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Apoteósico fin de fiesta con Muse

Convenció a 40.000 personas en la despedida del BBK Live, con un directo de sonido arrollador

Apoteósico fin de fiesta con MuseBORJA GUERRERO

BILBAO -Muse logró lo que nadie consiguió antes, que ni una sola de las 40.000 personas que dijeron agur al décimo BBK Live les diera la espalda. Todos prestaron atención al grupo del obsesivo y virtuoso Matt Bellamy, que presentó Drones, su último y apocalíptico disco, junto a muchos de sus éxitos, con un directo de sonido arrollador y nítido, y un apoyo visual y luminotécnico de primera línea. Los drones del trío sobrevolaron Kobetamendi, a pesar de la insistente lluvia que solo molestó en la primera parte del recital.

Ya lo habíamos comprobado en el BEC hace años, pero la segunda visita de Muse lo confirmó. Ni siquiera quienes piensan que el trío británico peca de grandilocuencia y pretenciosidad pueden rebatir, como se advirtió en la despedida del festival, que cuando saltan a un escenario son capaces de ofrecer un concierto a la altura de las -pocas- estrellas de rock y pop capaces de concentrar a decenas de miles de fans frente a un escenario en 2015.

Y ellos lo hicieron arrollando, entrando a la yugular desde el arranque con Drill Sergeant, una arenga militar del último disco que funciona como metáfora de la violencia y omnipresencia del poder, muy en la línea de La chaqueta metálica de Kubrick. No había desaparecido el sargento gritón de la enorme pantalla situada como fondo del escenario cuando el trío entró a matar con Psycho, un rock pesado con guitarras y bajo distorsionado que inició el repaso a su último disco. El público recibió el envite con ganas, acusando el vendaval sónico que proyectaba el escenario, tan contundente en vatios como limpio y con matices.

“Buenas noches, Bilbao”, se presentó Bellamy, de oscuro, como el resto de trío, reforzado para la ocasión con un teclista. Su liderazgo natural, ejercido sin aspavientos ni carreras gratuitas, con base exclusivamente musical, se propulsó con el rescate de Supermassive black hole, que sacó a pasar su falsete y los coros grandiosos de sus compañeros, con una precisión y una claridad que se repitieron durante todo el recital. Acompañados del sirimiri, miraron al presente con The handler (con un solo que buscó las escalas heavies) antes de lograr el primer pogo masivo con Plug in baby. Los saltos y bailes del público, propulsados desde que reconocieron su riff, empequeñecieron los de Matt. Tras entregar el reciente Dead inside, ya sin el añadido de la lluvia, llegó Hysteria, uno de sus mejores estribillos. Los chicos de Muse reinaban ya sobre Kobetamendi cuando la sección rítmica regresó a los 70 y se marcó un solo que rompió el regreso de Matt con un brutal y distorsionado Madness, con una línea melódica cercana a Queen y cobertura cercana a la electrónica.

Supremacy fue el perfecto exponente del concierto (y del propio grupo), su alternancia del lirismo sinfónico con los riff hard rock, lo ampuloso y una crispación constante.

El tema Apocalypse please, con casi la única incorporación de Bellamy al piano, resumió la visión (apocalíptica, conspirativa y paranoica) de Muse. Su letra se fundió con las proyecciones amenazantes del vuelo de un drone intercaladas con imágenes familiares y cotidianas. Durante el resto del recital se alternaron las imágenes bélicas y de poder (evidente o enmascarado y al acecho), la cuenta atrás en enormes números rojos en Time is running out o palabras como emergencia, radiación o pánico.

apoteosis final La amabilidad casi pop de Mercy y Starlight, con su fáciles pero bellos arropes de teclado, lideró un final de concierto apoteósico en el que llovieron cintas de papel (zurigorris, por cierto) sobre el público antes de que sonara la demoledora Reapers. Precedido por el discurso de Kennedy y tras una lluvia de enormes globos negros, se rayó la histeria con los clásicos Uprising y Knights of Cydonia, esta con guiño a Ennio Morricone.

El público finalizó totalmente entregado y absorto mientras la pantalla lanzaba el mensaje final: “Lucha por tus derechos/ lucha para sobrevivir”. Arrollaron sin necesidad de vuelos reales de drones, como más de uno preveía. No en vano, son peligrosos. Que se lo pregunten a Enrique Iglesias.