donostia - La 53ª edición del Heineken Jazzaldia se inaugurará este miércoles y extenderá el jazz por toda la ciudad hasta el próximo domingo. El festival se presenta con 17 escenarios y 105 conciertos -dos tercios de ellos gratuitos-, en una edición en la que se visibiliza con claridad su apuesta por jóvenes promesas -“rejuvenecer es un objetivo constante”, reconoce Martín- y por la fusión de culturas.
¿Cómo vive el director del Heineken Jazzaldia los días previos al festival?
-Bien. Realmente, el festival tiene un equipo que hace muy bien las cosas. Se vive, no te voy a decir con tranquilidad, pero está todo previsto y se van solventando los problemas. Es fácil de vivirlo con un equipo como el que tenemos, que hace las cosas muy bien.
Comenzó a trabajar en el Jazzaldia en el año 1978.
-Así es. Esta sería mi 41ª edición, si no fuese porque estuve tres años fuera del festival. En realidad, esta será la 38ª.
¿Qué recuerda de sus inicios?
-Eran épocas que había que echarle más entusiasmo. Había que suplir con entusiasmo la falta de medios o, también hay que reconocerlo, de profesionalidad. Este siempre ha sido un festival que se vive intensamente. Toda la gente que trabaja en él, al término de cada edición, tiene una sensación siempre positiva. Trabajar en el Jazzaldia es algo que la gente quiere hacer, no por cuestiones crematísticas, sino por el buen ambiente que se genera. Eso es fundamental, eso viene ocurriendo desde aquel primer festival al que me refiero, hasta hoy.
La idea es, por tanto, que ahora es un festival mucho más profesional.
-Sin duda. Siempre recuerdo cómo en mi primer festival, el batería en aquel momento de Sonny Rollins, Al Foster, me preguntó ¿Y mi batería? Le llevé al cuarto donde se encontraba la única batería que teníamos que, además, era rock. No teníamos una de jazz, porque aquí alrededor no había dónde alquilar una batería así. Cuando la vio, me volvió a preguntar: ¿Es la única que tienes? Y cuando le dije que sí, respondió Bueno, pues tocaremos con ella. Ahora en el festival podemos tener del orden de 30 baterías distintas, de todo tipo de marcas, características... Eso indica lo que ha variado, no el entusiasmo, pero sí ese nivel de profesionalización. Antes se hacía con la batería que te dejaban y se la ofrecías al músico mientras te miraba con perplejidad.
El patrocinio de Heineken concluye el año que viene.
-El actual contrato del patrocinio de Heineken dura hasta el año que viene. Eso no quiere decir que el patrocinio de Heineken acabe el año que viene, al menos no lo plantearía así.
Entiendo que se renovará.
-Entiendo que sí. El contrato actual es para este año y el que viene. Es una aportación importantisima.
Hace poco, otro festival del territorio lamentaba la poca implicación de ciertas instituciones.
-En este momento, como en los últimos 20 años del festival, las dos principales aportaciones económicas que tenemos son las del Ayuntamiento de Donostia, que es el propietario del festival, y la de Heineken. Cualquier otra es mucho menor. De hecho, hay algún patrocinador privado que tiene aportaciones muy por encima de otras instituciones. Nunca me he quejado de lo que aportan las instituciones porque las conozco suficientemente por dentro como para no hacerlo. Cuando se lo tengo que decir, se lo digo de forma privada. Lo que sí puedo decir es que los dos sostenes de este festival son el Ayuntamiento y Heineken e, insisto, que hay algún otro privado que aporta cantidades importantes y bastante mayores que el resto de las administraciones. El Ayuntamiento desde hace un cierto tiempo ha apostado de una forma tan clara por el festival que es probable que otras administraciones no encuentren justificación o hueco para aumentar sus aportaciones. Además del Consistorio, nosotros recibimos ayudas del INAE, de la Diputación de Gipuzkoa y del Gobierno Vasco, y tenemos una muy buena relación con todos ellos.
Se lo comento porque ha pasado ya una década desde el inicio de la crisis, momento en el que el Jazzaldia sufrió una reducción de las aportaciones públicas.
-En 2008 saltó la crisis y el Ayuntamiento de Donostia hizo un cambio total de sus aportaciones, incluso, a actividades propias. Eso provocó que hubiese un cambio absoluto en la financiación del Jazzaldia y obligó a que se replanteasen muchísimos gastos, a cambiar internamente, intentando cambiar hacia fuera lo menos posible. Eso nos llevó a plantear adecuadamente no solo aquel festival, sino todos los siguientes. 2010, 2011 y 2012 fueron años duros y nosotros los vivimos de forma menos grave que otros certámenes.
Entrando al programa de esta edición, ¿han intentado rejuvenecer la plaza de la Trinidad?
-Rejuvenecer es un objetivo constante. Lo que ocurre es que a veces no es tan fácil y no es algo que se note tan fácilmente. El futuro está en encontrar nombres que, siendo jóvenes, sean capaces de crear un cierto entusiasmo y mover a la gente hacia los escenarios, de llenar las salas con algo que sea un producto nuevo y que motive a la juventud. Hemos tratado los últimos años por traer a gente como Kamasi Washington y en esta ocasión se han juntado varias cosas: Jacob Collier, Ce?cile McLorin Salvant, R+R=Now... En esta ocasión se ve más fácil, pero es un objetivo habitual del festival desde hace muchos años. Recuerdo que cuando en 1992 de alguna forma se refundó el Jazzaldia, se hizo una especie de manifiesto. Y en aquel momento declaramos que teníamos tanto interés en las leyendas del jazz como en los nombres que iban a tener importancia en el futuro. Unos ya llenan recintos como Collier y McLorin, y otros como Naïssam Jalal están marcando un camino resplandeciente de unión entre el jazz y la música oriental. Todo ello está dentro de lo que buscamos.
Dentro de esos grupos, destaca la selección de alguien como Collier, que se hizo famoso gracias a YouTube. Es esta una nueva manera de ser referencial.
-El jazz quizá no es el estilo más apropiado para triunfar en YouTube. Parece que esta plataforma puede lanzar al escenario a gente que haga una música más comercial. No se renuncia a nada y la tecnología está ahí y es un factor. Evidentemente nos encanta incluir en la programación a un músico que viene con sus tablas de la tradición de la música indostánica y que es el portador de miles de años como Zakir Hussain y a alguien que se ha producido sus vídeos y discos durante dos o tres años y que le ha llevado al estrellato. Tenemos que tener las dos cosas, leyendas y nombres nuevos.
Dentro de esa renovación, apuestan por el Txikijazz. Comentó en su presentación que no desean ser “pedagógicos” sino provocar “experiencias”.
-Si la música ha significado algo para nosotros podemos recordar algún momento en el que hubo un salto adelante. En el que realmente la música nos gustaba, pero pasó a gustarnos mucho más y a ser algo realmente importante. En un 99,9% de los casos, eso tiene que ver con una actuación musical. Hay muy poca gente que diga yo me aficioné a la música en las clases de solfeo (ríe). No tengo nada en contra de estas. Creo que es importantísimo que los músicos y que todas las personas tengan una formación musical. Pero creo que ese salto adelante del que hablaba y que te engancha a la música sucede en el concierto. Lo otro es una formación adecuada, refuerza el acercamiento a la música, pero lo que queremos es que los chavales se enganchen. Y lo hacen si hay un contexto familiar en el que ven que sus padres, sus abuelos o sus tíos están a gusto.
Reivindican la familia como impulso para ello.
-No solemos hablar mucho de un festival infantil. Lo evitamos. Preferimos hablar de uno familiar. En ese contexto el acercamiento a la música es más efectivo.
Abrirse a un público generacionalmente más amplio es la única manera de garantizar la renovación.
-Lo importante es que todo conviva. Uno de nuestros objetivos, y se ha conseguido, es el de conseguir la integración de culturas, de estilos, de generaciones. En el público también se da esa integración. Nos encontramos con el aficionado al jazz de toda la vida, con el señor que pasa por allí y se ha encontrado con un escenario, y con el que viene al festival a ver algo nuevo... Esa integración que hemos logrado dentro del público es uno de los valores del festival.
Habla de integración de culturas y estilos. El Jazzaldia es algo más que el jazz puro.
-Sí, porque el jazz es un vehículo para ello. No habrá otro tipo de música en el que se pueda mezclar todo: orígenes culturales diferentes, generaciones diferentes... Todo cabe en el jazz de forma armónica y creo que es importante visibilizar también nuestro interés por la integración, y creo que es un objetivo que se logra.
Han organizado una jornada dedicada al reggae de la Trojan en el escenario Skoda de Alderdi Eder.
-Cuando me dijeron que Trojan cumplía 50 años y salían de gira con el Sound System y con algunas de las estrellas, y me preguntaron si me interesaba, les dije ¡Claro que sí!. Hay nombres que son monumentos. Hace poco presentamos un documental sobre el Blue Note en Jazzinema. Con esas dos palabras, Blue Note, estás de alguna forma refiriéndote a lo mejor de la historia del jazz de los año 50, 60 y 70. Cuando te mencionan Trojan es otro monumento, en este caso del reggae. Traemos a Dennis Alcapone porque es Denis Alcapone y porque está bien de forma. Y Dawn Penn también está muy bien, está fantástica haciendo cosas muy interesantes y sus actuaciones son muy buenas. El pensar que como somos un festival de jazz no somos sensibles a los grandes monumentos de la música del estilo que sea no es acertado. Nos encanta tener el homenaje a Trojan en el festival.
El Jazzaldia es una plaza a la que los músicos vuelven. Sinónimo de que están muy a gusto.
-O de que el público está muy a gusto con ellos. Hay quien es un gran músico y vuelve con propuestas muy diferentes porque las ha ido renovando con el tiempo. Eso facilita la vida al programador: el músico está a gusto aquí, el oyente ha disfrutado con él y lo que vamos a programar no se parece mucho a lo anterior.
Es el caso de Chick Corea.
-En octubre vino con una propuesta completamente diferente, absolutamente eléctrica. Algo mucho menos jazzístico que en esta ocasión. Nos lo pensamos muy bien, le dimos muchas vueltas. Pero es que tiene tan poco que ver ese spain de 22 minutos con solo de batería, percusión, contrabajo, con lo que va a hacer en este Jazzaldia en la Trinidad, que consideramos que merecía la pena traerlos de nuevo. Son dos aspectos absolutamente distintos. De hecho, Chick Corea en trío, como lo vamos a ver en este festival, es algo mucho más serio y rico, que la versión que vimos en octubre.
Vuelve también Gregory Porter.
-A Porter, como a otros músicos, le hemos visto crecer. Hay grupos que contratamos hace cuatro años y eran ya más o menos conocidos, pero desde entonces han pasado a ser absolutas estrellas. Hemos seguido a Snarky Puppy, que volverá, o a Hiromi, que ha venido en varias ocasiones. Seguir a los músicos mientras crecen hace que nos apetezca volverlos a traer y ellos se sienten muy cómodos aquí. Gregory Porter está muy ilusionado.
El baionatarra Michael Portal será uno de los Premios Donostiako Jazzaldia.
-A Michael Portal lo hemos programado poco y este año lo vamos a exprimir. El día 29 en el Victoria Eugenia tocará primero en formato trío. Y además propuse que tocase con Sfumato, que es un grupazo. Tenemos el mediodía y la noche ocupadas con dos formaciones que tienen tres músicos en común, pero que hacen dos tipos de música bastante diferente e incluyen dos aspectos de la creatividad del músico vasco más importante que existe.
Lo local tiene mucho peso en el festival y en esta ocasión han programado en el escenario verde una noche de donostiarras con Mikel Erentxun y Amateur.
-Efectivamente. Nunca habíamos tenido un día exclusivamente dedicado a lo local. Lo que hay que reconocer es que los locales habían tocado en la sesión de las 21.00 horas, nunca habían cogido la estelar de las 0.30 horas. Siempre se ha dejado caer que a Mikel Erentxun el Escenario Verde le encantaba. Se lo propusimos y en seguida recibimos la respuesta. Por otra parte, la unidad de Música de Donostia Kultura ha tenido siempre mucha relación con La Buena Vida. Hace poco programamos a su nueva formación, Amateur, en el Victoria Eugenia. El Jazzaldia sí que también ha tenido relación con uno de los miembros de estas formaciones, José Luis Lanzagorta, que es quien ha diseñado varios carteles del festival, incluido el de esta edición. Hemos trabajado muy a gusto con él. Esos son los dos motivos que nos llamaban para invitarles. Y así se ha configurado una sesión donostiarra en el Escenario Verde, que ya era hora.
Ya no quedan abonos y se han agotado ya varias entradas para conciertos como el de Céline McLorin Salvant o Salvador Sobral.
-Estamos muy a gusto. La plaza de la Trinidad se va a llenar todos los días, el Kursaal para los conciertos de Yann Tiersen, Gregory Porter y Caetano Veloso y Brad Mehldau, casi. Kenny Barron llenará un poco menos, porque es el más jazzístico de todos ellos. Las cosas son como son. En el teatro Victoria Eugenia todas las sesiones de las mañanas van a estar prácticamente llenas.
¿Qué tres conciertos recomendaría para esta edición?
-Te voy a decir tres conciertos que hay que ver y que yo posiblemente no pueda ver: el de Naïssam Jalal el día 28 a medianoche en el Victoria Eugenia; el de Rabih Abou-Khalil el día anterior a la misma hora, y el de Sfumato. Me temo que no me va a dar tiempo a verlos, pero creo que son de esos conciertos que ofrecen algo distinto y que en los festivales de este país es muy difícil ver. Serán tres conciertazos, a pesar de no ser de los que más interés generen.