El extriunfito Ricky Merino recibió la llamada para dar vida al personaje de Sam en la versión musical de Ghost en su peor momento profesional. Ahora, tras cinco meses en las carteleras madrileñas, el espectáculo llega ahora a Donostia con David Bustamente y Elena González Santorio, en un momento completamente diferente para el mallorquín.

¿Qué relación tiene con una película tan icónica como es 'Ghost'?

-Al ser un niño de los 90, como le pasa a mucha gente tengo un exceso de imaginario en torno a ella. Pero tengo sobre todo tengo una muy buena relación con el musical. Soy un fanático de ellos y la adaptación que se hizo de la película me atrajo mucho. Tenía incluso el disco de la banda sonora. La película siempre me ha gustado, pero para mí el musical la mejora. Era un obsesionado con todas las adaptaciones que se hicieron, así que hacerla ahora yo es todo honor para mí.

Hizo, por lo tanto, el camino inverso a la mayoría.

-Sí (risas).

Imagino que la mayoría de los espectadores acudirán con las imágenes de la película en la cabeza.

-Sí. Noto que la gente quiere ver la película. Una cosa muy buena de esta adaptación es que es muy fiel a ella y los espectadores ven un musical pero también ven las escenas que quieren ver como la del torno de barro. Tenemos parte de responsabilidad sobre aquello que la gente quiere y ama, así que siempre está el riesgo de que pudiese salir algo que pudiera espantar al público.

¿Da vértigo asumir un papel tan querido como el de Patrick Swayze?

-Al principio, sí. Reconozco que antes de empezar los ensayos volví a ver la película y me fijaba mucho en él, pero una vez que comenzamos a construir el personaje, y también por recomendación de la directora, empecé a alejarme de lo que hacía él. Es un personaje universal, el típico héroe con un recorrido marcado para salvar a la mujer que ama, que yo necesitaba llevar a mi terreno. Es verdad que está la presión de que la gente quiera ver a Patrick Swayze pero de momento no he tenido quejas (risas).

A la hora de representar una obra de otra época, hay cierta tendencia a mirar con lupa los comportamientos y situaciones que eran aceptadas en su momento. ¿Ha sido en este caso?

-No, realmente no. Entiendo lo que dices e incluso me pasa a mí viendo series de los 90 como Friends, en las que ahora me chirrían ciertas cosas, pero en el caso de Ghost no ha sido así. Lo que más me choca de la historia, en comparación con los tiempos que vivimos ahora, es que Sam y Molly son personajes que tienen mi edad, 35 años, y que son muy diferente a cómo vivimos ahora. Mi vida no ha cambiado mucho con respecto a cuando tenía 27 años, pero Sam es un hombre muy adulto, con una vida y una relación muy asentada, con un trabajo claro... Te recuerda que en otras décadas se maduraba mucho antes.

Lo que parece que no caduca nunca es la historia de amor entre ellos dos.

-El amor es el sentimiento universal en el que todos nos reconocemos y creo que por eso la película y el musical funcionan. La gente quiere ver algo en lo que se sienta identificado y, aunque la historia habla de un hombre que se muere y es un fantasma, no deja de ser una historia de amor clásica y eso es algo que a la gente le gusta.

¿Hay mucha diferencia a la hora de prepararse para una gira de conciertos que para un musical?

-Cuando tú estás en un escenario defendiendo un proyecto personal, con tus discos y tus canciones, estás ante un público que ha ido para verte a ti. Aquí no. Esto es una obra de teatro de todo un equipo. Es verdad que un cantante también depende de un equipo pero al final los que se suben al escenario son los músicos y él. Son dos cosas diferentes que me parecen muy bonitas.

Da la sensación de que en la industria, hoy más que nunca, la línea divisoria entre cantantes, actores, bailarines... es más difusa.

-Y es algo que me encanta. Venimos de ciertos prejuicios en los que un actor de cine debe hacer cine y uno de tele, tele. Es algo que fuera no pasa. En EEUU prima el artista que puede hacer de todo como Lady Gaga o Hugh Jackman y la gente lo valora. Me gusta que aquí también empiece a pasar lo mismo y que los artistas hayan empezado a dejar de tener miedo a hacer cosas nuevas.

¿Las nuevas generaciones han dejado de pensar que para ser cantante ya no solo vale cantar?

-Bueno, hay de todo, porque también hay cantantes que solo cantan como hay personas que solo componen. Ha pasado con compañeros míos de Operación Triunfo que han venido a verme al teatro que no se ven capacitados y no quieren por nada del mundo hacer algo así y es algo muy respetable. Las nuevas generaciones tienen que ver que pueden hacer lo que quieran. Cuando yo era estudiante tenía mucho miedo de salirme de la línea establecida y me dijeron que tenía que estudiar una carrera aunque yo soñaba con hacer otras cosas. Me costó mucho darme la opción de probar cosas nuevas y los jóvenes tienen la opción de cambiar y buscar aquello que les haga felices.

Llegan a Donostia con el espectáculo rodado, ¿se nota una mayor complicidad en el reparto?

-Sí, aunque cada función es diferente y ahora con la gira es algo que se está intensificando al cambiar de teatro. Hemos estado cinco meses en la Gran Vía de Madrid y al final se vuelve rutinario por mucho que te esfuerces en que cada día sea cómo el primero. La gira te da la opción de que el público te reciba con los brazos abiertos porque eres la novedad de la agenda y tú te adaptas a una nueva energía.

¿La gira supone también un bálsamo laboral en un tiempo en el que lo musical ha estado de capa caída por la pandemia?

-Yo hice el casting de Ghost para la primera temporada y me quedé a las puertas. Cuando me llamaron para hacer la segunda me encontraba en un momento muy complicado. A mí la pandemia, como a muchos artistas, me golpeó muy fuerte y durante más de año y medio no tuve ni trabajo ni ingresos, por lo que tuve que vivir de los ahorros. Justo cuando estaba apunto de tomar la decisión de hacer las maletas y volver a casa de mi padre en Mallorca, me llamaron para repetir el casting. Todo ocurre por algo, así quizás debía parar antes de encontrarme con esta oportunidad.

Podría ser el fantasma de Patrick Swayze el que estaba por ahí esperando el momento.

-Exactamente (risas). Me había marcado junio como fecha para irme y fue justo en junio cuando me llamaron de Ghost y de otro proyecto en Inglaterra. Así que algo o alguien había por detrás (risas).