donostia - El espacio de reportajes de ETB-1 ha saltado las fronteras y a lo largo de ocho semanas va a ofrecer a los espectadores realidad sociales, algunas muy duras, de países como Palestina, Kenia, Venezuela, Bali, Nepal, Nicaragua o México.
¿Cómo surge la idea de hacer reportajes de ‘Ur handitan’ en el extranjero?
-Fue una propuesta mía. Planteé la idea de irnos con un programa fuera, pero era al margen de Ur handitan. Fue lanzar una idea por si acaso, sabes que no hay dinero y que es difícil.
Y se equivocó.
-De repente me pegaron un toque y me dijeron que habían pensado en hacer un programa en el extranjero pero dentro de Ur handitan. La idea surgió de un calentón mío a la una de la madrugada viendo un programa de viajes.
No solo es uno, va a ser una temporada de ocho programas en los que usted y su equipo van a viajar por el mundo.
-Hemos grabado cinco y nos quedan tres viajes: Nepal, Bali y Nicaragua.
Ha despertado al corresponsal que lleva dentro, ¿no?
-De los quince años que llevo en EITB, la mayoría los he pasado fuera. Es de lo más bonito que te puede ofrecer este trabajo. El formato que hago es maravilloso, te permite estar con los protagonistas y que te expliquen su vida; llevarlo fuera, al extranjero, es algo que me está apasionando, es juntar dos cosas: un formato que me apasiona y viajar haciendo periodismo.
¿La visión que nos va a ofrecer es más amplia de la que nos daría como corresponsal?
-También es más complejo. Tienes que hacer de paracaidista, aunque en Palestina no tenía esa sensación; ha sido como el regreso al lugar en el que un día fui corresponsal. En cada país estamos haciendo una semana.
Se estrena con Palestina, ¿qué vamos a ver?
-Lo que más fuerte me ha parecido después de estar doce años fuera es ver la victoria absoluta del estado judío y el sometimiento total de los palestinos.
¿Se nota en la vida cotidiana?
-Sí. Cuando yo era corresponsal lo que más me chocaba era ir a una pizzería y que me cachearan, en el aeropuerto las medidas de seguridad eran impresionantes.
¿Ahora no hay tanta seguridad?
-Pues no. En el aeropuerto te dejaban salir tranquilamente, podías ir a tomar algo y nadie te cacheaba... Eso te dice muchísimo, en las calles de Jerusalén los israelíes viven totalmente seguros y están totalmente seguros, el tema del muro funciona y no hay esas medidas de seguridad que a mí me impactaron cuando empecé de corresponsal.
Desde el mundo del periodismo se habla de imparcialidad, objetividad... ¿Se consiguen a la hora de enfocar un conflicto?
-Tenemos que tratar de ser honestos con nosotros mismos y con el espectador. Por delante tienes objetividad e imparcialidad, y ves que no las vas a conseguir. Me conformo con ser honesto, todos somos subjetivos y en el momento en el que elijo tal protagonista o tal fotografía, estoy siendo subjetivo. Creo en la honestidad de nuestro trabajo y en recuperar esa credibilidad que se está perdiendo.
Jerusalén ha sido objeto de deseo de muchos viajeros, ¿es un lugar seguro?
-Completamente. Pero lo llevo diciendo yo desde hace mucho tiempo, desde cuando comencé como corresponsal. De 2003 a 2006 estuve allí, fueron años duros y mi ama me preguntaba si podía ir allí. Yo le contestaba: Ama, vivo como en Bilbao. Pero hasta que vino un verano y el siguiente se trajo a una amiga a la que le dijo: Sí, vamos, que mi hijo allí vive como en Bilbao.
¿Qué ve la gente cuando va a Palestina?
-Esa es otra, si queremos entender, tenemos que hacer un pequeño esfuerzo e ir un poco más allá. No podemos quedarnos solo con los sitios religiosos de Jerusalén o con las playas de Tel Aviv. pensaremos que no pasa nada y no veremos el sometimiento de los palestinos. Requiere un esfuerzo por nuestra parte, no podemos salir de allí y que Israel nos haya vendido su foto.
¿Qué reportaje de los que lleva grabados le ha impresionado más?
-Cada uno me ha tocado por cosas distintas. La homofobia en Kenia es un tema muy cercano para mí. En casa formamos una familia de dos hombres. Que me contase una mujer lesbiana cómo su madre la había metido en un cuarto con un hombre borracho para que la violase y corrigiese su lesbianismo, me pareció terrible, se me cayó el alma a los pies.
Tendría que estar considerado delito.
-Era imposible contener las lágrimas ante ese relato. Ver la influencia del lugar en el que hemos nacido... Yo he tenido la suerte de formar la familia que he querido y ella ha tenido que hacer frente a unas realidades terribles. Venezuela me sorprendió porque no había estado nunca y la realidad actual de ese país afecta mucho. De Palestina me emocionaba la vuelta.
Veo que está dispuesto a firmar para seguir por esta línea.
-No lo dudes, por otros ocho como mínimo. Pero eso son cosas de la casa.
¿Cómo ve el reporterismo en televisión?
-Lo veo bastante dejado de la mano de Dios. Sobre todo viniendo de París. Allí te ponías delante de las generalistas en un prime time y veías unos documentales impresionantes y tenían unos datos muy buenos. ETB está haciendo un esfuerzo en este sentido.
¿Echa de menos su etapa de corresponsal?
-Echo de menos estar fuera, ser extranjero en un país en el que estoy viviendo, el quedar con los amigos para tomarte unas birras, más que el trabajo; estoy muy satisfecho haciendo este formato, es muy nuevo y aprendo cada día, aún estoy muy pez en él.