donostia - Organizado por la Fundación Elkano, el Palacio Miramar de Donostia acogió ayer la primera jornada del Curso de Verano de la UPV/EHU en torno al quinto centenario de la primera circunnavegación. La conferencia inaugural, La vida en las naos a comienzos del siglo XVI, fue impartida por el catedrático de la Universidad de Sevilla Pablo Emilio Pérez-Mallaina.

Entre 1450 y 1550, ¿pasó el mar de ser una barrera a ser un camino?

-La mayoría de la gente vivía de espaldas al mar, porque de allí venían peligros. Era un mundo fundamentalmente terrestre. En la Península Ibérica la mayor parte de la población estaba en el interior. Vivíamos encerrados. Estos viajes, como el de Magallanes y Elcano o de Vasco de Gama fueron los inicios de la globalización. El mar es un excelente medio de comunicación cuando se le pierde el miedo; cuando se atraviesa, al pasar de una barrera que separa a la gente se convierte en un camino, el mundo cambia. Para mí, el cambio de la Edad Media a la Edad Moderna es la conquista de los océanos, no la conquista de Bizancio por los turcos, que me parece de mediana importancia. La conquista de los océanos sí es un hecho capaz de cambiar el mundo.

¿Era la pobreza lo que hacía que la gente se echase a la mar?

-Fundamentalmente, la pobreza y los deseos de riqueza. Uno no tiene por qué ser pobre para querer ser más rico. El mar siempre ha sido una profesión peligrosa, incluso, hoy en día. En el siglo XV y XVI, cuando las rutas eran desconocidas y se iba a la aventura sin saber exactamente adónde se iba, el riesgo era aún mayor. Para superar ese riesgo: o tenías la ambición de ser muy rico o la ambición de dejar de ser muy pobre.

Precisamente, una de las maneras de convencer a los marineros para que embarcasen en el viaje a las islas Molucas fue adelantarles cuatro soldadas.

-Era una cantidad importante. Hay que tener en cuenta que si uno tenía una familia en un momento de pobreza, podía ayudarla a comer cuatro o seis meses. El botín también era atractivo, era parte de un sobresueldo. A todos los que eran enemigos se les podía arrebatar todo. Lo hacían todos, el mar era un coto sin vallar y los barcos estaban preparados para atacar y defenderse.

También les atraían las llamadas quintaladas.

-Era una de las cosas que más les incitaba. Un quintal es una medida de peso que supone 46 kilos, que tenían derecho a llevar en mercancías para intercambiar por especias, que tenían un valor muy alto en Europa, hasta un 7.000% de incremento. Esas especias les hacían ganar mucho más dinero que la soldada de los tres años que duró el viaje.

¿Cuánto ganó Juan Sebastián Elcano por las especias que trajo?

-A la vuelta, el sueldo que le correspondía era de 100.000 maravedíes y con las quintaladas ganó 500.000, cinco veces más.

Dos terceras partes de la tripulación pertenecían al Reino de Castilla y un tercio eran extranjeras.

-En el viaje de la primera vuelta al mundo hubo un mayor número de extranjeros de lo que era habitual, porque era una aventura especialmente peligrosa, no se sabía adónde iban. Por eso, los navegantes locales se resistieron un poco más y hubo que tirar de extranjeros. Pese a todo, en todas las navegaciones a las Indias siempre hubo muchos extranjeros.

Entre los extranjeros había portugueses. Es extraño, dado que Castilla y Portugal eran potencias rivales.

-Sí, pero los portugueses eran muy buenos navegantes. En aquella época, el Rey Manuel I de Portugal tuvo la mala política de enfadar a muchos de sus súbditos. Se le llamaba El afortunado porque en su reinado se llegó a la India para poder traer pimienta pero el dinero no se repartió bien, se lo quedaron los poderosos y se gastaron mucho en grandes obras como la torre de Belén. La gente tenía pobreza en Portugal y el rey no pagaba bien los servicios. Magallanes le pidió un aumento de sueldo y se lo negó. Por lo tanto, todos ellos emigraban a Castilla a ganarse la vida con su ingenio.

¿Eran los barcos torres de Babel?

-Sí. Se hablaban todas las lenguas del mundo: euskera, castellano, francés, portugués, florentino... Hoy en día sigue pasando.

Los tripulantes vivían hacinados en las naos. ¿Cómo era la vida en los barcos?

-Se vivía muy mal en los barcos. El espacio para cada persona era escasísimo. Estos barcos solían tener una sola cubierta y un castillete a proa y otro a popa. Debajo de los castilletes se refugiaban los oficiales, pero el resto de la gente vivía en la cubierta y cuando llovía se mojaban, y cuando hacía mucho sol también sufrían. Eran condiciones muy duras y por eso moría tanta gente.

¿Era más importante la bodega que los tripulantes?

-Por supuesto. Existen unas ordenanzas que establecen qué es lo que hay que salvar y en qué orden cuando un barco se va a hundir. Decían que lo primero que había que salvar era la plata y las mercancías del rey; luego, las de los pasajeros; después, si hay aprendices muy jóvenes, esos... Y, al final, los marineros.

Si alguien caía al mar no había nada que hacer.

-Había muy poco que hacer. Si no te veían, estabas muerto. Aunque te vieran, un barco no frena con facilidad; no tiene frenos, tiene que echar el ancla y en alta mar no se llega al fondo. Tendría que dar la vuelta, pero hacerlo en barcos como aquellos también era muy complicado.

¿Era considerado Elcano un anciano cuando dio la vuelta al mundo?

-No. Tenía treinta y tantos años, era un hombre en pleno vigor. Un anciano para la época tendría unos 50. Elcano murió muy joven, en 1526, cuatro años después de completar la primera vuelta al mundo, en el segundo intento de llegar a las Molucas. Se llevó con él a toda su familia y ninguno volvió. Sabemos pocas cosas de Elcano por eso.

¿Eran los barcos instituciones democráticas?

-Inicialmente hubo un cierto componente democrático. Existen reglas medievales llamadas Roles de Olerón donde se establece que en determinadas circunstancias el maestre, que es lo que era Elcano, debe pedir consejo a sus marineros. Si desoye lo que le dicen se convierte en responsable único de lo que pase. El dueño de la carga no quería que una sola persona tomase las decisiones. La compaña, el conjunto de los compañeros, tenía qué decir. A medida que avanza la Edad Moderna empieza a no hacer falta el control al maestre, porque los barcos van en flotas y con una serie de instituciones que los dirigen. Se va perdiendo el carácter democrático y los navíos empiezan a asemejarse a las monarquías. Los marineros pasan de compañeros a proletarios.

¿A Elcano le ascendieron a capitán sus compañeros?

-Eso parece. Habían desaparecido ya todos los mandos que había nombrado el rey. En lo que se conoce como la traición de Cebú -los locales invitaron a cenar a los altos mandos de las naves y los asesinaron-, Elcano estaba enfermo y no fue a la comida. Era uno hombre con experiencia, que había sido maestre y había tenido barco propio de 200 toneles, más grande que la nao Victoria. Los compañeros decidieron que Elcano era una persona válida y, además, acertaron; era un gran navegante y, según parece, una buena persona.

¿Por qué lo dice?

-Cuando llegó a la península se preocupó mucho de los hombres que había dejado en Cabo Verde. En su retorno desde las Molucas pararon en Cabo Verde para repostar para conseguir un poco de arroz y agua. Trece hombres bajaron en una lancha para conseguir alimentos. Van y vuelven varias veces pero en el último viaje los portugueses de Cabo Verde se dan cuenta de que vienen de las Molucas; cuestión que estaba prohibida para ellos. Apresaron a los tripulantes de la barca. Es posible que uno de esos trece fuese portugués y los delatase. Elcano mandó cortar las anclas y salir corriendo y cuando volvió insistió ante el emperador que intercediese por los hombres que se quedaron en Cabo Verde. Lo hizo y rescató a todos menos a uno. Ese puede que fuese el que les delató. Que se preocupe de sus subordinados es signo de un buen capitán.

¿Fue una hazaña mayor la travesía de las Molucas a Cabo Verde que del Estrecho de Magallanes a las Molucas?

-Las dos fueron magníficas. No me atrevo a afirmar si fue más o menos, pero, desde luego, el retorno desde las Molucas fue más largo. Tardaron algo más de tres meses en cruzar el Pacífico y cinco meses en llegar hasta Cabo Verde. El Índico jamás se había atravesado en dirección este-oeste mar adentro. Había habido navegaciones por el régimen de los monzones cercano a la costa. Además, pasaron por lo que se conoce como los Cuarenta Rugientes, a la altura de la latitud de los cuarenta grados sur, donde los vientos y las corrientes son muy duras. Elcano, además de porque completó la primera vuelta al mundo, era un marino muy digno para la memoria y no se le conoce en el mundo, desgraciadamente.

Quizá no se le conozca porque Antonio Pigaffeta, cronista del viaje, ni siquiera lo citó en su relato.

-Hubo otros cronistas como Ginés de Mafra que sí habló de Elcano. Lo que ocurre es que como cronista es menos conocido que Pigaffeta, que era firme partidario de Magallanes y no nombra a Elcano para nada. Cuando muere Magallanes dice “murió nuestra luz, nuestra guía, nuestro jefe”. Mafra, por su parte, dice que, tras el motín de capitanes castellanos contra Magallanes que Elcano apoyó, quisieron colgar a 40 hombres, entre los que se encontraba “uno que después iba a ser capitán general”. Se refería a Elcano.

El de Getaria era maestre en la ‘Concepción’ y su capitán, Gaspar de Quesada, fue uno de los capitanes amotinados.

-Gaspar de Quesada fue el primer promotor del motín; lo descuartizaron. Elcano era el maestre de la Concepción y apoyó el motín. Lo quisieron ahorcar con los demás pero la compaña se negó a que mataran a tantos; se hubiesen quedado sin tripulantes. Magallanes tenía toda la intención del mundo de ahorcarlo, pero no lo hizo. Entonces, Elcano mantuvo un perfil bajo hasta la muerte del portugués; se la tenían sentenciada.

¿Cuál era el papel de la religión en los navíos?

-Viajaban curas y sacerdotes a bordo, aunque uno de ellos fue partidario del motín y también lo dejaron abandonado. La religión era una ayuda en aquellos tiempos. Hay una cosa muy curiosa que se dice en los barcos: si los marineros lanzan blasfemias y exabruptos, no hay peligros; pero si se ponen a rezar, la cosa está muy mal (ríe).

Las relaciones sexuales y la homosexualidad estaban prohibidas. El viaje duró tres años...

-El caso de pecado nefando más famoso fue el de Antón Salomón, maestre de la Victoria. Fue cogido en una práctica homosexual con un grumete, Antonio Ginovés; ambos eran italianos. La tomaron con Salomón que era el mayor y el que tenía el mando y al llegar a Brasil le cortaron la cabeza. Fue una de las razones que motivaron el motín.

¿Por qué?

-Fue el motivo de enemistad entre Elcano y Juan de Cartagena, capitán de la San Antonio. Cartagena fue nombrado por el ministro de Indias, el obispo Fonseca, como Conjunta Persona de Magallanes. Era una cosa poco clara. El propio Magallanes no entendía qué significaba. En realidad, las decisiones importantes las debían de tomar entre los dos, pero Magallanes no aceptó aquello. Lo que acabó por separarlos fue este caso porque Cartagena decía que tenía que haber sido informado de aquel caso e investigar si era cierto. Magallanes, simplemente, apresó a Salomón y le cortó la cabeza. No es que Juan de Cartagena hubiese querido librar a Salomón, pero quería participar en la decisión.

¿Qué ocurrió con el grumete Antonio Ginovés?

-No fue apresado porque decían que había sufrido un abuso del superior y que él no era culpable, sino una víctima. Algo más debía haber, porque, estando en San Julián -Argentina- desapareció, alguien lo empujó al mar y no se le volvió a ver. Es muy posible que hubiera más personas implicadas. En la Carrera de Indias hubo muchos casos de homosexualidad y el castigo era la hoguera.