Del concurso regional al prestigio internacional
Antxon Elósegui, uno de los impulsores del Certamen Coral de Tolosa, y Luis Ceberio, veterano colaborador, repasan los 50 años de historia del concurso internacional que arranca hoy en el Leidor.
El viejo adagio Eman ta zabal zazu ha servido estos 50 años de brújula en el camino de los impulsores del Certamen Coral de Tolosa. No fueron pocas las dificultades económicas y las desconfianzas políticas con las que tuvieron que lidiar a finales de los 60 al organizar una iniciativa al margen de las estructuras del régimen. Sus promotores miran atrás con orgullo, porque medio siglo después el concurso es una referencia internacional indiscutible y el mundo ha ganado un espacio de encuentro donde las culturas se abrazan a través de la música coral.
Con el fin de repasar su andadura este periódico se reúne con Antxon Elósegui, emprendedor tenaz e incansable, que formó parte del equipo impulsor, y con Luis Ceberio, que se incorporó a las labores organizativas posteriormente y aún sigue colaborando con el certamen. Ambos lo tienen claro: el concurso ha servido para dar a conocer el repertorio folclórico vasco en todo el mundo y colocar a Tolosa en el mapa mundial.
Recuerda Antxon Elósegui que los comienzos no fueron fáciles. “Dos años antes, en 1967, creamos el Centro de Iniciativas y Turismo, que había que dotar de contenido. No cabe duda de que nuestros objetivos eran más humanos, emocionales y sentimentales que artísticos, y echamos para adelante sin tener demasiada idea de temas corales. Habíamos organizado previamente festivales y eventos, porque creíamos que había que activar a la sociedad civil, organizar iniciativas desde el pueblo, ajenas a la oficialidad. ¡Para algunos éramos franquistas y para otros nacionalistas!”, reconoce Elósegui, para el que fue “fundamental” el trabajo en equipo. Recuerda a quijotes como Jose Miguel Ceberio, Jose Mari Goñi, Jesús Mari Penilla, Herme Sagarna, Juanito Jauregui, Jose Ignacio Mancisidor, Ixiar Orbea, Rosarito Ceberio, Izaskun Garate o María Jesús López. “Ladran, luego cabalgamos”, solíamos decir.
La primera edición del certamen tuvo un lógico carácter regional con la participación únicamente de corales de Gipuzkoa, Bizkaia, Araba y Nafarroa. Había ganas de aspirar a más, de apoyar a los coros locales, pero al carecer de ayudas públicas optaron por vender lotería para poder sufragar los gastos del certamen, algo que a Antxon Elósegui le costó muy caro. Todavía recuerda cómo en 1969 terminó en las dependencias de la Guardia Civil acusado de infracción de contrabando. “Eran años muy convulsos, en pleno proceso de Burgos, y pensaron que nuestra lotería tenía fines de colaboración con ETA. Me pedían cuatro años de cárcel y el quíntuplo de la cantidad jugada”, recuerda emocionado al mostrar enmarcada la sentencia absolutoria que finalmente le exoneró de la cárcel.
La organización continuó en su empeño y quiso dar un carácter anual al certamen. En 1970 se incorporó al concurso un coro de Iparralde y en 1971 comparecieron por primera vez en el palco escénico agrupaciones procedentes del Estado. No fue hasta la quinta edición, en 1973, cuando acudieron coros extranjeros, que fueron dos: Chor Gemtschule Marktoberdorff, de Marktoberdorf (Alemania) y Coral Le Madrigal de Lyon (Francia).
El certamen contagió su espíritu en Tolosa y se fue incorporando más gente a la red de colaboradores. Luis Ceberio, amante de la música y discípulo de Ignacio Mocoroa, se incorporó a la organización y lleva 46 años como voluntario. “Por mi profesión he vivido en Francia, Inglaterra y Alemania, y lo que más me ha gustado siempre han sido las relaciones personales. Los idiomas son importantes, porque no es lo mismo dirigirte directamente a un coro alemán en inglés o hacerlo en su propio idioma”, explica Ceberio, que ha hecho infinitas amistades durante tantos años de voluntariado. “Este año, por ejemplo, seguramente cinco de los siete miembros del jurado me saludarán, y eso me hace mucha ilusión”, admite.
Los tiempos han cambiado y el certamen también. Antxon Elósegui recuerda el baile que se celebraba antaño en el Frontón una vez que se conocían los ganadores y donde algunos invitados europeos “descubrían el patxaran”. “Y cómo disfrutaban”, rememora. Pero tampoco se olvida del “trabajo de cocina” que a menudo había que hacer cuando algunos directores tenían mal perder. “Los primeros años tenía que ir a visitar a algún coro una vez pasado el certamen para calmar las aguas; no existía el flair play que impera hoy en día. Antes había mucho amor propio, y menos cultura musical, y este tipo de sucesos ya no son tan habituales”, explica el tolosarra, que más tarde participó en la Federación Guipuzcoana de Coros “para contribuir a la formación de nuevos directores y cantores”.
La participación de los coros extranjeros fue aumentando exponencialmente, asegurando siempre que fuesen de muy buena calidad. No fue hasta la formación del Gobierno Vasco, cuando gracias a su apoyo se pudo dar gran salto cuantitativo y cualitativo en la captación de algunos de los mejores coros aficionados y semi-profesionales de todo el mundo. “Al principio había que viajar y visitar a los coros, sus actuaciones, para conseguir que vinieran, pero hoy en día recibimos muchas solicitudes y tenemos que rechazar muchas muy a nuestro pesar”, explica Luis Ceberio.
Hoy arranca en el Leidor con el concierto inaugural la 50ª edición del Certamen Coral de Tolosa con la participación de coros y personalidades musicales que han marcado su impronta en Tolosa.