arte kritika

josé María Sert (Barcelona 1874-1945) siempre ha tenido la óptica y la sintaxis de la abundancia. Abundancia de planos, de masas, de carnaciones, y ausencia de color, como más cercano a la fotografía que a la pintura, como más cercano a la escultura y al dibujo que al color y a la pintura. Los murales de San Telmo, de la xatedral de Vic y de la Sociedad de las Naciones de Ginebra así lo confirman.

Se presentan ahora, de manera modélica, en una sala-apartado de la Iglesia de San Telmo, una serie de proyectos-alegorías sobre la guerra y la paz, el progreso de la humanidad, la justicia y el derecho internacional, que fueron inaugurados irónicamente en octubre de 1936, en plena Guerra Civil española.

Se muestran contextualizados los bocetos y fotografías de la instalación original de Ginebra, provenientes de diversos museos y colecciones particulares, enfrentándolos a los 17 paños y once lienzos murales sobre el pueblo guipuzcoano que Sert elaboró para el Museo de San Telmo.

Figuras y composiciones barrocas, personajes en movimiento, desnudos, o cargados de mitras y fusiles, como lo hizo durante el periodo del vencedor y dictador después de la guerra. Sert se muestra como el gran decorador al servicio de la España nacional católica. Y para ello no utiliza la sintaxis vanguardista del cubismo, la del orden o la razón, la de la reconstrucción de la Europa desorganizada, sino la de la Roma y la Flandes barroca, la de la abundancia, el monumentalismo restauracionista, la de la estética fascista.

En el techo de la Sala de las Naciones de Ginebra se entrelazan cinco brazos de poderosos atlantes que representan a los cinco continentes, que se suman a la paz y la justicia en una imagen simbólica que recuerda al eguzki-lore, al sol en rotación, y a la esvástica social nacionalista, todo un símbolo de lo que quiso plasmar plásticamente Sert, al servicio de este ideario. Sus monocromías doradas y plateadas siempre han gozado de un gran reconocimiento público.