Donostia - Timadores y timados, policías y ladrones, asesinos a sueldo y mujeres fatales pueblan el debut literario de Unai García (Donostia, 1945). Pero a los habituales ingredientes del género negro ha sumado otros más cotidianos como los altibajos del matrimonio, la paternidad o la crisis de los 40, todo ello salpimentado con un tono de ironía y humor.
¿Escribe usted desde siempre?
-Sí, más o menos desde que leo habitualmente, desde los 18 años. Escribía cuentos, guiones, y a los 23 estuve a punto de publicar una novelita. Luego la vida me llevó por diferentes derroteros profesionales y para un escritor es primordial seguir una disciplina. Hace un par de años pillé una txanpa buena y conseguí escribir esta pero tengo millones de historias a medias que me gustaría recuperar.
¿Todas enmarcadas en el género negro?
-No todas. Es un género que me gusta mucho como lector y cinéfilo, y últimamente me ha dado por ahí en el terreno de la prosa, pero cuando escribo guiones abordo otros temas.
¿Cuál es la premisa argumental de ‘Morir tranquilo’?
-No leo sinopsis ni veo trailers desde hace tiempo porque me suelo guiar por el olfato y la intuición, que es el único modo de dejarte sorprender. Por eso lo pasé bastante mal a la hora de redactar la hoja promocional y no quisiera desvelar mucho. Solo diré que la temática que más me interesa es la del suceso extraordinario en la gente corriente.
La novela comienza cuando Eli, el protagonista, se ve sorprendido en su casa por un hombre que le apunta a la cabeza con una pistola. “Su pasado, al fin, le ha encontrado”, reza la contraportada.
-Me gusta hablar de personas normales y en mis historias nunca hay héroes. Eli tampoco es un antihéroe buscado, solo alguien normal. No llega a la vulgaridad porque de lo contrario, no sería interesante desde el punto de vista narrativo, pero es una persona enfrentada a situaciones que le podrían suceder a cualquier habitante de Donostia o Madrid, que son los escenarios de la novela. La historia es más o menos universal y será apreciada por la gente de fuera sin ningún problema porque Donostia aparece en forma de simpáticos guiños al lector de aquí. Eso me hace cierta gracia porque la ironía es otra de las bases de la novela.
Donostia no parece el escenario más idóneo para una trama negra?
-Es casi un artefacto literario, una vocación que tengo desde hace tiempo. Siempre he tenido ganas de convertir Donostia en uno de esos sitios en los que parece que nunca pasa nada pero en cuyo subsuelo late una vida turbia desde el punto de vista de la ficción. Mi reto, guiño y chiste hasta cierto punto es hacer una serie noir en Donostia, intentar hallar esos aspectos ocultos que, si los investigas, también existen. Quizá no son tan visibles como en grandes ciudades del estilo de Nueva York, París o incluso Bilbao, donde hay más ambiente bajofondista. ¿Pero por qué no en Donostia? Me interesa descubrir una cara B en una ciudad tan plácida?
Las buenas novelas negras suelen incluir denuncia social. ¿La suya también?
-No he llegado a bucear en mi novela hasta ese punto pero tengo la esperanza de que cuando se lea dentro de un tiempo sí sea, en cierta medida, un reflejo de lo que hoy es la vida en diferentes ámbitos de la sociedad, de las clases más y menos afortunadas? Hay algo de eso pero sin ninguna vocación de cambiar el mundo.
El protagonista vive en plena crisis de los 40. ¿A usted también le ha arrollado?
-Está muy bien, es toda una experiencia. (Risas) He escrito sobre un tipo que podría tener mi edad, solo que los cuarentones de ahora somos como los treintañeros de hace tiempo, y mi personaje es más bien un cuarentón de la época de mis padres. En la novela aparece la crisis de los 40 masculina pero como elemento que empuja la trama hacia el territorio del thriller. Me siento orgulloso de que la acción avance con naturalidad impulsada por el temperamento de los personajes más que por un argumento que pretenda impactar a toda costa.
¿El humor forma parte de la trama o lo utiliza para aligerar las partes más duras?
-Mitad y mitad. Hay escenas que son clásicas de la comedia con personajes que sufren situaciones que, vistas desde fuera, hacen que te rías. Pero el humor también ayuda a que avancen escenas más invisibles y te permite dar información sin que el público casi se percate. Yo soy lector de novela negra clásica en general, pero descubrí a un magnífico autor, Donald E. Westlake, que junto a Elmore Leonard me hizo darme cuenta de que el humor te puede poner la carne de gallina y ser verosímil? Espero que el realismo, el miedo por lo que les pase a los personajes de la novela, permanezca a pesar del humor.
Así que el lector reirá y se estremecerá a partes iguales?
-Yo espero básicamente que el lector se enganche y para conseguir eso sí que he actuado de manera premeditada. Tenía un punto de partida pulp o folletinesco, como en aquellas novelas tan denostadas en su día que luego se convirtieron en clásicos. Quería que terminaran los capítulos, que son cortos y con finales suspendidos sin trampas, y la gente sintiera ganas de pasar la página. De momento, la gente que ha leído la novela coincide en decir lo mismo: “Engancha”. Y también me hablan mucho del final.
Ha protagonizado varios cortos y un largometraje, ‘La noche del ratón’, que también era un ‘thriller’... ¿Se ve usted protagonizando una adaptación al cine de su novela?
-No lo había pensado. (Risas) También escribo guiones y nunca me he dado el protagonista como actor, aunque sí algún secundario. El problema y lo bonito de escribir es que yo soy todos y ninguno de mis personajes. En ellos están mis acciones, mis opiniones a favor o en contra? Pero no me identifico casi en nada con el protagonista de la novela.
Trabaja como creativo publicitario, escribe ficción, es locutor, ha actuado en el cine y en programas televisivos como ‘Vaya semanita’? ¡Es usted casi un hombre del Renacimiento!
-Es algo que en ciertas culturas se ve incluso como negativo. Me gusta hacer muchas cosas para no aburrirme pero no soy un gran apasionado de una sola cosa, es decir, todo me apasiona, pero no podría dedicarme a lo mismo de manera apasionada durante mucho tiempo.