Dirección: Icíar Bollaín. Guion: Icíar Bollaín e Isa Campo. Intérpretes: Blanca Portillo, Luis Tosar, Urko Olazabal, María Cerezuela, Arantxa Aranguren, Mikel Bustamante, Bruno Sevilla y Jone Laspiur. País: España. 2021 Duración: 115 minutos.

aixabel Lasa, o sea la figura que sostiene esta película abordada con actitud artesanal y sumo respeto por Icíar Bollaín, se convierte en santo y seña de cuanto impera en una recreación que dice hablar sobre el perdón, pero que se debe a la ilustración de una actitud tan ejemplar como insólita. Maixabel, la esposa de Juan Mari Jáuregui, asesinado hace 21 años por el comando Buruntza de ETA cuando era gobernador civil de Gipuzkoa, pertenecía como él al Partido Socialista y poseía como él, la extraña nobleza de quienes aspiran a la verdad y la concordia por encima de odios y miedos. De ahí que Maixabel protagonizara excepcionales acciones como la de encontrarse con algunos de los asesinos de su marido en un ritual de clemencia, diálogo y aceptación.

Eso es lo que hay en Maixabel, la recreación redibujada primero del atentado, después de las fases diferentes que fueron de la exaltación y ratificación de los que acabaron con su vida, hasta el momento en el que dos de ellos participaron junto con Maixabel en un encuentro de superación, concordia y comprensión.

Lejos de excesos pasados, Bollaín, conocedora de que pisaba un terreno de piel fina y cabeza caliente, filma con sobriedad y distancia. Se sirve de dos pesos pesados de la interpretación. Luis Tosar lo tiene mejor que Blanca Portillo. Tosar se impone a su personaje. Portillo cede a la inevitabilidad de imitar a quien se conoce y reconoce. Uno compone desde dentro, la otra, recompone desde el modelo que la mira y a la que le devuelve su reflejo.

Sobre ellos recae el peso de esa praxis que puede ser sanadora en algunos casos, pero que no puede convertir la anécdota en categoría por muchos miembros de ETA que repitan el ritual. No hay muchos familiares de víctimas de ETA con ganas de enfrentarse a sus asesinos ni muchos condenados por terrorismo que encuentren alivio ni sentido a ese gesto llamado de perdón, cuya redención resulta subjetiva, personal e intransferible. Sus manos manchadas de sangre y los años de cárcel hablaron en su momento y tuvieron su tiempo de arrepentimiento. Donde se impone el silencio es entre aquellos que conservaron las manos limpias mientras en su interior habitaba un inequívoco olor a podrido.