Dirección y guion: Lee Isaac Chung. Intérpretes: Steven Yeun, Han Ye-ri , Youn Yuh-jung, Alan S. Kim, Noel Cho y Will Patton. País: EEUU. 2020. Diración: 115 minutos.

l sueño americano desde mediados de los 50 no conoce límites fronterizos. En realidad más que un sueño es una ambición. Es la (falsa) esperanza que nos vende el liberalismo, ahora rearmado con el adorno de neo. Ese sueño arranca en Minari con una mudanza; el traslado de una familia de origen coreano, aunque nacidos en EEUU, a tierras de Arkansas. El padre, Jacob, ha decidido dejar California donde se ganan la vida como sexadores de pollos, con la idea de montar una granja que les confiera una vida mejor. Su hijo pequeño, David, inspirado en el propio realizador -la sombra de la autobiografía impone su ley- tiene una dolencia cardíaca que aconseja un cambio de aires. Con una tonalidad que evoca el hacer de Yi Yi, la obra maestra del malogrado Edward Yang, Lee Isaac Chung ha conseguido varios logros en una tirada.

Chung, que tuvo un arranque espectacular como director, llevaba tiempo sobreviviendo como profesor y al frente de actividades cinematográficas peculiares; entre otras, su compromiso con Ruanda. Con Minari, se dijo que el director coreano-estadounidense que se retiraba. Una despedida irónica toda vez que en ella se habla de la renuncia, de la imposibilidad, del perdón y de la supervivencia.

Ahora Minari con sus suaves maneras, con su voz discreta, recibe el apoyo de Hollywood; ella aparece como una de las grandes películas de los Óscar de 2020. Méritos no le faltan. Con ella, en ella, Lee Isaac Chung homenajea a su padre y descubre a su madre y a su abuela materna. También se ve a sí mismo, como un niño con incontinencia nocturna al que el miedo de los pobres a empobrecerse todavía más riega una crónica sobre la zanahoria del capitalismo.

Y al hacerlo, Chung despliega un relato que conjuga lo emocional con lo biográfico, lo simbólico con lo literal. No recurre ni a la sorpresa ni al sobresalto. Suyo es el territorio de lo doméstico sublimado por un reparto que confiere verosimilitud y simpatía a sus personajes. Entre otros, el de una abuela mal hablada y peor encajada en un país que no es el suyo o el de un padre que, como (casi) todos los padres, trata de hacer que la vida sea más fácil para sus hijos.