La última del Azkena
El bar del centro de donostia cierra tras 19 años de servicio, al no encajar en la última remodelación de la bretxa
para el Azkena ha sido la última, pero de verdad. Suena a chiste, si no fuera algo muy serio. Pero la verdad es que el nombre del bar del mercado de la Bretxa, Azkena (la última), que cerró definitivamente sus puertas el pasado sábado 28 de septiembre da pie a la típica gracia, al típico chistecillo, al ocurrente diálogo de besugos que tan de moda estuvo en el surrealista humor de los años 80, trabajado magistralmente por cómicos de la talla de Tip y Coll o Miguel Gila.
La triste realidad es que el Azkena de la Bretxa, el excelente bar que tantas alegrías gastronómicas nos ha proporcionado en los últimos 19 años, ha terminado por cerrar sus puertas al no encajar en la última remodelación del Mercado de la Bretxa, una remodelación que, al contrario que las anteriores, ya no ha disimulado en absoluto sus intenciones: convertir el antaño entrañable mercado tradicional de abastos en una moderna superficie comercial situada en pleno centro de la ciudad.
El espacio, actualmente ocupado por el mercado tradicional, las pescaderías, carnicerías, fruterías y el bar del que hablamos, será absorbido por el supermercado ya existente al fondo del mercado, que verá crecer sensiblemente su superficie, y los puestos actuales del mercado serán trasladados al edificio de Pescadería, donde serán alineados en dos pasillos, como si de los stands de una feria del libro se trataran, reduciendo su tamaño y la longitud de los mostradores. Una operación que reduce, todavía más, la presencia del comercio tradicional en la ciudad, beneficiando a las grandes marcas de la distribución y la comida basura que consiguen ocupar un espacio que no hubieran imaginado ni en sus mejores sueños.
En este contexto, Iñigo Mas Lago y Mertxe Bengoetxea, la pareja profesional y sentimental que durante casi dos décadas ha gobernado con arte, simpatía y sensibilidad fuera de serie el bar Azkena, ha decidido desligarse del proyecto y dar por finalizada una etapa gloriosa cuyo hilo conductor ha sido la imaginación, el buen servicio y la excelencia gastronómica. Se cierra un bar que ha significado un hito dentro de la gastronomía en miniatura donostiarra, un claro ejemplo de que el mundo del pintxo puede deparar todavía muchas y muy agradables sorpresas.
Iñigo y Mertxe se conocieron nada menos que en la sala de Martín Berasategui hace ya casi 25 años. Al poco tiempo ya estaban embarcados en un proyecto en común dirigiendo el Bar Diz en Gros, espacio añorado por no pocos vecinos del barrio al que llevaron a un punto inolvidable de excelencia gastronómica. En cuanto supieron de la renovación del Mercado de la Bretxa visualizaron inmediatamente el Azkena, un bar por el que mucha gente no apostaba un triste céntimo. Hay que tener en cuenta que todavía no existían mercados gastronómicos como los de Madrid, Burdeos, etc... Un producto más bien artificial surgido en los últimos años. La idea de Iñigo y Mertxe fue una locura, fruto de la juventud y la ilusión que, como era de esperar, no pudo parar nadie.
origen del pintxo Esa ilusión, ese empuje, ha hecho que poco a poco Azkena se haya convertido en todo un referente en el mundo del pintxo. Mertxe se enfundó desde un principio el mandil renunciando a la labor de sala y a partir de entonces no hubo quien la parara. Empezó elaborando pintxos con productos de temporada adquiridos en el Mercado de la Bretxa como alubias, morcilla, verdel, antxoa... Siguió dando rienda suelta a su imaginación creando reproducciones en miniatura (y comestibles) de algunos de los más representativos monumentos de la ciudad: el Peine del Viento de Chillida, la escultura de Oteiza del Paseo Nuevo, la Paloma de la Paz, la cruz del Buen Pastor, el edificio del Kursaal, la Barandilla de la Concha, el túnel de Ondarreta... no sabemos hasta dónde habría llegado la imaginación de esta revolucionaria guisandera si no fuera por el parón voluntario que se han autoimpuesto.
Y mientras Mertxe sacaba humo a su cocina, su marido mejoraba en atención y servicio consiguiendo una clientela fiel y variopinta que mezclaba en perfecta armonía en su barra a parroquianos tan diversos como trabajadores del mercado (pescateros, carniceros, baserritarras...), txikiteros, turistas, cocineros y cocineras locales, gente de la provincia, periodistas gastronómicos, hosteleros diversos... Una fauna que llenaba a lo largo del día este espacio que ha sido punto de encuentro de cientos de personas, referencia indiscutible, espacio de degustación, de charla, de buen humor...
Echaremos mucho en falta este inigualable espacio gastronómico que esperamos, deseamos, necesitamos que se reproduzca en otro lugar. Ahora es momento de descansar, reflexionar sobre lo invertido y lo conseguido, pero no podemos imaginar esta ciudad sin la aportación culinaria y hostelera de Iñigo y Mertxe. Donostia necesita otro Azkena. Más grande o más pequeño, subterráneo o de superficie, con comedor o sin él... Pero este cierre no puede ser definitivo. No puede ser un adiós. Debe ser un hasta pronto... Gracias por lo que nos habéis hecho disfrutar, Mertxe e Iñigo. Esperemos, sinceramente, que la del pasado sábado no haya sido “la última del Azkena”.