a dijo Eugenio D’Ors, todo lo que no se inserta en la historia, o es copia, o una mala obra de arte. Y Jorge Oteiza fue mas explícito: es mejor ser hijo de padres conocidos, que de la gran puta.

Pues bien, una exposición diacrónica de la obra del multimedia José Ramón Amondarain (Donostia, 1964), uno de los creadores mas fértiles de su generación, se presenta en la sala Kubo-Kutxa de Donostia, comisariada por Javier San Martín, a modo de taller o sala de trabajo, sin títulos ni fechas, bajo la denominación genérica de Agitar las imágenes, cosa que enriquece el conjunto de la obra, o puede producir un efecto mercadillo o feria de almoneda y anticuarios para un público no especializado.

Las salas en su conjunto producen y se bañan en un color ocre, tan característico del autor, y en el que ha producido lo mejor de su pintura. En este caso, se trata de juguetes, objetos, esculturas, cuelgues, y collages, en los que Amondarain ha venido desarrollando una buena parte de su obra.

Aunque se habla de Agitar imágenes en el catálogo, nosotros creemos que lo que JR hace es jugar de manera inteligente y apropiarse de imágenes de sus autores preferidos de las anguardias históricas, que van desde Picasso, Tápies y Gordillo, hasta Beuys, Oteiza, Bacon, Hatoum, Manzoni y Nauman entre otros.

La exposición se abre con una instalación de Aviones, en cuyas alas se desarrollan motivos iconográficos de sus autores fetiches, acompañados por anagramas y frases recompuestas colocadas sobre las paredes.

La gran sala ofrece varias Cajas metafísicas (2005) postoteicianas realizadas a través de trazos pictóricos, que diluyen y enriquecen el concepto como cajas abiertas y deconstruidas. Desestructuración de las formas en colores metálicos, negros y blancos, e integradas en sus peanas pintadas.

De ellas parte el autor hacia un juego/propuesta de figuras geométricas concatenadas con módulos en negro, con tapas y latas blancas incorporadas de modo irónico. Saltando fácilmente desde este punto hasta convertirlas en piezas de un mecano racionalista con remaches incorporados a base de materiales Toner, o envueltas en telas o en colores degradados, o convertidas en grandes esculturas modulares en ocres y planos vacíos y abiertos (2007). Guiños al mundo oteiciano desde una sintaxis pobre y de materiales reciclados.

Los Mochos, (1990), u objetos diversos de carácter fetichista y erótico, de formas geométricas y orgánicas, cubiertos de negro, y agrupados entre ellos, forman extraños bodegones de botellas, floreros, cajas, mochos, armas, hasta descomponer sus formas y convertirlas en elementos fálicos y cráneos, sutilmente colgados en el espacio a modo de instalación sobre el espacio cuadrado/tierra. Junto a ellos tres pequeños cráneos con cristales en su boca, que resultan espeluznantes y soberbios. Eros y Tanatos hábilmente entrelazados.

Dos grandes esculturas de hierros de carácter cinético y geométrico se instalan en medio de la sala, dando paso a un pequeño rostro de gran audacia y minimalismo.

En diversos lugares de la sala el autor propone una serie de Bodegones cinéticos con piedras negras, blancas, y de colores, que desembocan en otro mas naturalista con frutas y zanahorias reales.

El juego con las Paletas y los dedos del pintor, es otro de los ítems recurrentes del artista, jugando con los huecos de la paleta y las articulaciones de la mano, obras de carácter polimorfo y multi/material, a las que se incorporan objetos de carácter pictórico, gastronómico y sensorial.

Por último algunas maquetas de carácter arquitectónico racionalista, en las que los ocres y cremas componen su ecosistema.

Ciertamente Amondarain es un demiurgo plástico, que juega y trastoca todo lo que cae en sus garras, desde las vanguardias históricas hasta el Kitsch con su mesa de tazas y vasos incorporados. Su laboratorio de objetos y formas da para mucho. Hay mucha sabiduría y poder en todo lo que toca. Es un gran pintor además de un niño grande que juega con el universo de las formas plásticas e históricas. Apropiación, Reconstrucción, Dadá, Objetualismo, y un cierto carácter Lúdico, son algunas de las bases en las que sustenta su discurso.