Donostia - El fin de semana pasado perdió el teléfono móvil y ayer la noticia le sorprendió en mitad de un ajetreado taller de cine con alumnos de interpretación. Fue difícil contactar con él pero gracias a la mediación de Puy Oria, su compañera y productora, hizo un hueco para responder las preguntas de este periódico.
¿Qué ha pensado al recibir la noticia?
-Te quedas un poco sorprendido porque no sabes que estabas propuesto ni cuáles son las razones por las que te premian, pero ilusiona mucho y lo agradeces porque es un honor compartir lista con quienes lo han recibido antes.
Si se exceptúa a Nestor Basterretxea, que fue director ocasional, el suyo es el primer Premio Eusko Ikaskuntza a un cineasta. ¿Quiere eso decir que el cine sigue sin tener la misma consideración que otras artes?
-Bueno, no, supongo que quiere decir que en las otras artes, humanidades y ciencias hay mucha gente destacable. En mi opinión, este premio supone un reconocimiento del audiovisual como parte fundamental de nuestra cultura y de nuestra sociedad.
Hasta otoño no recibirá el premio. ¿Ha pensado a quién dedicárselo?
-No sé si hay que dedicárselo a alguien pero hoy fundamentalmente me acuerdo de toda la gente con la que he trabajado -actores y equipo técnico- porque el premio recae en mí como persona pero ellos también son parte de él.
Cuando dicen de usted que es “uno de los directores de cine imprescindibles de los últimos 30 años”, ¿qué se le pasa por la cabeza?
-Se siente como una especie de disociación: “¿Están hablando de mí? ¿Ese soy yo?” Luego te sientes agradecido de que alguien reconozca tu trabajo y considere que ha merecido la pena. Quienes hacemos cine, y especialmente un determinado tipo de cine, no sólo intentamos disfrutar con nuestro trabajo, sino comunicarnos y relacionarnos con el espectador. A través de las historias, queremos ir construyendo un mundo un poco más justo y humano, que el cine sirva para reflejar parte de nuestra realidad y mejorarla.
¿Qué significan los premios para usted?
-No me agobian ni me quitan el sueño, pero si vienen, bienvenidos sean, porque a todos nos agrada que nos premien. De todos modos, no hago cine para recibir premios ni ser famoso ni ganar dinero; lo hago como parte de mi vida y del entendimiento entre las personas.
Pero tiene usted más premios que películas, cuando seguramente preferiría lo contrario...
-(Risas) Sin duda, me encantaría tener muchas más películas que las que tengo y rodar con mayor asiduidad. Pero bueno, lo intentas y no siempre consigues encontrar la historia adecuada y que sea factible llevarla adelante.
Hoy parece más difícil levantar una película, incluso para un director consagrado como usted...
-Sí, y yo creo que es un poco contradictorio. No es que sea más difícil hacer una película, quizá es más sencillo porque la digitalizacion ha democratizado esa posibilidad. Sin embargo, es mucho más complicado conseguir que se vea una película, que tenga una distribución aceptable y llegue a la mayor cantidad de público posible.
En sus filmes ha abordado la marginación social y las drogas (’24 horas’), la inmigración (’Las cartas de Alou’), la memoria histórica (’Silencio roto’), el abuso sexual (’No tengas miedo’)... Cuestiones candentes hoy en día? ¿Qué otros temas le gustaría abordar desde esa mirada social que caracteriza a su cine?
-Hay muchísimos temas, el mayor problema es siempre encontrar el punto de vista, la mirada desde la que acercarte a contar una historia. En principio, cualquier historia es factible de ser contada en imágenes, hoy no hay temas originales porque casi todo está contado: la originalidad reside en la forma, en la mirada del cineasta. Encontrar este punto de vista es lo que más me cuesta siempre, mucho más que encontrar historias. Para esto último basta con abrir el periódico a diario y ver que, desgraciadamente, la realidad supera con creces a la ficción muchas veces.
En los últimos tiempos la corrupción es uno de los temas-estrella en la prensa diaria...
-Ya lo creo. El otro día comentaba con un compañero que está trabajando en una historia sobre la corrupción que el problema es que cada día se va quedando en una nimiedad lo que hace un mes pensabas que era un tema que podía dar para una película.
¿Y le gustaría tratar ese tema?
-Sí, y entre los proyectos que manejo ahora y de los que no puedo avanzar mucho, hay uno basado en un hecho de corrupción... La corrupción me interesa desde el punto de vista humano, intentar explicar qué lleva a una persona a cometer ciertos actos...
Y con ETA fuera de juego, ¿ve más factible abordar algún proyecto sobre esa parte de nuestra historia?
-Lo he pensado varias veces, es un tema que siempre me ha atraído desde el punto de vista cinematográfico, pero como he dicho antes, mi mayor problema es hallar la mirada adecuada con la que sentirme cómodo. Aún no la he encontrado pero me gustaría. De algún modo, el cine debe reflejar la sociedad en que vivimos y los hechos que ocurren y también esa parte de nuestra historia que tanto nos ha condicionado y que seguirá condicionándonos, ojalá que menos cada vez.
Por último, ¿qué consejo suele dar a sus alumnos?
-Lo que suelo decirles es que traten de contar historias que les salgan de dentro, que sean personales, que no traten de imitar ni hacer aquello que está de moda o se vende en un determinado momento, porque entonces, sólo conseguirán hacer una película más entre tantas. Si realmente quieren hacer algo que merezca la pena, deben contar algo personal, pues así, si se equivocan, sabrán por qué.