n los diferentes cursos de cine que cada año se imparten en el centro cultural Larrotxene de Donostia es habitual ver convivir a un estudiante de audiovisual experto en todos los aspectos técnicos de una cámara con un jubilado que lleva mucho tiempo deseando plasmar una idea en un guion y nunca antes había sabido cómo hacerlo. Gracias a estas sinergias, desde hace 33 años han salido más de 500 producciones desde sus instalaciones de Intxaurrondo. Una entrada a la industria cinematográfica para muchas personas que ni el covid ha conseguido bloquear, como se podrá comprobar mañana en el Teatro Principal con la proyección de los trabajos realizados estos dos últimos años en una nueva edición de Bideoaldia.

Para el coordinador de los cursos de Larrotxene, Unai Guerra, la de este año "ha sido una cosecha buena dentro de la rareza". Una rareza que tiene nombre propio, coronavirus, y que obligó a suspender los talleres el pasado curso cuando muchos estaban a punto de empezar. "Normalmente, utilizamos los trabajos que se escriben en el curso de guion de Michel Gaztambide para rodarlos al año siguiente, pero como no se pudo hacer, nos cojean esas obras", apunta.

A pesar de ello, el resultado ha sido muy completo, con una hora y 20 minutos totales repartidos entre varios cortometrajes de ficción y documentales. Cada uno de ellos, como ya es un clásico, muy diferentes entre sí, resultado de la variedad de perfiles que se apuntan a los cursos. "Hemos vuelto a tener de todo, desde jóvenes y estudiantes hasta veteranos que repiten", explica Guerra, asegurando que esta combinación está detrás de las piezas más interesantes: "El punto de vista de cada uno es diferente. Un joven puede saber toda la técnica audiovisual y manejar muy bien una cámara, pero no tiene la experiencia que puede aportar una persona mayor".

A esto hay que sumar las colaboraciones que surgen entre los diferentes cursos y que este año tiene como principal prueba el cortometraje Atzelariak, rodado a partir del curso de dirección de Pablo Malo, con el trabajo hecho en el de guion de Andoni de Carlos y con lo aprendido en el de sonido de Xanti Salvador.

Pero hay más ejemplos, y casi de cualquier género: thriller, policíaco, drama... y hasta documental, fruto del curso impartido por Oskar Tejedor, que siempre son "una garantía de público fijo", o la experimentación, que ha llevado a cineastas como Koldo Almandoz a Larrotxene para que los alumnos "sepan de la importancia de los márgenes del audiovisual".

Prácticamente todos los estilos salvo la comedia, para lamento de Guerra: "Hay una tendencia al drama, al asesinato, y no hay comedias. Un año hicimos un curso de comedia con Mikel Pagadi y estuvo muy bien, pero nadie se anima a rodar algo".

Centro de coproducción

A lo largo de estas más de tres décadas, Larrotxene se ha convertido en la primera puerta a la industria del séptimo arte para mucha gente que ha llegado a profesionalizarse tras probar alguno de los cursos. "Hay gente a la que le hemos cambiado la vida y ha decidido dar un vuelco completo a su camino después de estar aquí", asegura el coordinador.

Buena prueba de ello es el colectivo B-Egia, formado por exalumnos que se han juntado bajo una asociación con la que poder optar a subvenciones y ayudas para rodar sus historias, y de la que se podrá ver también mañana una pequeña muestra de algunos de sus trabajos. "Larrotxene, además de los cursos, es un centro de coproducción. La gente puede venir a pedirnos material, recursos humanos o incluso consejo. Estamos dispuestos a todo", explica Guerra, poniendo como ejemplo el cortometraje A way out, rodado por un joven de 16 años con la ayuda del centro, o de la profesora de DBH Miren Ogando, que ha creado un cortometraje para completar los materiales de aprendizaje sobre la Edad Media con 30 de sus alumnos.