DONOSTIA - Hombres trajeados, chicos con ropa deportiva, mujeres con atuendos casuales y pomposos vestidos, perlas blancas y brillantes relojes... Los familiares y amigos de David Hockney, uno de los pintores vivos más importantes del mundo, ocuparán el Guggenheim Bilbao a partir del próximo viernes. El idolatrado artista británico regresa al edificio de Gehry para exponer 82 retratos y 1 bodegón, tras el éxito que obtuvo en 2012 con la exhibición de los coloristas y vibrantes Paisajes de su Yorkshire natal. La muestra está comisariada por Edith Devaney, de la Royal Academy of Arts de Londres.

Tras la realización de la serie de paisajes campestres que el museo bilbaino ofreció en 2012, Hockney (1937) se alejó de la pintura y de Gran Bretaña para regresar a EEUU, país en el que había vivido previamente durante décadas. En Los Ángeles, poco a poco retomó la realización de retratos, de forma pausada y reflexiva, y durante los meses siguientes se sumergió totalmente en este género. El renovado vigor creativo del artista octogenario le llevó a invitar en 2014, con 77 años de edad, a personas de diversas esferas de su vida a posar para él en su taller. Para la elaboración de los retratos, Hockney siguió la misma pauta de trabajo con todos ellos: trabajó tres días con cada uno de los modelos, posaron todos en el mismo escenario, sentados en una silla amarilla y ante el mismo fondo verde esmeralda y azul cobalto.

Pero más allá del attrezzo, lo que inspira al artista es el “conocimiento secreto” de la personalidad de cada uno de ellos. Hockney expuso al trazo de su pincel a su familia, exparejas, conocidos, entre los que se encuentran trabajadores de su estudio, y a otros artistas, comisarios y galeristas.

El creador británico ha confesado que nunca ha estado interesado en inmortalizar a personajes famosos, puesto que para él “las celebridades son sus amigos”. “Los famosos están hechos para la fotografía. Yo no hago famosos; mis famosos son mis amigos”, asegura.

modelos La exposición está comisariada por Edith Devaney, quien ha posado en dos ocasiones para Hockney, una primera en septiembre de 2015, y de nuevo en febrero de 2016, retrato que está incluido en la muestra. “La segunda vez que posé para él fue hacia el final del proyecto y ya había tenido la oportunidad de analizar las poses y la vestimenta de quienes habían pasado por allí antes que yo. La única indicación que recibí fue que me recogiera el cabello; a mitad del primer retrato, Hockney decidió que así la imagen sería mejor. Muchas de las modelos femeninas se habían puesto elegantes para su retrato, así que, para variar, decidí vestirme con un atuendo más informal”, relata la comisaria. “Una vez completado el dibujo, comienza la pintura. Todos los retratos están hechos con pintura acrílica, un medio que Hockney no había utilizado en 20 años”, explica Edith Devaney.

“Por algún motivo, mi retrato me pareció familiar, pero a la vez extraño”, explica Devaney. “Hockney dice que pinta lo que ve, admitiendo que todos vemos de forma distinta, ya que nuestra visión viene determinada por nuestras numerosas experiencias. La fascinación de Hockney por el retrato está indisolublemente unida a su profunda simpatía por el ser humano y por todas las fragilidades que encarnamos, la comedia humana, como él mismo la describe”, añade.

Hockney ha retratado también a su hermana Margaret, enfermera jubilada a la que ha dibujado en varias ocasiones en los últimos años. También sintió la necesidad de pintar a Rufus Hale, hijo de la artista Tacita Dean, porque le recordó a sí mismo a los 11 años. Al músico Jean-Pierre Gonçalves de Lima; a Gregory Evans, que ha sido compañero íntimo durante varias décadas y posee un profundo conocimiento de su obra; y a artistas como Bing McGilvray y John Baldessari, entre otros. David Hockney: 82 retratos y 1 bodegón llega al Guggenheim tras exhibirse en la Royal Academy of Arts de Londres. En Bilbao se mostrará desde el viernes hasta el 25 de febrero.