Donostia - Años después de la ocurrencia, se la comentó a su amigo Juan Palacios, cineasta eibartarra que creyó que esa peripecia podría convertirse en película. En su origen, el director intuía que iba a ser un documental de aventuras, con ritmo, momentos de drama y algo de ficción, pero se llevó una desilusión al ver lo que había rodado. De esa decepción nace Pedaló, un largometraje que compite en Zinemira y que muestra la oposición entre lo que vivió el joven cineasta y la jovialidad que muestran sus imágenes.
Más allá de lo vivido por los protagonistas de la historia, la creación del documental fue una aventura en sí misma. En 2012, cuando Palacios vivía en Copenhague, recibió la llamada de Etxeberria, que le contó su idea de recorrer la costa vasca en un pedaló. “Justo había terminado la carrera de Comunicación Audiovisual y estaba muy perdido, así que decidí hacer una película sobre el viaje. Creo que mi intención hizo que se pusiera las pilas y lo organizara de verdad, así que su idea no cayó en el olvido”, apunta el director de la cinta.
Uno de los sucesos que marcaron el tono de la película tuvo lugar antes del inicio del rodaje: “Hice todo el trabajo de preparación desde Copenhague y desde la distancia, me imaginé cosas que no sucedieron, fui muy romántico y pensaba que sería una película mucho más grande”, confiesa el cineasta, quien comenzó su pequeño proyecto lleno de ilusión y ganas. La acogida fue muy buena desde el principio, ya que consiguieron más dinero del que necesitaban en una campaña de crowfounding para poder cubrir los gastos del rodaje.
Mientras tanto, Etxeberria y los dos amigos con los que iba a protagonizar el viaje, prepararon su hazaña. “Compraron un pedaló de segunda mano en el último momento, lo llevaron a Oiartzun y allí lo prepararon para el viaje”, recuerda. “Fue muy dominguero: le pusieron un toldo para el sol e incluso agregaron unos altavoces para poder escuchar música en el mar”. Pero los problemas comenzaron enseguida, puesto que no probaron la embarcación hasta el día anterior a partir y estaba lleno de agujeros. No probaron si flotaba hasta el día anterior y estaba lleno de agujeros, así que tuvieron que retrasar el comienzo del viaje, que fue desde Hendaia hasta Bilbao.
Durante los primeros cuatro días, Palacios dispuso de un barco para poder seguir al pedaló desde el mar y conseguir una nueva perspectiva. Después tuvo que dejarlo, debido a que se quedó sin presupuesto para el alquiler en Donostia, así que siguió el viaje por carretera, excepto las escenas que rodó desde dentro del pedaló. “El rodaje fue muy difícil, porque en realidad estaba yo solo: era el sonidista, el cámara y el productor”, señala el director, quien apunta que era una tarea enorme, y muy difícil técnicamente. “Eso marcó el carácter de la película; se nota que está hecho por una única persona”, reflexiona. Durante el rodaje pasó un montón de tiempo solo, esperando a que los protagonistas llegaran, y también invirtió bastante tiempo en localizar buenos sitios para colocar su cámara, ya que no había realizado el recorrido previamente. “En todo ese tiempo, escribí muchas notas con las reflexiones que me surgían”, apunta.
Después del rodaje, Palacios volvió a casa bastante frustrado porque no sabía qué hacer con el material que tenía; las expectativas y la realidad no coincidían nada. “No creía que tuviera material para hacer una película sobre eso, no me gustaba lo que tenía grabado”, admite. Entonces, se dio cuenta que las notas que tenía -“un tanto existencialistas y depresivas”, según afirma- eran lo opuesto a las imágenes que tenía, en las que todo era muy jovial, “como si fuera una celebración del verano”. “En esa oposición entre lo que yo viví y lo que registré con mi cámara encontré algo que me gustaba para construir mi relato”, explica el autor de Pedaló.
Entonces, el filme se convirtió en una especie de mezcla entre ensayo cinematográfico y documental de aventuras. Además de las pericias de los tres navegantes del pedaló, también cuenta la historia de Palacios, la de un cineasta principiante que intenta hacer una película sobre estos chicos que viajan por mar.
La parte dedicada al trío protagonista que recoge la travesía “es algo muy jovial, alegre”. Además, se van mostrando distintos lugares de la costa vasca que ofrecen un fondo “inigualable” para la película. “Cada vez que llegan a un lugar, digo en qué sitio se encuentran, y además informo de en qué punto del trayecto se encuentran. Por otro lado, en mis partes de ensayo hablo de dónde estamos, y hago pequeños comentarios que salen de manera casi inconsciente”, señala el cineasta.
Felicidad El filme fue grabado en 2012 y le costó bastante. “Llevo cuatro años trabajando solo y veo que el proyecto da sus frutos ahora, que se va a proyectar en una sala de cine y que además va a tener audiencia internacional”, asegura el director, contento. Según opina, eso significa que debe creer en sus ideas, “por muy pequeñas que sean”. “Creo que la gente puede conectar con una propuesta tan pequeña, a pesar de que no les resultaba muy atractivo cuando me preguntaban en qué estaba trabajando durante tanto tiempo”, apunta. En estos momentos, Palacios no puede describir la alegría que siente al ver en el Zinemaldia un proyecto con el que ha vivido tantas aventuras.