Ha costado 120 años, pero, por fin, el cuadro Patio de un parador. La pieza, propiedad del Museo del Prado, fue incorporada al depósito del centro donostiarra en 1901, un año antes de la inauguración del propio espacio, convirtiéndose, de este modo, en la primera pintora en entrar en su colección. No obstante, hasta ahora, cuando la obra ha pasado a su exhibición en sus salas de arte tras un detallado trabajo de restauración, únicamente se había podido ver en una ocasión.

Con motivo de la exposición Baginen BagaraBaginen Bagara, con la que San Telmo trata de poner en valor las obras creadas por mujeres, el museo se fijó en el primer cuadro pintado por una artista en entrar en su colección, Patio de un parador. “Hacía falta restaurarlo, por lo que se quedó fuera de la muestra pero ahora, por fin, está en el museo”, ha indicado esta mañana Jaime Otamendi, director de Donostia Kultura, en la presentación de la pieza, junto a la directora del centro, Susana Soto, y el técnico del Área de Pintura del siglo XIX del Museo del Prado, Carlos G. Navarro.

El cuadro forma parte de la colección del espacio de arte madrileño y se incorporó al depósito de San Telmo en 1901, antes de su inauguración oficial. “Contamos en el museo con en torno a 30 obras del Prado y otras 30 en Gordailua. Son, fundamentalmente, piezas de autores de los siglos XIX y XX y algunas se pueden ver”, ha explicado Soto sobre una colaboración museística que le da “un añadido” a la exposición habitual del centro donostiarra.

Debido, en parte, a sus grandes dimensiones, una altura de 151 centímetros y una longitud de tres metros, el cuadro ha quedado durante la mayor parte de este tiempo relegado al depósito del museo. Ahora, gracias al trabajo de rehabilitación llevado a cabo en los talleres de Gordailua, la obra permanecerá durante un año expuesta en las salas de arte del museo junto a varias obras de Joaquín Sorolla, coetáneo a la autora. “Es una de las grandes desconocidas y si no es por la labor de Carlos G. Navarro, que realizó una investigación en torno a ella para una muestra anterior, apenas tendríamos datos de ella”, ha indicado la directora del centro.

“Pintaba como un hombre”

Elena Brockmann de Llanos nació en Madrid en 1865, se formó en la Escuela de San Fernando y falleció en su ciudad natal en 1946. Poco más se sabe de una autora que llegó a ser incluida en un libro editado en Londres a comienzos del siglo XX sobre pintoras del mundo como una de las cuatro representantes españolas. “Sabemos muy poco de ella. Procedía de una familia culta y su padre era un ingeniero célebre. Tanto su trayectoria y su personalidad están envueltas en misterio”, ha asegurado Navarro.

Este desconocimiento queda reflejado en una pequeña tabla que se expone junto a la obra en San Telmo en la que se ve a la artista, de espaldas, pintando en su taller el cuadro Paso de una procesión por el claustro de San Juan de los Reyes. “Es muy característico porque, aunque tenemos fotografías de ella y sabemos cómo era, aparece de espaldas, tal y como ha permanecido gran parte de su historia”, ha añadido el técnico del Prado.

Patio de un parador es una obra costumbrista que recrea una hostería italiana mostrando su vida y cotidianidad a través de varios personajes.Patio de un parador Se trata de una obra muy ligada a su formación que llamó la atención en una época en la que las mujeres no podían optar a premios artísticos. De hecho, el cuadro fue exhibido en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887 junto a dos obras más, donde obtuvo la Mención Honorífica, único galardón que podía ganar. Llegó a decirse de ella que pintaba como un hombre para indicar que lo hacía bien, algo que hoy en día suena paternalista, pero que para la época era equipararla al mismo nivel”, ha apuntado Navarro, explicando que, debido a la polémica generada por la concesión de esos premios las normas fueron modificadas.

El Ministerio de Fomento se interesó por la obra y quiso comprarla “por un precio pésimo”, algo por lo que Brockmann se negó. La pintora no cejó en su empeño en recibir la misma cantidad que los autores hombres, algo que consiguió en 1894, cuando la pieza fue adquirida por 3.000 pesetas: “Buscó hacer todo lo posible para profesionalizarse en la pintura, hasta el hecho de que decidió no casarse, lo que era un suicidio social en la época”.

Con la exhibición de Patio de un parador en San Telmo, por primera vez las tres grandes obras de Brockmann se pueden visitar en diferentes rincones del planeta. “Es una gran noticia porque hasta ahora no se mostraba cómo pintaba la otra mitad del mundo”, ha añadido Navarro.