a reunión en Antena 3 debió ser pelín tensa. Despacho del director general, 8.30 de la mañana. Un tipo le vende un concurso que va a ser el éxito de las tardes del canal. Pero que además es cultural, que no se diga que las teles privadas no fomentan la cultura. "Vale, ¿y con qué se juega, con una ruleta gigante que va dando dinero, con unos agujeros por lo que caen los concursantes si se equivocan, con una bomba que les explota en la jeta si fallan...?", pregunta el directivo desde su butacón. Y el tipo, arrinconado en su silla, "no, no, con un diccionario, se trata de saber definiciones del diccionario y tendremos un círculo con letras para saber por cuál vamos".

Tras un largo silencio, el directivo no solo no le echa del despacho a patadas, es que compra el programa y lo coloca en la parrilla de verano, entre vigilantes de la playa y programas con piscina. El concurso, Pasapalabra, fue un éxito y se alargó durante 20 años y ahí sigue, en la misma cadena donde empezó, tras su periplo por Tele 5, de donde salió después de que un juez les prohibiera seguir emitiendo el programa por no haber pagado los correspondientes derechos alegando que ya no se parecía al original británico.

Con Pasapalabra no solo ganamos un concurso legendario de televisión, también un divertido término que hemos incorporado a nuestro vocabulario cuando no sabemos (o no queremos decir) algo que nos preguntan, como si fuéramos un concursante.

El programa, también hay que decirlo, ha ido cambiando con los años, como nosotros, a partir de unos inicios algo horteras en los que contaba con unas bailarinas minifalderas que correteaban por el plató a ritmo de la sintonía e iban dando paso a cada prueba. Sí, también bailoteaban en el juego musical, que todavía persiste.

Pero además, fue el concurso que nos reconcilió con el diccionario, que habíamos abandonado en una estantería al pasar a BUP, y Silvia Jato, su primera presentadora, pronto se hizo famosa por su capacidad para leer definiciones a una velocidad antes solo escuchada en los avisos legales de los anuncios de medicamentos. Constantino Romero ocupó su plaza durante su baja por maternidad y después llegaron Jaime Cantizano, Christian Gálvez (en la etapa telecinquera) y Roberto Leal, el fichaje más sorprendente del programa, aunque él defiende orgulloso que nada tiene que ver la dicción con su acento, pero cuando los concursantes le piden que, por favor, repita la pregunta se le pasa.

Pasapalabra, el concurso que mejor ha parodiado la propia televisión (a través de Homo zapping), conserva a día de hoy haber entregado el mayor premio a un solo concursante: 2.190.000 euros durante la etapa Cantizano, en 2006. Sí, es verdad que los Lobos de ¡Boom! salieron con un premio mucho mayor (6.689.700 euros), pero eran cuatro así que en el reparto les tocó algo más de un millón seiscientos por cabeza.