Algo de nigromancia percibimos en las propuestas artísticas de Javier Pérez (Bilbao, 1968) presentadas en las salas de exposiciones del KuboKutxa donostiarra. Algo de unión de nekros-muerte y mantia-adivinación, como una rama de la hechicería negra, y como medio de adivinación mediante el examen de las vísceras de los muertos, se advierte en algunos de los dibujos, fotografías, esculturas e instalaciones expuestos en sus salas.

Los paisajes nocturnos, diversas partes del cuerpo, como cabeza, cráneo, corazón, torso, médula, las sombras, la noche, lo negro, las camas, las sábanas y las almohadas componen un repertorio iconográfico cercano al mundo onírico, tan real y tan profundo, que ha sido plasmado por las vanguardias históricas, como el dadaísmo, el surrealismo y los góticos modernos y que tiene su raíces en la psiquiatría profunda.

Una serie de doce dibujos a lápiz de color pastel y carboncillo sobre cartón negro, Caminos (2020-21), trazados durante doce meses, con una sintaxis realista sobre un paisaje cercano al Montseny, introducen al espectador en un clima de nocturnidad y misterio. Caminos cubiertos de ramas, hojas y vegetales captados con planos cinematográficos.

En la gran sala central, Ausencia/Presencia, se expone la instalación El carrusel del tiempo (2012), compuesta por 34 pares de zapatos, fonógrafo y sistema de audio, que con carácter cinético y romántico evoca con aires melancólicos el paso del tiempo, las añoranzas, los sentimientos y los recuerdos.

En el filo (2012), dos zapatos de tacón instalados sobre dos hojas de cuchillo y otros dos suspendidos sobre ellos, resueltos en bronce, expresan dolor y amor traicionado y sufrido. En puntas (2013), sobre zapatillas de danza con cuchillos en sus puntas, pasión, dolor y muerte unidos con vídeo en color adherido. Objetualismo surrealista de marcado acento onírico.

Infinito privado (2019), evolución cinética sobre el rostro humano, desde el nacimiento a la muerte, a la nada, iconografía resuelta también en bronce patinado, de gran refinamiento.

Máscara de seducción (2008), cabeza humana con crin de caballo y trenzado en rojo, es otro espectro, fogonazo de luz, instalado sobre el vacío y dos zapatos a sus pies posados sobre una garrafa de vidrio.

Ocho excelentes tintas y acrílicos grises, negros y violáceos sobre papel Lapsus (2017) trazan un soberbio juego de sombras, manchas y espectros abstractos sobre la noche, resultan lo mejor de la muestra.

Ubicada frente a ella, otras espléndida serie de dibujos coloreados de dorado con técnicas mixtas, sobre plegados de sábanas de cama, cortados en diversos planos y que denotan una gran sutilidad y refinamiento de medios: Night currents (2018).

En la segunda sala Somnia Insomnia (2020) se ubican una serie de almohadas en diversas posiciones, tumbadas y alabeadas, resueltas en mármol de carrara Nightmares (2018), así como una serie de dibujos sobre imagen fotográfica en torno a las almohadas, Under currents (2021), y una serie de 33 dibujos surrealistas sobre telas dinámicas, personajes nocturnos y otras invariantes en torno al mundo mágico y onírico, Somnia, Insomnia (2020).

En la capilla sixtina de la sala Pulsiones Pulsaciones, una magnífica colección de Brotes (2017), ramas de las que cuelgan hojas, flores y corazones, Doble latido (2022), dos corazones, Médula (2020), transformación de vegetal en médula humana, y un Híbrido (2007), crin de animal transformado en vegetal, obras resueltas en bronce, resinas de poliéster y acero inoxidable, realizadas con técnicas diversas.

Como puede comprobarse la intersección de lenguajes y disciplinas, la interdisciplinaridad y mestizaje de lo manual, lo técnico y lo objetual hacen de este creador un claro exponente de tendencias sincréticas al mismo tiempo que multiformes y multisignificativas.

Comisariada con acierto por Alfonso de la Torre, se ofrecen obras clave, de carácter diacrónico, de un autor multimedia, conceptual, nigromante, gótico, y de carácter romántico y apofático.