Un concierto con historia
El primer concierto de Año Nuevo de Viena se celebró el 31 de diciembre de 1939; desde entonces, el listado de directores que lo ha conducido es impresionante. Hoy salen ya a la venta las 700 entradas para el del año que viene
no es casualidad que sea Viena la que todos los años inicie el año musical con el Concierto de Año Nuevo, toda una tradición que es seguida anualmente por mil millones de personas pertenecientes a 54 países. La capital austriaca ha hecho gala siempre de su gran sentido musical como corresponde a un suelo que ha visto nacer y en el que han trabajado los mayores genios de la métrica. Las partituras que pone sobre los atriles la Orquesta Filarmónica de Viena en esa fecha tan señalada corresponden a melodías amables y alegres compuestas principalmente por miembros de la saga de los Strauss manteniendo una serie de constantes entre las que no faltan El bello Danubio azul y la Marcha de Radetzky que hacen del concierto todo un rito. ¿Qué hay tras todo ese montaje? ¿Cuánto cuestan las entradas?
El Concierto de Año Nuevo se celebra en la Sala Dorada del Musikverein de Viena, un veterano edificio situado en el corazón de la capital que alberga la sede de la Orquesta Filarmónica, una de las mejores del mundo. En realidad, el mismo programa se ofrece la tarde anterior a modo de ensayo general antes de enfrentarse a las cámaras de televisión. La sala, ubicada en el primer piso y de trazado rectangular, dispone de 1.744 butacas y admite a 300 espectadores de pie, al fondo. Sin embargo, para este concierto solo salen a la venta unas 700 entradas, ya que el resto corresponden a compromisos de la entidad patrocinadora. Por cierto, que la cantidad que esta paga por llevar un conciso mensaje publicitario al comienzo de cada uno de los dos actos a los más apartados rincones del mundo constituye uno de los secretos mejor guardados.
Asistir a este evento musical es el sueño de muchas personas, un deseo que surge cuando nos envuelven la música de Strauss y las imágenes de ese paraíso natural que es Austria. Ahora bien, la dificultad no solo está en conseguir las entradas, sino en afrontar el pago de las mismas, ya que los precios oscilan entre los 3.000 y los 4.000 euros cada una. Lo han leído bien. Pero si un día se animan tengan en cuenta que su deseo es compartido por millones de personas de todo el mundo. La taquilla para el Concierto del Año Nuevo de 2018 se abrirá hoy y se cerrará el 28 de febrero próximos.
Como el número de solicitantes es muy superior a las 700 plazas, estas salen a sorteo. ¿Probabilidades de salir agraciado? Calculen que el 1%. Los vieneses, conocedores de que también en este campo hay un mercado negro aunque no tan amargo como el de El tercer hombre, recomiendan a los desesperados por conseguir una entrada al precio que sea que pregunten en las inmediaciones del Hotel Imperial, junto al Musikverein, porque tal vez los porteros les puedan aportar alguna pista. Claro que los precios en la reventa se incrementan un pico.
La Sala Dorada suele cerrarse semanas antes del famoso concierto para proceder a la limpieza a fondo de la misma e instalar las redes de cámaras de televisión y sonido aéreas y a ras de suelo. El sofisticado carácter de estas, cada año más acusado, obliga a resaltar el esplendor de los baños de oro de las cariátides para que todo el local -frescos del techo incluidos- luzca en todo su esplendor. La sonoridad de la sala es posiblemente lo que más sorprende al curioso, como también el hecho de que aquí, en Viena, todos los programas de mano que se ofrecen son de pago.
desde 1939 El primer concierto de estas características se celebró el 31 de diciembre de 1939 y la Filarmónica de Viena estuvo dirigida por Clemens Krauss, que interpretó únicamente obras de Johan Strauss hijo, por lo que no finalizó con la tradicional Marcha Radetzky, creada por Strauss padre, sino con la obertura de El murciélago. El éxito fue tal que en 1941 comenzó la institucionalización del acto, nominándolo ya como Concierto de Año Nuevo y con el mismo director. Krauss, gran amigo del ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, salió muy tocado de la Segunda Guerra Mundial hasta el punto de ser sometido a investigación sobre presuntas responsabilidades. Salió libre de ellas, pero prefirió seguir desarrollando su carrera en América.
Varios años más tarde, en 1954 el concierto de Viena adquirió caracteres de acontecimiento mundial. “Fue entonces cuando mi padrino Willy Boskovsky, hasta entonces orquestino y primer violín de la orquesta -afirma Peter Nowak- se hizo cargo de la orquesta dándole el sentido musical que tiene en la actualidad. Ocupó el cargo durante 24 años y fue quien introdujo la obligatoriedad de interpretación de El bello Danubio azul y la Marcha Radetzky que aún permanecen”.
El listado de directores que ha tenido este concierto es impresionante: Lorin Maazel, Herbert von Karajan, Claudio Abbado, Carlos Kleiber, Zubin Mehta, Riccardo Muti, Harnoncourt, Ozawa, Baremboin? Este año ha repetido por tercera vez Mariss Jansons, un letón nacido en 1943 en el ghetto de Riga de forma clandestina, ya que su madre, de raza judía, temía que los nazis acabaran con el niño como lo habían hecho con su padre y hermano. Es decir, un hombre marcado por la guerra.
la ruta de strauss hijo El respeto que Viena siente por la obra de la familia Strauss queda bien patente en estos conciertos. La capital austriaca rinde tributo perpetuo a Johan Strauss hijo ofreciendo una ruta informativa que comienza en la Lerchenfelderstrasse 15, lugar del nacimiento del músico, y termina en la Johan-Straussgasse 4, donde murió. Los interesados en evocar los momentos más brillantes de su carrera no pueden pasar por alto la Casa de Verano, en la Dreimarketein 13, donde compuso algunos valses, aunque el más importante de todos, El bello Danubio azul, nació en 1867 en la Praterstrasse 54, muy próximo a la noria más famosa de Europa gracias a la aventura de Harry Lime que se alzaría más tarde.
El bello Danubio azul pasó desapercibido cuando se estrenó, no adquiriendo carácter internacional hasta que su propio compositor lo dirigió personalmente en la Exposición Universal de París. Indiscutiblemente, hoy es el vals por excelencia. Hay una obra del mismo autor que no suele faltar en la cartelera vienesa de final de año. Me refiero a El murciélago, la reina de las operetas en la tarde del 31 de diciembre, con el popular brindis que hacen tanto por los intérpretes como los espectadores que no faltan a la cita. Toda la documentación de esta obra se puede ver en la Maxingstrasse 18, lugar donde fue compuesta, y la foto-recordatorio se la pueden hacer junto a la estatua situada en el Stadtpark. En el Cementerio Central siempre hay flores sobre su tumba.
Merece especial mención la Marcha Radetzsky, la de los aplausos finales del concierto, creada por Strauss padre en honor de Joseph Wenzel Radetzky, mariscal de campo que salvó el honor austriaco en el conflicto que tuvo el país con el norte de Italia en 1848-49. El militar tiene su estatua en el Ring vienés y la nominación de un puente próximo, sobre uno de los canales del Danubio. La melodía consta de dos partes diferenciadas, la típica marcha que suele corearse, y un estribillo basado en tonadas de la montaña austriaca. Su popularidad está fuera de toda duda. Es, por fuerza, el cierre obligado del concierto más visto del mundo.
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