Valladolid - Entre los numerosos testimonios, encontramos la voz de la directora granadina Chus Gutiérrez, autora de Sexo oral o Retorno a Hansala, que también cuenta su propia experiencia. “Agradecí que la gente fuera tan generosa y se liberara del pudor. Es muy fácil decir que las drogas no son un tabú. Es mentira”, subraya tras la presentación de su obra en la Seminci.
¿Es menos complicado hablar de sexo que de las drogas?
-Creo que en este momento sí. Hace años que el debate no está abierto, al menos en España. Cada vez tenemos más mafia, más dinero negro, daños colaterales y vemos que no ha funcionado. ¿Por qué no nos planteamos otras posibilidades? Abramos el debate, al menos. ¿Existe otra forma de relacionarse con las drogas? No van a desaparecer porque alguien diga que son ilegales.
¿Qué cree que pasaría si un político dijera que se ha drogado?
-Si vieran Droga oral, se animarían. Obama dijo una vez que se fumó un porro. Clinton también reconoció que su hermano tuvo un problema con la cocaína. Como sociedad deberíamos tratar la adicción como enfermedad y no culpabilizar. La adicción es el infierno.
Es una cuestión sensible. ¿Le preocupaba frivolizar sobre el tema?
-He querido distinguir por un lado la adicción y por otro lado, la relación con las drogas, que siempre puede ser peligrosa. Las drogas no son inocuas, está claro. Primero hice una proyección experimental con gente que no se había drogado. Ahí decidí que tenía que cambiar las fichas para que se viera claramente esa distinción. Tengo la sensación de que este documental lo va a entender mucho mejor la gente que ha tenido algún contacto con la droga. ¿Quién no ha bebido alcohol, por ejemplo? El alcohol lo inunda todo. El alcohol es la puerta a todo.
En el documental sobresalen personas vinculadas a la cultura. ¿Tuvo problemas para encontrar a otro tipo de profesionales?
-En el documental tuvimos a un exbanquero. Y nos habló de los brokers que terminan acabados a los 30 años y que consumían cocaína.
La corrupción y la especulación llaman a las drogas, algo que Martin Scorsese reflejó muy bien en su película ‘El lobo de Wall Street’.
-(Asiente) Después de ver esa película, todo está claro.
Ha evitado cosas escabrosas, priorizando los testimonios?
-Para cosas escabrosas ya tenemos?
...programas televisivos como ‘Callejeros’.
-Pero hay que reconocer que las drogas también tienen una parte lúdica. La gente va a tener una relación emocional con el documental. Quiero dejar claro que yo no hago apología de las drogas. La gente dice lo que siente. Tengo que respetar lo que dicen. Creo que la gente tiene una relación con las drogas muy manipulada. La información que nos llega es muy negativa en general: muertes, incautación de alijos. Del alcoholismo apenas se habla. Es muy hipócrita toda la información que recibimos. La gente quiere respuestas. Estamos acostumbrados a esto es malo o bueno. No hay matices. Todo es blanco y negro.
¿Cómo piensa encarar usted el recorrido comercial del documental?
-Vamos a probar algo nuevo a través de veobeo.com. Una plataforma que está empezando. Si un cine de Euskadi por ejemplo quiere proyectar este documental es la gente que se apunta la que tiene que solicitar, si hay un mínimo necesario, claro.
Tal y como está la industria del cine, ¿qué es peor para vender la película: que sea un documental o que hable de las drogas?
-No tengo ni idea. A mí me parecer súper didáctica y muy interesante para que se vea en los institutos.
Llama la atención que se hable de tantos pueblos vascos: Ermua; Elgoibar, Eibar, Bilbao?
-Es verdad. Una persona confesó que antes de empezar con los porros, lo primero que consumió fue heroína intravenosa a los 13 años. Algo pasaba en aquel momento en las calles de Euskadi. En Euskadi fue a saco. Recuerdo que a los 19 años fui a Sestao y la calle me impresionó: parecía que había pasado una guerra. Era una cosa decadente y posindustrial.
En el documental no abundan los testimonios de los más jóvenes. ¿Por qué?
-Con 20 años no tienes tanta experiencia. La distancia es importante para hablar de las cosas. El documental tiene un punto antropológico: el testimonio de Francisco Nieva sobre las drogas en la década de los 50 es brutal. También llegamos a descubrir cómo entra la heroína en la cultura juvenil por culpa de los cómics.