- En el verano de 1897, el anarquista italiano Michele Angiolillo asesinó de tres disparos a Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Gobierno de España, en el balneario Santa Águeda de Arrasate. Tras el atentado, aquel aristocrático destino de vacaciones cayó en desgracia, hasta convertirse en un hospital psiquiátrico. Un vaivén de luces y sombras de un escenario que inspiró El tren de los locos, la última novela histórica de Patxi Irurzun (Pamplona, 1969). O de "ficción histórica", como prefiere llamarla él. Y es que en su último libro, hay amor, viajes, venganza, intriga e incluso un acercamiento al relato erótico: "Está bien echarle un poco de picante a estas novelas históricas, que a veces son un poco demasiado serias", bromea el prolífico -aunque se quite méritos- autor navarro.

Han pasado solo unos meses desde que publicó 'Chucherías Herodes' y aquí estamos, con otro nuevo libro. ¿Patxi Irurzun no duerme y se pasa el día escribiendo, subcontrata a gente para sus proyectos...?

-(Risas). Muchas veces me dicen que soy un escritor muy prolífico, pero me paro a echar cuentas y digo: "si escribes un folio al día, al cabo del año tienes 365 folios -o 300, si te coges días de fiesta- y de ahí salen dos novelas, o una larga". Pero los ritmos de publicación y de escritura son diferentes y este libro en realidad lo escribí entre los dos del rock radikal vasco -Tratado de (h)ortografía (2020) y Chucherías Herodes (2021)-, pero se retrasó la fecha de publicación por la pandemia. Pero al final sí, por suerte no me faltan ideas, de hecho lo que me falta es tiempo (risas).

Con esta novela retoma el género histórico, donde ya inició su aventura personal con 'Diez mil heridas'(2019) y 'Los dueños del viento' (2016). ¿Qué motivó esta vuelta?

-Estaba muy cómodo con ese mundo del rock radikal vasco y cuando escribo una novela histórica siempre digo que no voy a volver a este género porque es muy exigente por el tema de documentación. Pero luego lo leo y digo "no está mal, igual ha merecido la pena...". Es otro registro que me obliga a utilizar un tono más elaborado, otro tipo de descripciones, de metáforas... A veces también está bien alternar registros, que es algo que he hecho durante toda mi vida. Y cuando acabé este también dije que hasta aquí, pero ya hay cosas que me están llamando... (risas).

¿Qué fue entonces aquello que le llamó la atención del asesinato de Antonio Cánovas del Castillo en 1897 en el balneario de Santa Águeda para decidir novelizarlo con 'El tren de los locos'?

-La chispa de esta novela, más que un personaje o una trama, ha sido el escenario: el balneario de Santa Águeda, Me llamaba la atención lo que un balneario de postín y aristocrático, al que iban a veranear Cánovas, por ejemplo, con toda esta corte que les acompañaba... Que por una cosa accidental como fue el magnicidio de Cánovas a manos del anarquista italiano Michele Angiolillo, cae en desgracia y se convierte en menos de un año en un hospital psiquiátrico. Pasó de un mundo que era muy frívolo, donde la gente no iba solamente a tomar las aguas -como decían ellos- porque también había actuaciones, magos, bailes... Y se convirtió en todo lo contrario, en un sitio sórdido -aunque el manicomio de Santa Águeda surgió también como una especie de manicomio moderno, que daba más autonomía a los pacientes-...

El edificio en sí y su transformación es una paradoja.

-Los libros de rock radikal también son una historia de auge y caída, no sé por qué tengo esa obsesión por ese tipo de temas. También puede estar relacionado con la vida misma, que llega un momento de subida y esplendor, que puede ser la juventud, y luego a partir de ahí todo es declive... y yo estoy en el declive ya (risas).

Partimos de ese suceso histórico, pero, ¿cómo ha sido el equilibrio entre ficción y hechos reales?

-La parte de más rigor histórico he sido bastante cuidadoso. Está todo el tema del magnicidio desde la llegada de Cánovas y de Angiolillo; están los últimos días de Angiolillo en la cárcel de Bergara, su ejecución y el verdugo Gregorio Mayoral -en el que luego se inspiró Berlanga para la película de El verdugo-... Y los que tienen ficción son los personajes principales, Maurizia y Xalbador.

Hable de Maurizia y Xalbador, cuya relación de amor, de alguna manera, marca el relato y guía también al lector.

-Por un lado tenemos a Maurizia, que es una huérfana que ha vivido de acogida en el balneario, es donde ha crecido y ella encarna el balneario, conoce todos sus secretos, cómo funciona todo... y a la vez es una chica que no ha tenido ningún tipo de afecto porque ha vivido más o menos abandonada ahí. Me interesaba esa relación que establecía con el balneario, que es casi una relación afectiva. Por otra parte está la figura de Xalbador, que es un personaje un tanto misterioso, no sabemos mucho de su pasado y establece esa relación de amor con Maurizia porque llega un verano a trabajar al balneario como fontanero.

Y es además pelotari, porque la pelota está presente en la historia y vemos partidos, apuestas y visitamos diferentes frontones.

-Sí, en aquella época se pusieron de moda los grandes frontones que se construyeron en Barcelona, en Madrid... Y estaba el mundo de las apuestas un poco extrañas. La pelota fue como una moda, todavía no había llegado el fútbol... Y me apetecía hablar de todo eso. Junto a ello, hay también cosas muy curiosas de la época, como los fotógrafos de muertos o hasta los inicios de la pornografía.

El libro sigue los pasos de Xalbador, quien emprende un viaje que le lleva por diferentes ciudades en las que se encontrará con borrachos, prostitutas, camareros... Y él en sí es un personaje un poco perdido. ¿Le atraía poner voz a los márgenes de la sociedad?

-Sí, por ejemplo en el balneario, a pesar de que es un sitio muy aristocrático, doy el punto de vista de Maurizia, una trabajadora de ahí. Retratar a los personajes que están en los márgenes es un patrón que, en general, se repite en mi literatura. Y se repite que hay un escenario principal y a partir de ahí, hay un viaje por diferentes lugares. En este caso tenemos a Xalbador, que es anarquista y después del atentado contra Cánovas tiene que huir y empieza un periplo por varias ciudades y por sus bajos fondos.

¿Cómo es este viaje?

-Se inicia en París, donde en aquella época barrios como Belleville estaban dominados por bandas juveniles que les llamaban los Apaches y que venían a ser los hijos, nietos y huérfanos de los que participaron en la revolución de la Comuna. Se habían convertido un poco en delincuentes y tenían aterrorizada a la ciudad y, a su vez, tenían su propia cultura juvenil, su manera de vestirse, su lenguaje, armas... Era un mundo muy atractivo y el personaje va a parar a eso. Luego el viaje continúa hacia Barcelona, que también me interesaba porque estaba en una situación prerevolucionaria, con todo ese mundo industrial, de fábricas... Y Madrid lo mismo, con los descampados, el Rastro... El personaje se mueve por todos esos mundos un poco marginales y se lo va contando a Maurizia a través de sus cartas.

No faltan dardos a la Iglesia y esos "comehostias", y en ese sentido cobra especial protagonismo el padre Menni, quien reconvirtió el balneario en el primer psiquiátrico del País Vasco -y de Navarra- de la época y que en la novela se le presenta como un personaje oscuro.

-Sí, es un personaje con luces y sombras. Ahora la parte sombría está más olvidada, porque quienes han hablado de él son quienes han recibido su legado. Tuvo su parte buena, con estos manicomios que tenían una visión moderna, pero también fue denunciado por una joven paciente en uno de los manicomios que administraba, el de Ciempozuelos (Madrid), por violación, por practicarle abortos, contagiarle la sifilis... Esto en la época tuvo bastante repercusión en los medios y se le hizo un juicio del que salió absuelto, pero se dice que invirtió mucho dinero en lavar su imagen.

Una de las 'novedades' de 'El tren de los locos' es que descubre el registro más erótico de Patxi Irurzun, incluyendo varias escenas sexuales o a personajes inolvidables como un hombre con dos penes... A ciertas alturas, ¿ya no hay vergüenzas?

-Me lo pedía la historia y la época. En primer lugar, el ambiente del balneario daba pie a mucha frivolidad, a coqueteos... Y aparte es una época en la que se pone de moda la novela erótica en Europa en general, hay títulos como Las once mil vergas... Hay episodios eróticos que a la vez fijan lo que se llama sexo bizarro o anomalías sexuales, desde los personajes como el hombre con dos penes, o el fenómenos de zoo humano, que existían en la época. Y si a eso se sumas el mundo de los cafés cantantes, que había algunos con tono erótico subido... Ese ambiente daba pie a que se introdujera esto y creo que está bien echarle un poco de picante a estas novelas históricas que a veces son un poco demasiado serias (risas).

Sin desvelar el final, si este libro fuese un partido de pelotaris como los que aparecen en la novela, ¿cree que gana quien se lo merece?

-Yo creo que sí. Al final esto es una historia de búsqueda, sobre todo de Maurizia, que es el gran personaje de la novela ya que representa al balneario y ve cómo ese mundo se está perdiendo, está en decadencia... Ella es quien tiene que buscar su propio destino y construirlo y se da cuenta de que tiene que hacerlo ella misma. En ese sentido, hay una victoria personal o de superación. También está el caso de Xalbador, que tiene sus ideales anarquistas y los va cumpliendo de alguna manera. Eso es algo que se repite en los libros del rock radikal vasco: la revolución es interna y hay que asumirla en los gestos más cotidianos. Al final escribo estos libros para darles esas pequeñas victorias a personajes que están en los márgenes de la sociedad y que no han tenido voz, para que la tengan y puedan contar la historia desde su punto de vista y no desde el que siempre hemos recibido. Como en el caso del magnicidio, que el peso recae en Angiolillo y en el libro se ven sus razones para hacer lo que hizo y lo que había detrás de Cánovas, que fue un personaje muy aborrecido hasta el punto de que los anarquistas se plantean cargárselo: hizo una represión atroz contra el anarquismo, torturas, muertes...

Y al hilo del título, 'En el tren de los locos', ¿los verdaderos locos son los cuerdos?

-El título viene por algo que es real y es que en el País Vasco y Navarra no había centros psiquiátricos y a los locos los tenían encerrados en habitaciones y los mandaban a otras ciudades como Valladolid, Zaragoza... Y cuando se abre este hospital psiquiátrico de Santa Águeda, lo que hacen es trasladarlos desde donde estaban en trenes especiales. Y en el tema de quiénes son los locos o los cuerdos... En la novela se ve cómo Maurizia mira desde las rejas de su ventana al parque en el que pasean los locos y ella se plantea quién está realmente loco, si todo es un delirio suyo o es de los demás... En ese sentido se trata de reconstruir en algunos casos el por qué esa gente va a parar al manicomio y enloquece, en el libro lo vemos en un personaje. Desde que empecé a escribir me ha interesado mucho, porque a veces sólo conocemos algo de las personas y siempre hay una historia detrás. Un escritor tiene que reconstruir las razones que le han llevado a alguien a algo.

Estamos ya ante su tercera novela con Harper Collins, una editorial de gran alcance mundial. Echando la vista atrás, a todo lo recorrido, ¿qué le diría a aquel Patxi Irurzun que publicaba su primer libro con 19 años?

-Cuando empecé a escribir tampoco tenía grandes expectativas... Uno tiene un poco esa idea idealizada de que va a poder vivir de esto, pero es que mi recorrido ha sido más de pasitos lentos, pero seguros y poco a poco más lectores, llegar a más... Estoy contento, tampoco echo mucho la vista atrás, son cosas que han ido pasando y la vocación literaria siempre la he tenido muy presente. Alguna vez he leído entrevistas con alguna escritora que tenía un recorrido diferente, con un best seller y un éxito muy rápido, y decían: "Cuando empecé a escribir, mi sueño era ganar el Premio Planeta". Y yo pensaba: "Joe, qué triste, mi sueño cuando empecé a escribir era escribir una buena novela".

¿Y se ha cumplido?

-Todavía sigo teniendo ese sueño. Me falta una novela redonda, o escribir una buena novela de verdad... Entonces eso es lo que yo quiero y si luego lo demás viene, pues bien. Escribir es una cosa muy vocacional, empiezas cuando eres chaval porque te sale, yo nunca he podido ni he querido dejarlo, entonces me imagino que seguiré siempre así. Y tener esa idea de que vas a escribir una novela mejor que la anterior creo que es bueno.

Título

'El tren de los locos'.

Autor

Patxi Irurzun.

Editorial

Harper Collins.

Páginas

350 páginas.

Precio

18,90 euros

Sinopsis. Verano de 1897, en el balneario de Santa Águeda, en Arrasate, el anarquista italiano Michele Angiolillo asesina de tres disparos a Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Gobierno de España. El magnicidio hará que el balneario caiga en desgracia y apenas un año después se convierte en hospital psiquiátrico.

Son tres también los disparos que un año antes del asesinato de Cánovas recibe Xalbador, el novio de Maurizia, un joven pelotari que, tras recuperarse de las heridas, emprende la búsqueda de su misterioso atacante, al que persigue por varias ciudades.

"Escribo estos libros para dar voz a esos personajes que están en los márgenes y que puedan contar la historia desde su punto de vista"

"Mi sueño cuando empecé era escribir una novela buena y redonda y todavía sigo teniéndolo, creo que eso es bueno"