“En este thriller, los atracadores son los buenos y los políticos, los ladrones”
Casi seis millones de euros recaudados, más de un millón de espectadores... ‘Cien años de perdón’, la nueva película de Calparsoro, con trasfondo ligado a la corrupción política, arrasa en taquilla
donostia - Dice el refrán que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Y esa es la sensación con la que sale el espectador de la proyección de la última película de Daniel Calparsoro, con la que el director vasco se ha despachado a gusto contra la corrupción política. La acción arranca cuando seis hombres encapuchados y armados asaltan la sede central de un banco en Valencia. En el exterior, los políticos empiezan a temerse las peores consecuencias de lo que los ladrones pueden encontrar en la caja acorazada. La trama da un giro sorprendente y se adentra en una intriga política que le da otra vuelta a la historia. “Es una película sobre un secreto y la fuerza que puede tener ese secreto. Ese cadáver que todos guardamos en el armario y que puede tener la fuerza de acabar con una amistad, de romper una relación y de hundir un gobierno”, explica el director del filme, protagonizado por Rodrigo de la Serna, Raúl Arévalo, Patricia Vico, Marian Álvarez y José Coronado.
Más de un millón de espectadores. ¿Satisfecho?
-Por supuesto, además en Argentina hemos pasado ya de los 300.000, que es un número muy considerable en ese país. El filme se estrenó hace seis semanas y está funcionando muy bien, a pesar de la brutal competencia todos los fines de semana con las grandes producciones norteamericanas. Pero parece que el público disfruta mucho con esta película y el boca a boca está funcionando muy bien.
¿Cómo surgió la idea de ‘Cien años de perdón’?
-Fue un trabajo de encargo; durante el rodaje de mi anterior filme, Invasor (2012), me propusieron hacer una película de atracos y acepté porque siempre me han gustado las películas de este género. Nos pusimos en contacto con Jorge Gerrikaetxebarria. Nunca habíamos trabajado juntos pero tanto a Jorge como a mí nos encantan las historias de atracos y tenemos además una cosa en común: una de nuestras pelis preferidas es precisamente Tarde de perros, de Sidney Lumet. En ella se produce una cosa muy curiosa, los habitantes de un barrio de Nueva York, donde están atracando el banco, acaban apoyando a los ladrones. Todos ellos toman a la policía como el enemigo y la policía ni siquiera sabe porqué. Tiene ese punto revolucionario contra el orden establecido que nosotros también queríamos reflejar en nuestro filme.
Pues parece que lo han conseguido porque , como dice José Coronado, “esta es una de esas películas en las que el espectador está como loco intentando que ganen los malos”.
-Los ladrones no están en el banco, sino fuera. No sabes quién roba a quién. Al fin y al cabo, los bandidos tienen un código, saben que si les cogen van a la cárcel y lo aceptan. Hay un momento en la película, cuando ven que no tienen más salidas, en el que se sacan los trapos sucios, para hacer luego las paces, asumiendo que se van a tener que entregar. De alguna manera, es un acto de nobleza. Los criminales de fuera no entienden de eso, son incapaces de mirarse a la cara; poco a poco se van convirtiendo en los verdaderos criminales. Y, por supuesto, no tienen ninguna intención de fracasar. Están dispuestos absolutamente a todo para prevalecer... En este thriller, los atracadores son los buenos y los políticos, los ladrones.
¿Su objetivo era crear una trama que lleve al público a una montaña rusa de giros y sorpresas?
-Ante todo, era rodar un thiller, una historia de un atraco a un banco. Pero, sin querer ser presuntuoso, sin querer profundizar de una manera sesuda, hemos querido también contar lo que nos está sucediendo, en general, en este país. No pretendemos reflejarlas, pero si nos hemos inspirado en noticias que han aparecido en la prensa.
Ha confesado que ‘Cien años de perdón’ tiene un elemento liberador para el espectador...
-Es un filme de acción, pero tiene una mirada irónica, con la que pretendemos que el público que vaya a verla disfrute y que le arranque una carcajada, porque, de alguna manera, estamos hastiados por todo el tema de la corrupción política. Es algo no solo vergonzoso, sino que llega a unos niveles inaceptables. Cada vez que lees los casos en los periódicos, te tiran para atrás, por eso el filme tiene un punto liberador, hemos utilizado el sentido del humor y la ironía, porque es un tema que a todos nos preocupa y realmente no tenemos oportunidad de liberarnos de él. Somos testigos del expolio, pero nada más, no tenemos ni voz, ni voto, ellos hacen y deshacen. La intención de la película es contar que, aunque todo sea una mierda, de vez en cuando alguien se sale con la suya y en este caso es el espectador.
¿Y por ello ha elegido a la ciudad de Valencia para situar la historia de su película?
-En este caso, la realidad ha vuelto a superar a la ficción. Se ha dado la circunstancia de que cuando se ha estrenado se han vuelto a destapar en esa ciudad nuevos casos de corrupción en el PP con la Operación Taula, aunque creo que la corrupción no entiende de siglas, es transversal, atañe a demasiada gente. Cien años de perdón empezó siendo política-ficción y ha terminado siendo un documental moderado.
Es una historia de personajes al límite. ¿Fue complicado elegir al elenco de actores?
-Lo más complejo y el mayor reto era mantener el tono. Es una cinta muy coral, con un elenco de actores muy espectacular. Hemos rodado en dos hemisferios, en Valencia, en Gran Canaria, en Buenos Aires... Han ensayado vía Skype,... Ha habido una complejidad técnica, pero lo díficil ha sido mantener el tono de suspense del thriller, la tensión de lo que iba a pasar, que el relato no se detuviera, que siempre fuera avanzando. Y a la vez, que el sentido del humor no quitara el realismo de la situación. Cuando trabajas con actores de este talento, las cosas son más fáciles.
¿Para la trama era fundamental que los asaltantes fueran extranjeros?
-Así es, aunque no puedo contar el motivo, porque si no, destriparía el argumento. Al principio, pensamos en los Pink Panthers, una banda de atracadores serbios, pero al final decidimos que fuera una banda de argentinos porque compartimos una misma lengua y así resultarían más cercanos al espectador. Además, manejan muy bien el humor dentro de situaciones de este tipo. Todo esto hace que la película tenga mucha frescura. Le da vidilla... Estoy muy contento con el resultado.
Más en Cultura
-
Dee Dee Bridgewater, Marc Ribot y Bill Bruford, triple premio Donostiako Jazzaldia por su 60 cumpleaños
-
Así fue el último concierto de Bruce Springsteen en Donostia
-
Kursaal Eszena: Paloma San Basilio, Laurie Anderson y The Waterboys en otoño, y Ryan Adams para 2026
-
Fallece el etnógrafo Fermin Leizaola, estudioso del mundo rural y el pastoreo vasco