oy el vecino discjockey terracero me ha dedicado el Cumpleaños feliz de Parchís en versión los Pitufos maquineros. La cosa ha seguido con un carrusel de canciones cumpleañeras sacadas de Spotify, porque de repente ha salido la voz de la señora diciendo que nos suscribamos y ni el frenazo en seco del sonido ha evitado que nos coscáramos. Para disimularlo, el discjockey terracero ha cogido el micro y me la ha dedicado: “Un aplauso para El esencial, que es su cumpleaños”. Y todos me han aplaudido, oiga. Y yo allí, en la terraza saludando como un torero mientras mis dos compis de piso chivatos se descojonaban. Sí, ellos también ahora me llaman El esencial, lo que es un avance, porque el único mote que tenía era El sinsustancia, puesto por mi padre. Me lo ha recordado hoy cuando me ha llamado para felicitarme: “¿Qué haces Sinsustancia?, que ya te he leído que tienes a los vecinos engañados, que se creen que escribes para el Pulitzer y te hacen reverencias cuando bajas la basura, el día que les cuente que escribes en papel de váter, Sinsustancia”. Luego se ha puesto mi madre y me ha dicho que lo hago muy bien, pero que no tiene tiempo para leerme, y que me abrigue, que la primavera y el invierno han intercambiado puestos y ahora viene lo peor, que igual nieva. Y hostia, así de repente he pensado, ¿hay algo más triste que pasar un cumpleaños sin salir de casa? Y me ha venido la respuesta: que nieve, que nieve mogollón y ni nos dejen salir a la calle para catarla, para hacer muñecos y hacer guerra de bolas. Y por primera vez en mi vida he deseado que este año no nieve y hasta lo he pedido al soplar las velas de la tarta congelada.