ueron las vanguardias históricas del siglo XX las que destronaron a las iconografías de las clases altas, (dioses, mitos, reyes, nobles), y comenzaron a colocar en su lugar a los objetos y realidades de la vida diaria y cotidiana. Modernistas, cubistas, futuristas, dadaístas y surrealistas, y los más recientes “pop”ista, transvanguardistas y objetualistas, han sido quienes han comenzado a preocuparse y a convertir en elemento sustantivo de sus composiciones e iconografías, a tablas de planchar, pomos de puertas, bandejas de cocina, sillas, portarretratos, fregaderas o guantes de limpieza.

Es el caso del artista navarro Javier Muro (Pamplona, 1968), que ahora presenta trece obras en la galeria Altxerri de Donostia, y que construye sus obras con sintaxis objetuales y constructivas, y con acentos surreales y dadistas.

Así, presenta un primer número de obras datadas en 2009 y 2010, en que una tabla de planchar esmaltada en negro sirve de propuesta conceptual a una casita de granito negro intenso en un cruce de caminos, o un hueso de madera esmaltado en blanco plantea una alegoría de la vida misma.

Mas interesante y rica resulta su Jarra de hierro (2015), en la que sus planos deconstruidos ofrecen una imagen rica y de raigambre oteiciana. En la misma onda se mueven sus Dos bandejas de acero inoxidable, su Bandeja inox y su Bandeja de horno (2016), llenas de aciertos volumétricos y de perfecto acabado.

En una línea constructiva, casi minimalista, se mueve su Portarretrato (2019), y sus dos propuestas sobre sillas Barcelona y Wassily (2020), con sugerentes planos superpuestos, llenos, o vacíos, de raigambre racionalista y neoplasticista. Todo un juego sugerente y rico en planos y sugerencias polisémicas.

Por último, en una onda mas objetual se mueven sus últimas propuestas sobre Fregaderos, ubicados sobre el muro y el suelo, de marcado acento pop; sus Guantes de bronce (2020), o su Pomo de puerta-Lápiz Conte (2020), de carácter más surreal. Es en estas obras, a nuestro entender, en la que cabe un mayor riesgo de una cierta banalidad o pérdida de significados más sugerentes y ricos. Nuestros artistas siguen jugando con el significante de los objetos y realidades cotidianas y llevándonos a planos superiores de significación y de estados de ánimo. Nada es lo que parece, pero todo parte del objeto cotidiano.