l bolero y su teatralidad es mucho más “descarnada”, que los cantos de jazz como el standard Tea for two. Eso opina el eurovisivo cantante Salvador Sobral, que recaló ayer en el Kursaal, después de que hace dos años actuase en la plaza de la Trinidad. “Fue uno de los momentos más felices y también de los más penosos de mi vida”, recordó el cantante luso.

Así, según explicó, la felicidad se vio ensombrecida por una gastroenteritis que le elevó la fiebre hasta los 40 grados. “Nunca en un hotel tan chic como el María Cristina habían visto algo así...”, comentó generando la risa del público, al que el portugués se metió en el bolsillo, precisamente, por su teatralidad cómica, sus movimientos singulares, su cierta estridencia y también por sus guiños al euskera, aunque en esta ocasión afirmó no atreverse a cantar nada en este idioma, como sí hizo en su anterior visita al Jazzaldia.

“Oso pozik nago hemen”, fue lo primero que dijo al respetable, tras iniciar el concierto con Duerme en mi jardín, de Ibrahim Ferrer y ¡Oh! Vida, de Benny Moré; un espectáculo en el que interpretó hasta catorce temas y que culminó con la complicidad del público que cantó bajo la dirección del portugués el tema Vereda Tropical, original de Javier Solís.

Fue la tónica habitual del show de un hombre que sabe muy bien lo que hace. Moviéndose inquieto de un lado al otro, tomando el pelo a sus acompañantes, pidiendo al público que le replicara o que lo vitorease “como a Bon Jovi” antes, durante y después de cantar el sencillo Tú me acostumbraste, Sobral demostró lo que es tener el control sobre la escena.

Llegó a Donostia con aire cubano. No en vano, presentó el primer fruto de su agrupación Alma Nuestra, un cuarteto en el que revisita boleros conocidos y otros que no lo son tanto. Todo viene de una canción que a él le llegó por Caetano Veloso en 2011: Ay amor, de Bola de Nieve, un hombre que tuvo “una vida jodida”.

El segundo espada del proyecto de Sobral, el hombre fuerte al piano fue el cubano Victor Zamora. “Necesitaba encontrar la persona indicada”, aseguró sobre el artista que efectuó el solo de su instrumento antes del inicio de Alma mía.

Y del alma en singular, al plural: ambos iniciaron Alma Nuestra en 2015 y en seguida vieron la necesidad de sumar a un contrabajista -Nelson Cascais- y a un batería -André Sousa Machado-, para llevar los boleros al terreno jazzístico. “Buscamos a los músicos más baratos que pudimos encontrar”, volvió a bromear el cantante antes de iniciar Si me comprendieras.

“Gracias por venir” fue una frase que arrancó uno de los muchos aplausos del concierto, pero no fue una frase más. Se trató de un agradecimiento enfatizado por el contexto de la pandemia y por la necesidad de volver a los teatros y auditorios. Una gratitud que fue devuelta por el patio de butacas en forma de calor... propio de Cuba.