primer caso y el desplazamiento de las obras de arte, en el segundo”, explicó Miguel Zugaza, director del Bellas Artes de Bilbao.

Los sonidos, voces, ecos y silencios han sido registrados por Erkizia (excoordinador del departamento de Sonido del Centro de Creación Contemporánea, Arteleku, de Donotia) y Lujanbio (bertsolari y licenciada en Bellas Artes por la UPV) en un retrato sensorial del museo. En él, se perciben pasos, presencias, reverberaciones, la huella sonora de máquinas y personas, grabaciones vibracionales de esculturas de hierro, fenómenos ultrasónicos, silencios...

El resultado es un recorrido sonoro que se percibe por las 33 salas del museo y espacios interiores, fruto de las 30 horas de grabaciones de audio en distintas frecuencias que se han editado para proyectarlas en capas, como las que forma el polvo al posarse sobre las superficies o las que aplican los pintores a la hora de realizar sus cuadros. Durante las grabaciones, “hemos tenido la suerte de ver que lo que se hace en este museo es mucho más que exponer obras de arte; es un trabajo de cuidado extremo de las obras para salvaguardar la memoria que se contiene en ellas. Cuanto más tiempo hemos pasado en el museo, más hemos aprendido a escuchar sus obras. No hace falta golpearlas, solo ponerse a su lado y formar parte de ellas, escuchar las pinturas, las esculturas, las fotografías...”, aconsejó Erkizia.

Los sonidos captados se proyectan sobre el espectador, que ha de recorrer las salas en completo silencio para apreciar lo que se emite, a través de seis altavoces especiales unidireccionales de tecnología ultrasónica que lanzan un sonido preciso en cada momento como si fuera un haz de luz láser que solo puede ser percibido en una posición concreta.

Y mientras el visitante pasea, en algunos espacios, se escuchan además poemas, reflexiones escritos por ambos creadores y leídos por Lujanbio, sobre el vacío, el polvo, metáforas sobre el trabajo que se realiza en el Bellas Artes. “Empezamos a venir durante el confinamiento para palpar, captar ese momento tan raro, y también tan especial que supone un museo vacío, sin gente, con obras expuestas para que sean vistas. Esta era la cuestión de partida, qué pasa con las obras que están para ser visitadas cuando no hay público, cómo discurre el tiempo... Aprovechamos para entrevistar a los trabajadores y trabajadoras, a mirar un poco las tripas del museo, su estructura”, explicó, por su parte, Maialen Lujanbio.

Cuando el Bellas Artes abrió, Erkizia y Lujanbio siguieron acudiendo para detectar los latidos del museo. “En el confinamiento, el pálpito era leve, pero en cambio, otros sonidos tomaron mucha relevancia, como los de la electricidad, el aire acondicionado... Y los de fuera, los cantos de los pájaros... también porque no había nadie dentro. Ha sido interesante ver el museo en épocas distintas”, aseguró Lujanbio. Se ha editado un libro que contiene textos poéticos de ambos artistas vinculados al acto de escuchar, así como un prólogo en el que explican el sentido y el proceso del proyecto. El proyecto se completa con un microsite en la web del museo con los contenidos del proyecto.