Bruselas - La vida de Fabiola, reina consorte de los belgas durante más de 30 años por su matrimonio con Balduino I, estuvo marcada por su gran fe católica, la incapacidad de tener descendencia y un cariño del pueblo que no se apagó ni en su última etapa, cuando la envolvió la polémica. Tras conocer ayer la noticia de su fallecimiento, a los 86 años en el palacio de Stuyvesant de la capital, los medios destacaron su entrega a los más desfavorecidos. Enfermera diplomada de un hospital militar católico durante sus años de soltera, poco se conoce de su vida anterior a la boda más allá de que le gustaba escribir cuentos infantiles, una ironía del destino pues nunca conseguiría ser madre.

Briggite Balfoort explicó, a propósito de su libro Fabiola. Una joven de 80 años, que fue el cardenal y confesor del joven y taciturno Balduino, Joseph Suenens, quien puso en contacto a ambos después de que el rey le confiara la “tarea” de encontrar una futura reina. “He confiado a la Virgen de Lourdes el problema de mi matrimonio”, le dijo cuando era un futuro rey con más interés en la Iglesia que en el matrimonio y sus obligaciones dinásticas. El cardenal contactó con la encargada de un hospital militar católico en Madrid, la monja Veronica O’Brien, con el objetivo de encontrar para el rey una esposa “decente”.

Ambos coincidieron en fijarse en Fabiola, congregante de San Vicente de Paúl, militante de Acción Católica y dedicada en su tiempo libre a obras de caridad. La historia de cómo se conocieron es distinta para Fermín Urbiola, autor de Fabiola. Nacida para reinar (2011). Cuenta una versión más romántica, en la que es Balduino quien se enamora de Fabiola y la corteja por carta hasta conseguir un encuentro más íntimo en Lausana (Suiza). Sea como fuere, Fabiola, hija de los marqueses de Mora y Aragón, nacida en Madrid el 11 de junio de 1928, se convirtió en la elegida por Balduino para ser reina de los belgas. El enlace, en Bruselas, el 15 de diciembre de 1960, fue la primera boda del siglo retransmitida por Eurovisión. Fiel al estilo clásico de vestir, Balenciaga, amigo de la familia Mora y Aragón, firmó su vestido de boda.

No poder dar un heredero al trono -sufrió cinco abortos- fue uno de los mayores golpes en su vida. A la muerte de Balduino, en 1993, dejó el palacio de Laeken a sus cuñados Alberto II y Paola. Urbiola destaca que era una mujer “intachable”, una personalidad que, unida a su fervor católico sin fisuras, le hizo tener una relación fría con su hermano, más excéntrico, Jaime de Mora y Aragón.

En sus últimos años, Fabiola raramente abandonaba su palacio, en el que tenía su propia capilla. Balfoort explicó que “ansiaba morir para estar más cerca de su marido”, con el que conectaba “a través del rezo”. También tenía buena relación con la familia real española: “Fabiola recordaba entre risas haber enseñado a jugar al tenis al rey Felipe durante alguno de sus veraneos en la Costa del Sol”.