toronto - En el segundo aniversario del estallido del #MeToo, la Universidad de Toronto ha creado un curso para estudiar la influencia y relación de este movimiento feminista con los medios de comunicación en Norteamérica, que está sacando a la luz los prejuicios y los desequilibrios sistémicos en la sociedad. Unos 150 estudiantes, la mayoría mujeres, llenan una de las salas del St. Michael’s College de ese centro universitario, en pleno corazón de la principal ciudad de Canadá.

Dos destacadas periodistas canadienses, Jessica Johnson y Anne Kingston, son las encargadas de impartir durante doce semanas #MeToo y los medios, un curso inédito en una universidad norteamericana, ya que es la primera vez que un centro de estas características acoge en su temario este movimiento social. Esta semana, el tema es El mea culpa del #MeToo, donde Johnson y Kingston analizan algunos de los actos de contrición públicos o de perdón más famosos, como los del productor Harvey Weinstein o del escritor y también productor Dan Harmon. Las profesoras proyectan algunos vídeos que muestran, según explican, ejemplos buenos -que son los menos- y malos, la mayoría, de disculpas públicas. La clase está salpicada de preguntas a los alumnos que rápidamente alzan sus brazos para aportar sus puntos de vista.

“Están muy motivados”, explica a Efe Johnson, que es directora ejecutiva y creativa de la revista canadiense The Walrus, una de las más prestigiosas de Norteamérica. Kingston, escritora y columnista de la publicación canadiense McLean’s, equivalente a Time en EEUU, añade que los estudiantes tienen motivaciones muy diferentes: “Algunos están interesados en periodismo, otros en activismo político. Algunos se centran en temas de mujeres indígenas”.

elemento movilizador La mayoría de los alumnos inician ahora su tercer año en la universidad, que coincide con el segundo aniversario del nacimiento del #MeToo. Fue el 15 de octubre de 2017 cuando la actriz estadounidense Alyssa Milano escribió en Twitter: “Si has sido acosada o asaltada sexualmente, escribe me too como respuesta a este tuit”, creando el hashtag #metoo. En poco más de 24 horas, el tuit inicial de Milano recibió casi 40.000 respuestas. Los números se multiplicaron en los siguientes días, semanas y meses, dando lugar al movimiento #MeToo. El mensaje original de Milano fue en reacción al artículo publicado días antes, el 5 de octubre, por The New York Times, en el que la actriz Ashley Judd acusaba a Weinstein de acoso sexual y donde se apuntaba que no era la primera alegación contra el todopoderoso productor de Hollywood. Kingston define el #MeToo como “una campaña dentro de un movimiento social mayor que existía antes de 2017. El hashtag en Twitter simplemente proporcionó un elemento movilizador”. Tanto esta periodista como Johnson conceden que, precisamente porque el movimiento solo tiene dos años de vida y cubre una gran variedad de problemas (desde el acoso al asalto sexual, pasando por desigualdad de género y salarial hasta diferentes asuntos raciales y sociales), puede ser muy confuso.

Este fenómeno ha servido también para exponer las debilidades y prejuicios de los medios de comunicación. Y es que, en realidad, el movimiento #MeToo se inició en 2006, acuñado por una activista afroamericana, Tarana Burke, que, como Milano, quiso utilizar las redes sociales para que las víctimas de acoso y violencia sexual compartiesen sus experiencias, “pero los grandes medios de comunicación no cubrieron lo que Burke estaba haciendo”, detalla Kingston. En ese sentido, “somos una cultura obsesionada con celebridades, con actrices blancas, con determinadas formas de poder y el caso de Harvey Weinstein tocó las teclas adecuadas para que tuviese una cobertura que nunca se le daría a una activista negra que trabajaba con víctimas de asaltos sexuales desde 2006”, considera. En opinión de Johnson, cuando el #MeToo surgió, “Norteamérica estaba lista en ese momento y en ese lugar” y de ahí la enorme repercusión que ha tenido en EEUU y Canadá.

último caso La actriz francesa Adèle Haenel ha acusado al director Christophe Ruggia de haberla acosado sexualmente hace más de quince años cuando era menor y comenzaba en el cine, según ha declarado al diario digital Médiapart. Haenel, que tenía en el momento de los hechos entre 12 y 15 años, relata “un abuso desgraciadamente banal” y carga contra lo que describe como “un sistema de silencio y de complicidad que hace eso posible”. La actriz de 30 años, premiada dos veces con un Cesar, afirma que sufrió “tocamientos” y “acoso sexual”. Médiapart, en un artículo publicado el domingo, sostiene que las palabras de Haenel están confirmadas por los testimonios de una treintena de personas consultadas durante los siete meses que duró la investigación. Ruggia ha negado “categóricamente” las acusaciones de la actriz, que comenzó en el cine en 2002 en su película Les Diables. Una mujer que trabajó como regidora en esa película ha reconocido que las relaciones entre el director y la actriz, entonces adolescente, “no eran normales, teníamos la impresión de que era su novia”.