- En NOTICIAS DE GIPUZKOA también hemos pedido cita con uno de los librólogos de la iniciativa Te receto un libro. Mediante la aplicación Zoom, nos atiende el escritor Javier Sagarna, director, además, de la Escuela de Escritores. Autor forjado en novela, cuentos y literatura infantil, Sagarna hace un hueco en su agenda para recibirnos por videoconferencia y evaluar nuestros síntomas.

¿Le debo llamar doctor o eso se lo dejamos a los profesionales que luchan contra el COVID-19?

-Se lo podemos dejar a ellos. Nosotros llevamos a cabo esta iniciativa modestamente. Más que doctores solemos decir que somos librólogos. Vamos a dejar el mérito a quien verdaderamente lo tiene.

Quizá es volver a un tópico pero, ¿es la literatura el mejor remedio contra el aburrimiento?

-Para mí, desde luego. La cultura produce muchos remedios contra el aburrimiento: las series, películas, música... Para mí la literatura es algo especial, te permite un gran nivel de intimidad con el texto, con la historia que estás leyendo: cómo la desbrozas, te metes dentro, la manera de reconstruirla en tu cabeza... eso ofrece un divertimento difícilmente igualable.

Vivimos en un confinamiento. ¿Se atreve a recomendar novelas sobre pandemias o es contraproducente?

-Podría ser bastante adecuado. La novela sobre pandemias que estoy recomendando, que sin ser lo mismo se asemeja mucho a lo que ocurre, es Voces de Chernobil, de Svetlana Aleksievich. Cuenta una situación como esta pero muchísimo más asustante. Se siente uno muy identificado.

Si le parece, le voy narrando mis síntomas para ver qué me puede recertar. Desde el inicio de la cuarentena me apetece leer algo de novela negra, en la línea de 'Los amigos de Eddie Coyle', de George V. Higgins. ¿Tiene algo para mí?

-Suelo recomendar dos novelas negras, una actual y otra no tanto. La primera sería Tren nocturno, de Martin Amis; es una obra que a mí me gusta mucho porque es una novela negra que, de alguna manera, deconstruye la novela negra. En este tipo de novela siempre se busca una solución, pero Tren nocturno trabaja sobre el vacío, es algo fascinante. Otra novela que a mí me gusta mucho porque rompe los cánones y tiene mucho de no ficción es El dolor de los demás, de Miguel Ángel Hernández.

No consigo conectar con la ficción histórica. ¿Tiene algo que me pueda curar?

-Siempre hay una gran receta para esto: Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. Uno se puede curar con Yourcenar. Otra receta que yo daría es la de acercarse un poquito, leer una ficción histórica que esté más cerca de nuestros días. No hablo de novelas sobre la Guerra Civil, sino más cercano incluso, como Limónov, de Emmanuel Carrere.

Me gusta mucho el realismo sucio y los autores provocadores. Siendo ambos muy distintos, ¿qué me recomendaría si le dijese que Raymond Carver y Michael Houellebecq me parecen fascinantes?

-No tan provocador, pero en la línea de Carver, Tobias Wolff me parece muy interesante, por ejemplo, su Cazadores en la nieve, un libro maravilloso de relatos que creo que te puede sanar. En cuanto a la parte más provocadora, una Lorrie Moore en Pájaros de América o en Autoayuda pueden ser un excelente consejo.

Para terminar con la consulta, confiese, ¿se ha autorrecetado algo?

-(Ríe) Me autorreceto libros continuamente. Cambio mucho de registro. Acabo de terminar la precuela de Trainspotting, de Irvin Welsh, que se llama Skagboys; me parece un libro excelente. También estaba con algo de poesía, con un libro que se llama La miel, de Tonino Guerra, me parece una delicadeza. En la mesilla tengo también un ensayo que se llama Rastros de carmín, que habla sobre el punk y sobre los movimientos anarquizantes y antisistema; un libro muy interesante.