a lo decía Pío Baroja, que al que no le gusta la niebla ni el agua, no es buen vasco. A lo que algún otro escritor le contestó que él los veía detrás de los cristales.

No es este el caso de Unai San Martín (Eibar, 1964), hijo del escritor y artígrafo Juan San Martín, a quien acompañó en sus andanzas y travesías por los montes de Euskadi, y de los que acertadamente reseña la comisaria de la muestra María Millán, sus imágenes se le quedaron prendadas en la retina. En la retina y en los heliograbados de los últimos 30 años que presenta ahora en Kutxakultur Artegunea de Tabakalera.

Se trata de una técnica que une fotografía y grabado que data del siglo XIX y que en la actualidad está siendo utilizada por numerosos autores contemporáneos. Dicha técnica produce imágenes entreveradas y aterciopeladas, creando sensaciones ópticas de indudable belleza, pero que posee la contrapartida de crear imágenes de una cierta sensibilidad homogénea y uniforme.

San Martín desarrolló esta técnica tras sus estudios en la Morley College de Londres y en Pratt Institute de Nueva York, dedicándose por entero a la fotografía tanto en Euskadi como en San Francisco (California), lugar donde reside desde 1998, y también en Nevada, Perú, Nueva York y China.

Sus 105 heliograbados resultan intemporales, sobrándoles casi los títulos y las fechas, y están presentados en series como Niebla, Pájaros, Piedras, Ramas, Centro urbano, Variations y Paisaje, demostrando una sensibilidad especial en el tratamiento del paisaje y la naturaleza en sentido amplio y restrictivo: California Tennessee Valley (2012), Árbol (2001), Diagonal (2007) y Mar (1999). Paisaje embrumado, silente, atemporal, distanciado, ensimismado, aterciopelado, que atrapa el espacio y el tiempo, congelándolo en un instante.

Otro tanto sucede con su serie Ramas, en la que destacan sus cuidadas planimetrías: California (2004), Burgos (2005) y China (2016). Con su serie Piedra: Perú (2012) y Nevada (2017); o con Niebla: Nevada (2019) y California (2016). Mirada microscópica, parcelada y envuelta en luces perlinas plasma un espacio del cosmos cercano al realismo mágico y casi onírico.

Más frío y racional lo encontramos en suspaisajes urbanos, que nos resultan menos sentidos: California (2010), 9th Street, N.Y. (1999) y algo más pletórico en su Hondarribiko zezen plaza (1993).

Sus temas más abstractos como Cruz, Caracola, Piedra y Tornillo (S.F.) resultan contundentes en su concepción de bodegones o naturalezas muertas en sí mismas.

Las obras proceden en su mayoría del propio autor, de la Galería Gráfica La Caja Negra de Madrid y de Archeles Ediciones de Arte.